Las cenizas de Bernhard Hess, destacado miembro de la colonia alemana en Gran Canaria desde hace décadas, fueron depositadas el pasado jueves, cumpliendo con su voluntad, a los pies de un árbol frutal en la finca Montecristo de Ayagaures, muestra permanente de una exuberante y variada flora autóctona canaria y de continentes alejados.

Amigos y familiares, encabezados por su viuda Karin Hess, a la que estuvo unida cuarenta años en matrimonio, le rindieron un emotivo recuerdo con un brindis como había sugerido también el fallecido. Su defunción, a los 72 años de edad, se había registrado el pasado mes de noviembre en el Hospital Insular de Gran Canaria, después de una larga enfermedad que sobrellevó con una entereza de ánimo digna de admiración para todos aquellos que le conocían.

Su curriculum o biografía ofrece más luces que sombras. Un ser humano que amaba la vida y la bebía a raudales con la gente a la que quería sin condiciones. Nació en octubre de 1946 en Frankenberg, Hessen. Cursó estudios de Ingeniería/Arquitectura en Dasmstadt, especializándose en planificación y desarrollo urbano.

En 1962 celebra su primer matrimonio y el 30 de marzo nace su primer y único hijo, Olaf, que fue educado por sus abuelos paternos porque sus padres eran todavía estudiantes. En la segunda mitad de los años 70 conoció a la que sería su segunda y última esposa, Karin.

De carácter rebelde, Bernhard Hess participó en las famosas protestas estudiantiles de los años 60 en Alemania. Un día de aquellos, su padre, quizás sorprendido, le vio en la noticias de la tele lanzando trastos a la policía desde el techo de un supermercado en Frankfurt. Al término de sus estudios logró que le reconocieran como objetor de conciencia. Comenzó después su carrera laboral en abril de 1972 en Ratio Bau, firma reconocida en el diseño de estilo racionalista en la edificación urbanística.

En octubre de 1973 se integró en Speerplan, empresa regentada por el hijo del famoso Albert Speer, uno de los arquitectos favoritos de Hitler. En esta etapa Bernhard se ocupaba de la planificación de proyectos urbanísticos en Gambia, Libia y luego en Orán (Argelia), en este caso al servicio del Ministerio de Trabajos Públicos argelino.

En febrero de 1977 se inició como arquitecto urbanístico en SF Bau (Colonia), donde desarrolló con otros tres colegas suyos el proyecto de ciudad satélite en Ibadan (Nigeria) Posteriormente firmó en Hamburgo un contrato con MTB para participar en la construcción de la nueva sede del ministerio saudí de Economía, lo que le obligó a residir temporalmente en Riad.

En 1981 cambió a Babcock, donde ejerció como director técnico en la supervisión de tres proyectos de centros de ocio y deportes en el occidente libio, con oficina y residencia en la villa bereber de Nalut.Finalmente, cansado de sus experiencias en países africanos y árabes, en octubre de 1983 aceptó dirigir cuestiones técnicas de las obras en la construcción del hotel Orquídea, en Bahía Feliz (Gran Canaria).

En 1984 experimentó como emprendedor y autónomo algunas iniciativas de negocio muy diferentes a su especialidad, que le llevaron a Turquía y Alemania del Este, tras la caída del Muro de Berlín. En 1994 retornó al sector de la Construcción como socio de firmas inmobiliarias, hasta su jubilación en 2012.

Fue un viajero incansable. No en vano se consideraba ciudadano del mundo, sin renegar de su origen alemán. Entre sus destinos de ocio eligió California, México, Sudáfrica, la Polinesia, Tahití, Hiva Hoa y las Islas Marquesas, que le hicieron soñar con establecerse definitivamente en alguno de los últimos territorios reseñados. Sueño que evaporó tras su plena integración en Gran Canaria.

Algunas de sus voluntades manifestadas antes de fallecer en la tierra donde habían transcurrido las últimas décadas de su vida, sugieren rescatar el viejo pensamiento popular de que "uno no es del sitio donde nace, sino del lugar en que muere por deseo propio". Bernhard es el ejemplo. Eligió vivir y morir en Gran Canaria.

Un alemán de origen que acabó identificado con los valores de la canariedad y amó su Isla de residencia como si hubiera nacido en ella.