El pueblo de Santa Lucía celebró ayer la romería ofrenda de Los Labradores, que tributa homenaje a su patrona, la Virgen del Rosario. Han pasado nada menos que 50 años desde que un grupo de agricultores y vecinos idearan este acto, que recuerda el carácter agrícola y ganadero de un municipio más enfocado al sector servicios.

Y lo hizo en un ambiente de exaltación de las tradiciones vernáculas, con vestimentas, instrumentos, música y gastronomía que convirtió a esta localidad medianera en punto de encuentro de romeros y residentes, de quienes no querían perderse, además, la última romería oficial del año. Raro era encontrar a un transeúnte sin la ropa tradicional canaria y si no completo del todo, al menos que algún sombrero, camisa o faja.

El tiempo acompañó, aunque a medida que se acercaba la tarde y se alejaba el mediodía, la calima se autoinvitó a la celebración. No había demasiado calor, pero tampoco era cuestión de afanarse mucho durante la espera del inicio de la romería, que comenzó pasados varios minutos de las 13.00 horas. Antes, la misa en la iglesia del pueblo a mediodía para afrontar un recorrido de unos 1.700 metros entre ida y vuelta por la carretera general y que duró por espacio de dos horas, aunque no con ella los actos previstos para la jornada.

En ese ínterin hasta el arranque de la yunta de bueyes que transportaba la imagen de la Virgen del Rosario en cabeza de la romería, nadie se aburría. Locales de restauración abiertos y con mucha clientela por atender, venta de productos típicos como naranjas, aceitunas y viandas daban vida y de qué manera, a una población durante el año con pocos habitantes y en ambiente lejos del bullicio.

Sin embargo, las ganas de tenderete y de devoción en porcentaje indefinido, atrajo al casco de Santa Lucía a unos 6.000 asistentes, según cálculos de la Policía Local, una cifra que no es matemática exacta, aunque evidencia que el efecto llamada es muy real para acudir a la última romería del año en Gran Canaria. Y como cada ejercicio, sus fieles no defraudaron.

Carretas, parrandas y conduto

El centro histórico del municipio congrega en esta ofrenda a la Virgen del Rosario a parrandas, carretas -nueve en esta edición-, romeros llegados de todos los puntos de la Isla para pasar un día entre pizcos, tapas del país y música, muchos sonidos de chácaras, timples y guitarras que sonaron antes, durante y después de la romería.

Asimismo, tampoco faltó tiempo para degustar mejunje, chicharrones, aceitunas, pan de leña, mantecados y pellas de gofio, aunque tampoco amargaba un botellín de cerveza a quienes optaron por evitar las bebidas espirituosas.

O agua o refresco, que para llegar al pueblo había que subir en vehículo privado, salvo para quienes aprovecharon el servicio especial de Global, de 9.00 a 22.00 horas para participar en el jolgorio. La Policía Local había anunciado que la carretera de Los Cuchillos (GC-65) sería solo de subida de 7.00 a 15.00 horas, y de 15.30 a 22.00 horas era en sentido único de bajada. No pasó lo mismo con la vía GC-550 de Agüimes-Temisas-Santa Lucía, que permaneció abierta en ambos sentidos. Quienes quisieron bajar antes del final, tuvieron que dar un rodeo y rodear el pueblo para enlazar con la carretera a Temisas.

Por un precio de 3,2 euros por trayecto, muchos se montaron en las guaguas estacionadas junto a la Karpa, enfrente de las oficinas municipales y así evitaban la búsqueda de aparcamiento, que según los sitios oscilaban entre los cinco y los siete euros, como indicaron algunos de sus usuarios.

Aparcamientos en terrenos

No obstante, eso no fue inconveniente para que los terrenos propiedad de vecinos de Santa Lucía fueran por un día improvisados zonas de parquin en la tierra.

Pero todo se daba por bueno para presenciar y participar en la romería, aunque el problema si no se estaba espabilado era luego salir de Santa Lucía después de la finalización del recorrido de la imagen de la Virgen y las ocho carretas restantes que, a diferencia de la primera, eran tiradas no por bueyes, sino por pequeños tractores de labranza. Al sonido de los cencerros de los bueyes se unían así el de los motores de estos vehículos, una forma más de hermanar tradición con modernización. Y, además, no desentona.

Acabada la romería, el parque municipal de Santa Lucía acogió la Verbena del Labrador, mientras que la cancha deportiva cercana fue escenario de música disco a cargo de un dj. Más tarde, a partir de las 19.30 horas, el grupo Aseres ofreció un concierto.

Se puso fin así a una efeméride especial, la del cincuentenario de una romería que nació entre lo popular y la devoción, que ha ido creciendo desde 1968 hasta convertirse hoy en día, aunque desde hace años lo es, en un referente para Gran Canaria.

Su celebración cierra el calendario romero de la isla redonda y deja a los amantes de estos actos huérfanos hasta el próximo año, cuando carretas, parrandas y la alegría vuelven a tomar las calles.