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Ganadería

El infinito saber de los pastores

El fotógrafo Javier Gil publica los mejores retratos de los sabios de la tierra l Su obra resume veinte años de convivencia con los ganaderos isleños

Juan Alonso escuchando un secreto. javier gil

Manolo Ortega es pastor de bueyes de alto tonelaje. Los mima en Osorio, en las gallanías que presiden los campos de papas acurrucados entre la laurisilva. Y Javier Gil es un señor de campo, geófrafo y técnico superior en Fotografía Artística.

De este mixturado el resultado solo puede ser explosivo. Gil le propone a Manolo que se haga el amulado. Que se siente en el suelo. Que no le haga caso a Tajinaste, una mole de capa carmelita de más de más de mil kilos y con dos ojos del tamaño de faros de tractor.

El animalito se queda descolocado. "Este Ortega no es mi Ortega", rumia entre cuernos. Y se acerca. Lo alumbra con los ojos. Lo huele. Y de repente saca su enorme lengua para consolarlo a lametazos. El disparo de Gil retrata la magia del momento. Y así durante 20 años, que son los que lleva Javier en la isla adentro. Segando, trashumando, dando de comer a los animales, o comiendo con los pastores del ecuador del milenio.

El resultado tiene título. Pastores de volcanes y alisios. Un volumen montando en papel de gramaje superior, el que emplea el museo de El Prado para sus publicaciones, con 250 imágenes que a veces recuerdan las ilustraciones de biblias antiguas.

Son pastores embrumados en Cortijo de Crespo. Mares de nubes donde margulla Galeotes. Trillas en formato Ben-Hur pilotadas por Enrique Naranjo. Trasquiladas de centenares de ovejas y atardeceres en vísperas del Génesis entre Ayacata y Lomo de La Palma con 700 cabezas de ganado interpretando a campana y cencerro la partitura de sus andares. O las humaceras del ordeño en caliente en el interior de las cuevas del Inciensial .

Un espectáculo. Más que un libro es un cuadro de 250 lienzos a elegir según el tino con el que venga el día.

A lo largo de las ilustraciones surgen personajes que en lo antiguo preconizan el futuro. Conceptos como el moderno consumo kilómetro cero ya fue inventado con creces de hace siglos.

Como Maximiano Moreno, de 85 años, trashumante, "que me invita a comer un potaje en su cueva de Tejeda", relata Gil. "De él son las zanahorias, la habichuela, el calabacino. El gofio es de su millo, que a su vez proviene de una semillas de su abuelo de hace cien años. Además la fruta es de sus frutales. El queso de sus ovejas. La carne de su ganado. Es un señor autosuficiente que vive en las entrañas de la tierra. Es decir, que si hubiera una guerra, un conflicto, sería de los únicos que sabrían sobrevivir con sus propios medios. Y para ello tiene que tener un conocimiento brutal de la naturaleza. De genética, de semillas, de veterinaria. También es meteorólogo, porque debe estar pendiente del cielo y la tierra, y jugar con todos esos parámetros cambiantes. En resumen, que en términos prácticos, es el rey".

Uno de los que empujaron a Javier a recopilar el material y lanzarlo en formato superior es Didac Díaz Fababú, ingeniero forestal, que considera la obra como "una ventana abierta que trae oxígeno y esperanza".

Entre otras, porque hoy son imprescindibles. "Ya no son meros productores de carne y leche. Son gestores del paisaje, del territorio, de la biodiversidad. Son agentes de conservación del medio ambiente". Y no es poesía. Desde se han ido integrando en las políticas contra la lucha de los incendios en el monte. En ese año comienzan los acuerdos para dejar pastorear en las áreas del Cabildo y tras el paso de los ganados el material combustible pasa al más saludable sistema digestivo dejando el suelo raso. Pero no un cacho ni dos. Sino 11.000 hectáreas de terreno, transformando maleza en queso y alimento.

Si por algo no entró el último gran incendio en Guayadeque, subraya Didac, "fue por las ovejas de Chano Zacarías, y otro tanto ocurrió en Artenara gracias a Genaro López, del Cortijo Crespo, en Llanos de Constantino, que pasta sus ovejas en un cortafuego natural situado entre pinares. "Lo tenía cortadito", apostilla.

El siguiente paso es materializar el acuerdo alcanzado con el Cabildo el pasado marzo, para pagar a esos pastores por sus servicios ambientales de entre 20 a 130 euros por hectárea, dependiendo de su situación estratégica, a lo que se añade una escuela de ganadería que ya comenzó el pasado año su primer curso.

Esta ventana al futuro también está plasmada en la obra de Javier Gil. En su último capítulo, titulado El futuro. Valor de un oficio, lucen 27 jóvenes relevos que, como sus padres y abuelos, y en algunos casos por combustión espontánea, están anclando el saber de siglos en los mismos riscos, taliscos y degolladas.

Si sus padres ya han sabido colocar hoy los quesos isleños en el arcano de los tesoros nacionales e internacionales, lo que queda por venir augura algo más que puro cuajo en flor.

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