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Gáldar

Los pinceles de las mariposas

La Casa Museo Antonio Padrón y la Academia de Dibujo y Pintura Josefa Medina crean magia en el patio en el aniversario de los dos precursores del arte en la comarca norte

El profesor Raúl Mendoza, armado de pincel y caballete, cazando mariposas. J. Pérez Curbelo

Josefa Medina Suárez, Pepita, para los que bien la conocieron, no fue mujer de entretenerse en oir jilgueros.

Fue una señora arrecha, hiperactiva, del tipo bromas pocas, y que no solo representa en Gáldar a la decana de la enseñanza de las artes en la comarca, tras fundar la academia que lleva su nombre, sino que es paradigma de mujer templada que marcó los machos en asuntos como el intento de tala del drago bicentenario que prospera en las casas consistoriales, o en plantarse delante de un tractor en formato Tiananmén en un pretérito y maúro amago de acabar con Cueva Pintada a golpe de palazo.

Un terremoto de figura y carácter que coincide en día de natalicio, que no en año, con el que se dio a parir otro portento local, Antonio Padrón, indigenista por excelencia. Un mismo horóscopo que la casa-museo que honra su figura y atesora parte de su extraordinaria obra, y la academia de dibujo y pintura que legó Pepita, festeja por segunda vez con ánimo de perpetuarse en el tiempo para que las generaciones venideras comprendan que los genios no viven en lámparas, móviles, ni consolas, sino que siguen ahí, aunque ausentes, muy presentes en la atmósfera, o en los tesoros que palpitan y dan luz a la ciudad.

Por eso la fiesta de arte se entrega en dos fases, partiendo de unas de las obras más emblemáticas de Padrón, La Niña de las mariposas, cuadro pintado por el maestro en 1950. En la exposición de motivos figura que su elección es obvia: "la mariposa es un elemento que anuncia la primavera en los campos y es además, un símbolo de metamorfosis, de fragilidad y de valor, fácilmente extrapolable", a la irredenta adolescencia a la que se dirige la iniciativa.

Y ahí es donde se le encarga a los alumnos del instituto Saulo Torón el montaje de unos móviles de mariposas, pero no sin ton ni son, sino después de una primera visita al museo para el correcto julisniar en el asunto, con una explicación previa de los fundamentos teóricos y el pormenorizado encargo de la obra.

Y tras tres semanas pergeñando los elementos en las aulas, toca la instalación, "sopesando la ubicación y su orden en el espacio preciso".

El resultado es endorfínico, según lo visto ayer durante el rato en que se desarrollaba la segunda parte del entramado, con una decena de artistas de la academia poniendo sobre tela y papel la percepción del conjunto.

Hay que reseñar que si el Antonio Padrón fuera un anexo del Louvre, la casa-museo galdense sería su luminoso cuarto de estar con patio, ya que aparte de ser uno de los centros museísticos con más puertas abiertas a la calle de este lado del trópico, el mixturado de indigenismo palpable en los paramentos con las ñameras, las strelitzias, las costillas de adán y los matos del bambú crean el lógico lugar donde crían mariposas.

Una mano expresionista. Raúl Mendoza es un señor con pincel sobre lienzo,profesor de la academia. Tiene los dedos verdeamarillos y la palma aguamarina. Y cuando saluda estampa en la mano del saludado un cuadro postimpresionista, quizá un cacho de la esquina superior derecha de Noche Estrellada, de Vincent Van Gogh. Con él, repartidos por bancos, partonsas, esquinas y parterres, la caterva de pintores va desmadejando en los caballetes los insectos de colores y los enredos de la selva casera de la casa-museo. Levanta los ojos y lo suelta: "a la juventud, como a las mariposas, el viento la arrastra, hasta que va cogiendo rumbo..."

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