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Artenara

La Candelaria, la presa que transformó Acusa

El embalse de Artenara, que permite la supervivencia de las zonas rurales de sus alrededores, cumple cincuenta años

Un hombre fotografía la presa del Parralillo, que dentro de dos años, en 2021, cumplirá su cincuenta aniversario. santi blanco

A lo largo de la carretera que une los municipios de Artenara y La Aldea discurre la llamada 'ruta de las presas'. El paisaje abrupto y escarpado, árido en verano y con algo más de vegetación en los meses de invierno, se dulcifica con el azul, a veces verde, de las aguas que quedan atrapadas entre los barrancos. Desde la costa hacia el interior encontramos, en una primera parada, la presa de Siberio, pionera en toda Canarias en ser construida con un muro de escollera. Seguida está la de Caidero de la Niña y más adelante, la de El Parralillo y La Candelaria, dos grandes embalses que están de aniversario.

Terminada la construcción de La Candelaria en el año 1969, la presa ha cumplido el medio siglo de vida. El Parralillo está también próxima a los 50 años, que los cumplirá en 2021. Por aquel entonces, la construcción y puesta en marcha de La Candelaria fue todo un acontecimiento que trajo consigo toda una serie de iniciativas y buenas nuevas para los habitantes de los barrios de Acusa, en Artenara. Una carretera, una nueva iglesia, un caserío y una vega de secano que se convierte en regadío vinieron de la mano de la nueva presa.

"La construcción del embalse es la obra civil más importante de la comarca", explica José Antonio Luján, cronista oficial de Artenara. "Es uno de los hechos más significativos del lugar desde el punto de vista de la evolución económica dado que constituye el motivo fundamental de la modificación del paisaje agrario", añade.

Hasta la entrada del último tercio del siglo XX, Acusa basaba su economía en la ganadería y en el cultivo de trigo, cebada, hortalizas y productos ordinarios. Se trataba de una economía de subsistencia. El cambio vino propiciado por la iniciativa institucional impulsada por Federico Díaz Bertrana, originario de Artenara y que tomó el cargo de presidente del Cabildo de Gran Canaria en 1961. Fue entonces cuando la institución insular decide abrir una nueva carretera en la comarca y, paralelamente, construir la presa de La Candelaria.

La competencia en carreteras estaba en manos del Ministerio de Obras Públicas, que centraba su atención en las vías de los principales núcleos urbanos, lo que suponía el abandono de las zonas rurales. Federio Díaz inicia el plan de pistas insulares, con la meta de mejorar los caminos del interior. "Hasta mediados del siglo XX, el aislamiento de estos barrios es secular", asegura Luján. En el año 1962 se inician las obras de las nuevas vías de comunicación que se van sucediendo progresivamente y que culminarán en 1984, quedando así los diferentes caseríos y barrios de la localidad bien conectados entre sí e, incluso, con las demás comarcas.

Inicio de las obras

La iniciativa para llevar a cabo la construcción del embalse comienza en 1941, aunque no es hasta 1964 cuando se inician las obras. El proyecto se efectuó en tres etapas. "El proceso de construcción de la presa tenemos que considerarlo en diversas fases y viene a poner de manifiesto la sensibilidad que existe en la Isla por la captación de aguas y los conflictos que genera cualquier actuación al respecto", asevera el cronista de Artenara.

La Comunidad de Regantes del Norte tenía el proyecto desde un inicio y todo comenzó con el trasvase de aguas de la cuenca de Tejeda hacia Agaete, en el marco del aprovechamiento de los barrancos incluidos en el Plan General de obras Hidráulicas de 1939 que pretendía la creación de seis embalses, cinco de ellos situados en barrancos de Agaete y otro en el de Acusa.

Se presenta la solicitud de construcción de una presa en Candelaria, barrio de Acusa, y se depositan 796 pesetas en concepto de 1% del presupuesto de las obras en terrenos de dominio público. Con ello, aparecen los primeros problemas. A los habitantes de La Aldea les pertenecía el agua de la cuenca de Tejeda y cualquier modificación les afectaría directamente. Por ello, los aldeanos que se quedarían sin esas aguas que por derecho les pertenecían se oponen y presentan un escrito oponiéndose, firmado por 170 personas, aunque no tuvo el efecto deseado.

En 1948 se autoriza el embalse, aunque las obras se dilatan en el tiempo por no poder dar cumplimiento a la Ley de expropiación forzosa. Hay que esperar hasta 1954 para que el proyecto sea declarado de utilidad pública. "Se dice que los terrenos dedicados a cultivo que serán inundados por el embalse son unas pequeñas parcelas de escaso valor puesto que son terrenos de secano", explica Luján. Además, quedará anegada una ermita.

Se suceden varias prórrogas para iniciar el proyecto y, a raíz de ello, la promotora decide abandonarlo. Sería entonces el Cabildo, en 1961, quien lo asumiría. En este caso, los aldeanos deciden no oponerse a la obra. La razón de ello es que "Díaz Bertrana hace unas gestiones para que una deuda que tenía la comunidad de regantes de La Aldea con el Ministerio de Obras Públicas quedara condonada", recueda el cronista.

Finalmente, en 1964, la corporación insular pone en marcha las obras, que coinciden con la segunda fase de la carretera de los barrios de Acusa.

Crecimiento de Acusa

"Desde el punto de vista social, la obra significa la mitigación del paro obrero y retiene en la comarca a un determinado número de trabajadores de la zona de Acusa y, sobre todo, de Juncalillo", comenta Luján. En total, alrededor de 30 hombres estuvieron empleados. Algunos de ellos en la pedrera, otros en la amasadora y el resto en el propio muro del embalse.

"Yo trabajé aquí durante cuatro años. Al comienzo ganaba 400 pesetas a la semana. Más tarde nos llegaron a pagar 600", revive Antonio González, vecino de Acusa, a sus 70 años. "Trabajábamos nueve horas y media cada día, pero los sábados soltábamos a las diez. Nunca hubo problemas con los contratistas", recueda sobre aquellos años.

También hubo gente de Las Lagunetas trabajando en la presa. Concretamente "eran cinco oficiales de albañilería, ya que ni en Acusa ni en Artenara había personas especializadas para desarrollar esos trabajos", reconoce otro vecino del barrio.

En 1969, finaliza el proyecto y, por primera vez, la presa de La Candelaria lleva el riego a la secana Vega de Acusa y se convierte en la impulsora de un nuevo vecindario. El caserío comenzará con la construcción de una iglesia que sustituirá a la antigua ermita que quedó bajo las aguas del recién inaugurado embalse.

Ese pequeño templo que quedó sumergido se remontaba al siglo XVI. Se edificó en 1675 y fue el restultado de "la expansión cristianizadora tras la Conquista, que se concreta en una serie de ermitas diseminadas por el norte de la isla", expone Luján, quien revela que existe una iniciativa para trasladar las piedras que conformaban el antiguo edificio al barrio de Candelaria para construir un momumento de arte moderno con ellas. Una suerte de homenaje.

La nueva iglesia pronto empieza a rodearse de edificaciones cuando los vecinos adquieren terrenos en sus inmediaciones. "En las nuevas construcciones se opta por la tipología de vivienda con garaje-almacén y vivienda anexa", explica Luján, quien añade que "delante de las fachadas que se orientan hacia el sur para evitar el viento del norte, se deja un patio o zona ajardinada, con latada para el parral".

Con la presa vinieron más cambios, entre ellos y como más relevantes, los nuevos cultivos y la cría de ganado vacuno. Se empezó a cultivar un poco de todo: desde los pimientos dulces hasta los espárragos, pasando por judías, cebollas, coles, zanahorias y diversas frutas. Pero el producto estrella era la papa. José Enríquez Guerra, vecino de Artenera, recuerda las buenas cosechas de este tubérculo en los años noventa, cuando se plantaba en verano y en invierno. "En cada una se cultivaban unos 500 mil kilos, por lo que fácilmente una cosecha con otra se sacaba al año un millón de kilos", asegura.

Los nuevos habitantes de Candelaria se asocian, ya hacia finales de siglo, y deciden conformar una asociación de vecinos. "Sus objetivos son básicamente de orden sociocultural", manifiesta Luján. Se ocupaban de organizar fiestas y, conscientes de la importancia del medioambiente y de la cultura popular, se preocupaban por desarrollar actividades enfocadas a su promoción y conservación. Además, son los ciudadanos los que impulsan las medidas que necesitan mayor atención, como la construcción de un aparcamiento, la instalación de cabinas de teléfono y un repetidor de televisión. Además, trasladaron al Ayuntamiento la urgencia de finalizar toda la red de alcantarillado. La nueva población, surgida de la sola creación de una presa, termina de tomar forma.

Supervivencia

Las presas son parte del patrimonio natural de Gran Canaria. No solo es el hecho de que el medio rural depende casi en exclusiva de sus aguas, sino que son un atractivo del que los isleños y los turistas que nos visitan disfrutamos. Es cierto que algunas, por el desarrollo urbanístico y el comercio de exportación, han desaparecido. Pero la mayoría continúa cumpliendo su función determinante de servir a los regadíos. El embalse de Candelaria tendrá la oportunidad de seguir celebrando años.

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