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Medio Ambiente

Más de la mitad de la superficie de Gran Canaria está degradada biológicamente

La tala tras la Conquista impulsó la erosión y la pérdida de la tierra fértil en el mar l Las reforestaciones desde el siglo XX han recuperado entre el 10 y el 14% de la Isla

Matías Vega enseña el desolado paisaje de mitad del siglo XX en Tejeda. fedac

La Fundación Canaria para la Reforestación alerta de que el 90 por ciento del suelo en Gran Canaria está en riesgo de desertización, y más de la mitad de su territorio "ya se ha degradado biológicamente", según subraya el gerente de la Fundación Foresta, Sergio Armas.

Armas indica que, por tanto, "la tierra ha perdido sus propiedades naturales de productividad, todo esto en una zona geográfica catalogada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, como "un territorio semiárido y árido, con un riesgo de desertificación entre alto y muy alto y muy bajo nivel de precipitaciones que abarca a toda la provincia de Las Palmas".

La situación comienza desde el minuto uno de la Conquista. A finales del siglo XV, y según reflejan las crónicas, se habla de la Selva de Doramas, única denominación que recibe en el archipiélago una masa forestal, lo que indica, según Sergio Armas, el elevado grado de humedad y lo intrincado de aquella foresta que cubría el norte insular grancanario, sobre todo gracias a su enorme area de captación de lluvia horizontal, y que es capaz de irrigar el suelo hasta cinco a siete veces más que la vertical.

En vísperas de la Conquista la isla lucía verde en un 60 por ciento de todo su territorio, que va mermando exponencialmente a medida que se desarrolla la nueva economía importada por los europeos.

Son siglos de explotación, cuando no de despeje para ganado o la agricultura 'industrial' de la caña de azúcar, en una cadena que también nutre a las embarcaciones que trasiegan hacia África y América y que requieren de la pez para calafatear los cascos, así como de maderos y tablones, a lo que se añade la fabricación de carbón vegetal o la pura arquitectura.

El resultado, tras esa tala masiva, según el gerente de Foresta, es el de "un suelo que queda sin la sujeción de las raíces. Esto implica que con cada lluvia el agua lava la superficie, arrastrando la cubierta vegetal y enviando la tierra con los mejores nutrientes hacia el mar", con la consiguiente erosión y degradación de la capa superficial del territorio.

"Y es aquí donde radica uno de los problemas actuales que sufre la isla.", incide Armas, "el de una erosión fue tan fuerte que dañó la potencia del suelo al punto que no quedan suelos profundos en toda la superficie".

Eso repercute, siempre según Foresta, en el crecimiento de los árboles, ya que "la raíz no entra en profundidad porque a pocos centímetros ya se encuentra con roca madre". El panorama empeora con la falta de cobertura vegetal lo que a su vez incrementa la evapotranspiración de los suelos, es decir, una pérdida de agua en la tierra por evaporación debido a la falta de sombra, que son los ingredientes necesarios para la tormenta perfecta. Tan perfecta que aquél 60 por ciento de masa forestal se queda en un raquítico 3 por ciento a principios del siglo XX.

Territorio hostil

La imagen a mitad del siglo XX es desoladora. Conocedores de la gravedad que suponía la falta de árboles con graves problemas de erosión y la deforestación masiva convertían la isla en un territorio estéril y hostil, así que el antiguo Icona, (Instituto de Conservación de la Naturaleza), "comienza a promover acciones de reforestación a través del consorciado de montes que hoy cubren nuestras cumbres. El Cabildo, desde la época en lo que presidía Matías Vega, la Real Sociedad Económica y el grupo montañero Gran Canaria, junto a la Fundación Foresta, subraya su gerente, "han sido los principales artífices aunque no los únicos que en los últimos 60 años han revertido esta situación de deforestación consiguiendo que actualmente tengamos entre un 10 o un 14 por ciento de la superficie insular cubierta de bosques".

No sin golpes de gracia, como el incendio que en 2007 arrasó con más de 18.000 hectáreas de la vertiente sur de Gran de Canaria, pero que a la postre supuso un nuevo paradigma en la percepción social del valor medioambiental que representa la masa arbolada para la isla.

Desde ese momento, apunta Armas, se produce "un cambio de conciencia", con un impulso de entidades como el propio Cabildo, que dedica buena parte de su esfuerzo a pintar de verde la isla, y que también repercute en un mayor apoyo ciudadano. En el caso de Foresta, que se apoya en el voluntariado como eje principal de su labor, señala que la "base de datos de voluntariado en estos momentos es la mayor de Canarias con más de 2.000 registros de ciudadanos dispuestos a trabajar en ello".

Foresta, que a lo largo de su trayectoria ha ejecutado más de 750 acciones en 240 localizaciones de Gran Canaria, ante la amenaza de desertización, "un proceso que cuando llega a un umbral es irreversible", plantea su alternativa para enriquecer esos suelos, que es la de "generar una vegetación que sea capaz de vivir en esa situación, como las propias especies forestales de Canarias, que están acostumbradas a las duras condiciones de nuestro territorio". Y también un sistema de más largo recorrido "adaptando las repoblaciones no a la realidad actual sino a la que se van a encontrar los árboles dentro de 20 o 30 años".

Donde hoy se debería plantar laurisilva, "se introduce termófilo o especies de transición entre el termófilo y laurisilva para preparar a los ejemplares a los que nos depare el futuro", concluye.

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