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Ingenio

"Teníamos la vida vendida en el pozo"

"Todo era muy precario", describe uno de los cuatro poceros que recuerdan sus condiciones de trabajo con motivo de una exposición

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Encuentro con poceros y exposición sobre el oficio en Ingenio

"'¿Te moriste?', le pregunté a mi compañero en uno de los pozos de Benítez en el que estábamos trabajando. Nos encontrábamos a casi 300 metros de profundidad. Era Felo. No me acuerdo de sus apellidos. Era de Telde y vivía en Carrizal. Me respondió 'Me morí", recuerda Sebastián Romero Cabrera, de 89 años, uno de los cuatro expoceros reunidos por este periódico con motivo de la exposición 'El rincón de los poceros', incluida en el XXIV Festival de Folclore.

Sebastián asegura que trabajó en todos los pozos de Ingenio en casi cuatro décadas de su vida. Mientras, Jesús Sánchez García, de 68 años, resalta que "teníamos la vida vendida dentro del pozo por lo mal preparado que estaba todo y por la precariedad. Los ventiladores eran malos. Pasabas mucho frío, encima que estabas sudando, los apagabas y no volvían a funcionar. Y había mucho gas con demasiada frecuencia. Así era hasta hace treinta años". Una de sus peores vivencias fue la siguiente: "Trabajábamos en un pozo de Agüimes. Estábamos a 370 metros. Se rompió el cable y una campana. Estábamos temblando. Y nos sacaron".

Sebastián Romero explica con más detalle por qué circunstancias se produjo su pregunta y la respuesta. "Estábamos a esa profundidad. Se rompió el cable con el que subíamos. Empezó a salir el gas. Nos quedamos inconscientes. Lo vi todo morado. Nos preguntábamos de todo cuando fuimos recuperando la conciencia. Fue una situación muy parecida a la que murieron los dos trabajadores en junio de 1974. Nosotros tuvimos más suerte". "Me dediqué a esta profesión e hice de piquero porque no había otra profesión mejor y porque me gustaba. También se dedicaron a esto mis hermanos Manuel y Antonio", añade.

Ru hermano Antonio Romero, de 81 años, afirma de forma rotunda: "Estamos vivos. Escapamos locos". Trabajó en este oficio porque "se ganaba dinero". Primero lo hizo como terrero. "Me encargaba de tener los ojos bien abiertos para sacar la tierra y para estar pendiente de los avisos de los compañeros que estaban dentro del pozo", comenta. Después, trabajó como piquero sustituyendo puntualmente a los que faltaban y luego fijo. "También lo hice en la fábrica de agua de El Toscal", señala.

Luis Castro Hernández, que recientemente cumplirá 82 años, estuvo de sus 42 años de su vida laboral, extactamente cuatro décadas en los pozos del Conde de la Vega Grande. También vivió todo tipo de averías, como la rotu-ra del cable, pero "era en lo que más se pagaba, aparte de las carencias".

Jesús Sánchez García es el más joven de los cuatro poceros que se acercaron ayer al Centro Cultural Federico García Lorca para conocer la exposición titulada El rincón de los oficios: Los poceros, que está incluida en el XXIV Festival Internacional de Folclore, una muestra solidaria de los pueblos que se inaugura mañana y estará abierta hasta el día 28 de julio.

Los pozos están muy ligados a la historia y a la agricultura de Canarias en general y de Ingenio en particular. Según datos del cronista oficial de Ingenio, Rafael Sánchez Valerón, unos 5.000 pozos existen o existieron en el Archipiélago canario, de los cuales la mitad se encuentran en Gran Canaria, y de estos 87 en el término municipal ingeniense. La crónica negra también existe en este oficio.

Uno de los últimos fallecidos fue un trabajador en Agüimes, en el pozo de La Pavón. En Ingenio murieron Antonio Sánchez Pérez, de 33 años, casado y con cuatro hijos, y Antonio Artiles Fernández, de 43 años, casado y con siete hijos, el 14 de junio de 1974 en el pozo de Juliano Bonny, en el Cercado de Matos. Estaban a 300 metros de profundidad. Perecieron por la emanación de gas. Eran conocidos como los Ñicos, al ser llamados Antoñicos.

"Mi tío era Antonio Sánchez Pérez. De sus cuatro hijos, el más pequeño tenía sólo unos siete meses. Hacía quince días que se había comprado un coche", señala Antonio Ramón Tejera, concejal de Patrimonio Cultural y Desarrollo Etnográfico. "Para mi familia fue una gran desgracia su fallecimiento. Muchos de nosotros llevamos su nombre en su recuerdo. Estas dos muertes demuestran la precariedad laboral que existía. La idea de hacer esta exposición, como reconocimiento a los poceros, fue de la alcaldesa, Ana Hernández", agrega.

La exposición está organizada por la Asociación Cultural Coros y Danzas de Ingenio, junto a la concejalía de Patrimonio Cultural y Desarrollo Etnográfico, y con la coordinación del técnico Emilio Sánchez.Aperos de trabajo

La muestra sobre el oficio de los poceros reúne instrumentos de trabajo que usaban, cedidos por la Heredad Acequia Real de Aguatona, como la cesta -también llamada guindola, jaula y andamio-, cacharrón, lámpara y pico, entre otros. Se suma una campana prestada por parte de la familia Ramírez Guedes.

Asimismo, se añadió un tablón con un texto del cronista oficial en el que explica la historia de los pozos: de pasar, después de finales del siglo XV, a ser de poca profundidad -12 metros- y para cultivos para el autoconsumo, a aquellos de finales del siglo XIX y hasta la máxima expansión a mediados del siglo XX, siendo de mayor profundidad -300 o más metros- y con sobreexplotación del acuífero para satisfacer a los cultivos de exportación y a la población.

En esta edición del Festival Internacional del folclore se organizan también otras ocho exposiciones: Obtención del hilo de pita, de Peña del Pan; El calado de Ingenio: arte y tradición, coordinada por María Sánchez Jiménez y María Cleofé Ramírez Nuez; Setenta aniversario de la A. C Coros y Danzas de Ingenio; Tan diferentes, pero tan iguales, de Juan Ángel Montoya Ruiz, sobre costumbres populares; Instrumentos étnicos del mundo, de A. C. Coros y Danzas; Exposición del fotografías del vestuario tradicional de la región de Murcia, de Jesús Saorín Piñera; El festival con el Patrimonio Cultural Inmaterial declarado por la Unesco, de Este Canal y A. C. Coros y Danzas; y Certamen de dibujo y relato breve.

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