No asimilo todavía la realidad del fallecimiento de Chano Monzón, amigo entrañable, paisano galdense, escritor, investigador, historiador, poeta sobresaliente, archivero municipal, hijo Predilecto de la Ciudad de Gáldar, docente laureado, entre otras distinciones y condecoraciones, con la Encomienda de Alfonso X El Sabio. La muerte de Chano Monzón es la triste noticia que recibo a través de la edición digital de LA PROVINCIA y a mucha distancia de la Real Ciudad que me hace imposible estar presente en las honras fúnebres de hoy en Agaete. Rosa María Martinón, otra ilustre paisana galdense, lo definió en más de una ocasión como "el Guillén Peraza de nuestra literatura poética reciente" al que calificó además de "exponente más fiel del amor a su Gáldar ancestral, a la que sabe dar vida continua en su incesante renacer poético".

Sebastián Monzón recibió en vida merecimientos múltiples derivados no sólo por su dilatada dedicación a la Enseñanza, sino también por sus labores investigadoras y como escritor, historiador, poeta y archivero municipal. Es difícil descubrir a un poeta en la traza del amigo Chano, médula, meollo, núcleo de extraordinario estudioso de archivos, que llevó en su prodigiosa memoria ordenadas acotaciones de los siglos de la historia de Agáldar, que es como decir la gran historia de la Isla fortalecida por su fiel amigo, el drago del Ayuntamiento.

Compartimos el dolor con su esposa, Angélica García Álamo, que con toda seguridad, en el momento de la exhumación del cadáver musitará los versos de su "Romance de las Princesas en la muerte de Pedro el Rey". Seguro que el poeta llorará al escuchar a Angélica, su artista preferida, fiel esposa, modélica madre y sincera amiga de sus amistades. Hasta su nieto Yone Rodríguez tecleará las cuerdas de su timple, para gozo del abuelo.

Chano Monzón pudo haber sido doctor en Historia, incluso hubiera podido desempeñar cargos al servicio de la cultura insular, o fuera de las Islas. Pero él amó al Noroeste como pocos y allí quiso vivir hasta la muerte: primero, en su Gáldar natal; más tarde, en Agaete, donde residió desde su boda hasta la muerte, cautivado por la sencillez exultante y la cordialidad de sus gentes, y le dio a Angélica como compañera y un hogar con alegría de hijos, y de nietos.

Para Chano Monzón, excelente amigo y destacado galdense, va nuestra oración, afecto y recuerdo imperecederos.