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Análisis

En manos de la providencia

Fuego inmisericorde en las Medianías de Gran Canaria l Horror de llamas, horror de humos, pardos, negros y blancos

Imagen de la columna de humo del incendio de Valleseco, ayer. josé carlos guerra

Fuego. Fuego inmisericorde en las Medianías de Gran Canaria. Horror de llamas, horror de humos, pardos negros y blancos, que se escapan, desde distintos lugares de las montañas, como géiseres gigantes, ancestrales aliados de nuestros extinguidos volcanes. Es el efecto, el mensajero, porque la causa, es un bello espectáculo de llamas rojas, que se levantan, desaparecen, vuelven, en un toma y daca, de esperanzas y desesperanzas.

Sí. Es un bello espectáculo, para el que no se juega nada en estas demoniacas imágenes, pero no para los que, detrás de este engaño de atardecer luminoso, reina la destrucción de nuestras pequeñas selvas de pinos milenarios, que han propiciado suelos y techos de casas campesinas, con sus resinosas teas, la destrucción, por muchos años, de nuestros campos, emparedados en muros artesanales de piedras irregulares, barridos, abatidos, áridos, que recuerda al Mio Cid cuando una niña niega albergue a D. Rodrigo porque si lo hicieran los esbirros del Rey llenarían de sal los pobres campos de sus padres.

Lo que está ocurriendo es mucho mas que lo anterior. Esto es una tragedia de muchos condenados. Añoramos la nieve y sol en la Cumbre ( Sombras del Nublo, de Néstor Alamo). Aquí hay fuego y sol, donde cientos de esforzadas personas luchan hasta el agotamiento total, para detener al caballo desbocado, que se escapa ya a la búsqueda del pinar de Tamadaba y de la sagrada montaña de Tirma. Invoquemos al Dios aborigen Alcorán quien quizás quiera ayudar a los cientos de personas que duermen en los polideportivos, a los que han tenido que abandonar sus casas, sus animales, sus cultivos, en una desesperanza propia de Sísifo. Esta mañana [por ayer] he visto en mi pueblo amado de Valleseco, en el parque y en las calles, a sus habitantes, con la vista levantada a las montañas y al cielo. ¿Invocaban al cielo? ¿Invocaban la lluvia? ¿Invocaban los dulces alisios, subiendo por los amenazados barrancos?Valleseco está dividido por Madre del Agua, Lanzarote y Valsendero. Ahora mismo, mientras escribo me comunican que han anunciado el desalojo del pueblo. ¿Llegará el humo y el fuego a mi finca del Zumacal?

Busco consuelo en Paracelso, que, considerando los cuatro elementos, (fuego, agua, aire y tierra) como espíritus, tan solo tiene reservas contra el fuego. Precisamente para ese fuego que castiga, daña, destruye y del que dice Jesús a los cristianos (Evangelio de S. Lucas,12,49-53): "He venido a prender fuego en el Mundo y, ojalá, estuviera ya ardiendo. Tengo que pasar por un Bautismo y qué angustia, hasta que se cumpla".

José Juan Ojeda Quintana. Vecino de Valleseco.

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