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Artenara y La Aldea, hermanas

Unos 30 vecinos evacuados de la cumbre se refugian del fuego en la residencia escolar de Cuermeja | El municipio aldeano se vuelca con los afectados

Artenara y La Aldea, hermanas m.m.

Los vecinos de Artenara que fueron evacuados a tiempo el pasado domingo se refugian de las llamas y el humo en La Aldea. El municipio norteño ha puesto la residencia escolar de Cuermeja y la de mayores a disposición de los vecinos afectados por el incendio. "Sólo puedo dar las gracias a todos los aldeanos por acogernos con los brazos abiertos", destaca Isabel Díaz, que tuvo que abandonar su casa en Las Arbejas.

El fuego ha sacado a relucir la solidaridad entre municipios. En total, cerca de cien evacuados de Artenara se resguardan del incendio en La Aldea, aunque las instalaciones municipales acogen oficialmente a unas 30. "No tenemos datos oficiales de cuántos hay, pero en Cuermeja hay unos 20 y en la residencia de mayores 10 que llegaron el domingo del centro de Artenara", detalla Tomás Pérez, alcalde de La Aldea.

El propio regidor se quedó sorprendido por la rápida movilización de los vecinos de su municipio para ayudar a los afectados. "Entre ambas localidades existe un vínculo especial, ya sea familiar o por la cercanía, pero todos se han movilizado para echar una mano. Tengo que agradecer a todos las empresas que también aportan su grano de arena, ya sea de restauración, textil o supermercados", añade.

Inicialmente, algunos desalojados de Artenara se trasladaron a la residencia escolar Manuel Sosa de Gáldar, como es el caso de Paula Díaz, que después de evacuar Lugarejos se "mudó" a La Aldea: "Los vecinos de la cumbre somos gente de pueblo. Para mí el casco de Gáldar es demasiado urbano, y en una situación como esta quieres estar con tu gente y en un lugar tranquilo".

Paula es originaria de Gijón, pero lleva siete años viviendo en la Isla. Está enamorada de los parajes de los altos grancanarios. Ya con el incendio de la semana pasada tuvo que abandonar su vivienda en Lugarejos. "Fue un susto grande, y el propio casero me invitó a pasar la noche en Las Palmas de Gran Canaria aunque al final no hubo peligro", recuerda.

En esta ocasión, la asturiana ya preparó las cosas desde el sábado. "Las condiciones eran diferentes, hacía mucho calor y había viento fuerte". Pero como muchos residentes de la cumbre, que viven incendios cada ciertos años, se confió: "Teníamos el antecedente del fuego de la semana anterior y confías en que lo van a tener controlado otra vez. Además, tú confías en que si hay peligro te desalojen, como ya hicieron la semana pasada a las dos de la mañana".

El domingo, después de pasar una noche sin apenas dormir, controlaba la cantidad de humo que había en el aire para ver si debía tomar la decisión de evacuar ella misma. "Estuve toda la mañana pendiente de las noticias, mirando como avanzaba el fuego y si el humo era más denso o parecía que se acercaba", describe Paula.

Pero en esta ocasión el incendio fue mucho peor de lo que esperaba. "Cuando ya la humareda se volvió muy densa comencé a meter las cosas en la furgoneta. Luego sonaban las sirenas, pero los coches de policía seguían hacia Barranco Hondo", explica.

Ante este panorama, Paula decide que es el momento. Convive con dos perros y no quería dejarlos atrás. "Ya me fui con ellos la última vez, no soy capaz de dejar a los animales en una situación así", indica.

Entonces la policía autonómica comenzó a desalojar Lugarejos. "El vecino Miguel fue quien avisó a todos. Nos reunimos en el aparcamiento y mis perros estaban saludando a todos, incluidos los agentes". Fue entonces cuando le pidieron que no se llevase a sus animales. "Me dijeron que me olvidara de los perros", revela. Paula abrió la puerta de su furgoneta y Tara y Koke se subieron a toda velocidad. "Les encanta viajar".

Protocolo para los animales

Como cualquier dueño que tenga un mínimo de amor por sus animales de compañía no los dejó atrás. "Para mí no era una opción", sentencia Paula, que está con sus perros en La Aldea. Una conocida suya no pudo hacer lo mismo. "Una vecina de Coruña no pudo soltar a sus animales y ahora está hecha polvo, está destrozada porque tiene ovejas y están a merced del fuego", explica.

Ambas charlan en la residencia escolar de Cuermeja sobre un protocolo para los animales. "No se puede abandonar una vida a la suerte de si el fuego pasa o no, tienen que tener sus opciones", insiste Paula, que sale a dar un paseo con Tara y Koke por los alrededores del colegio.

Dentro, los voluntarios de La Aldea hacen todo lo posible para que los desplazados estén los más cómodos posibles. Hay varias familias enteras, como una pareja de La Cuevita, que abandonó su vivienda con su hija de 11 años y otro niño de apenas tres meses.

La concejala de Artenara Yaiza Quintana se encarga de que a nadie le falte nada. "Quiero agradecer a los vecinos de La Aldea, porque nos han facilitado todo en estos momentos tan duros", comenta. Unas 30 personas pasarán las próximas noches en Cuermeja hasta que puedan regresar a sus casas. "Huimos del fuego por Acusa y todos están preocupados por sus casas", explica Quintana.

Al otro lado de La Aldea, Juana Ramos se encarga de los diez vecinos del centro de mayores que fueron evacuados de Artenara. "Nos sacó Cruz Roja, todos son mayores de 80 años y están muy bien atendidos aquí", resalta Ramos, auxiliar de enfermería.

Los mayores siguen por televisión las noticias del incendio y todos se llevan las manos a la cabeza cuando ven las llamas en Tamadaba. Precisamente, de vuelta en Cuermeja, Isabel Díaz es vigilante del área recreativa y acampada de Tamadaba. Abatida, cuenta como las llamas pasaron cerca de su casa hasta en dos ocasiones en una semanas.

"Esta vez el fuego es mucho más agresivo. Calor, viento, poca humedad y falta de lluvias, todos los ingredientes para este incendio", detalla la vecina de Las Arbejas. "No he visto unas llamas así en mi vida, tuvimos que salir de allí pitando. Dejé en casa a mis tres perros, un loro y los gatos. Están a salvo, tienen comida, agua y no les pasará nada", añade.

Isabel tiene un vínculo especial con Tamadaba. Lleva 16 años trabajando con los campistas y no puede contener las lagrimas con la desgracia. "Cuando la noche del sábado vi que las llamas llegaban al pinar... se está quemando parte de mi vida", manifiesta. Esta vecina asegura que se siente orgullosa de la gente visitaba Tamadaba. "Todos cuidan el pinar, lo mantienen limpio, lo disfrutan. Es el pulmón de la Isla".

El domingo huyó del incendio por Acusa. "Muchos tuvimos que usar esa vía, las otras eran peligrosas", reconoce. Junto con Paula y otras vecinas de Artenara, pasan los días en La Aldea esperando que el incendio esté controlado. "No sé cuándo volveremos, no creo que haya pasado nada porque el fuego pasado ya quemó todo". Artenara y La Aldea se hermanan con la desgracia de las llamas.

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