Los pastores de los altos de Gáldar continuaban huyendo durante la mañana de ayer hacia la parte baja del municipio. Su única preocupación era salvar a los rebaños de un fuego que descendía imparable. La huida se inició el pasada sábado y personas y animales no han parado desde entonces de correr delante del fuego. Tres rebaños estaban refugiados ayer en Caideros y Fagajesto pero otros cuatro con cerca de un millar de ovejas y cabras tuvieron que salir a escape el domingo por la noche desde la carpa de Caideros, donde habían sido colocados en un primer momento. Poco después del mediodía de ayer llegaron a Saucillo y guardaron a los animales en el campo de fútbol. Los ganaderos, que se debatían entre la rabia, la impotencia y el miedo, intentaban quedarse con los animales en el campo de fútbol, algo difícil porque los últimos vecinos fueron desalojados poco después del mediodía.

Unos diez caseríos han sido desalojados en esta ocasión, algunos de ellos por segunda vez en una semana. Poner a salvo los animales. Esta es la principal preocupación que no deja dormir en estos momentos a los pastores, que temen que el fuego arrase con todo el pasto y no quede comida para ovejas y cabras.

Uno de los rebaños evacuados, el de Airam Rivero Bethencourt, comenzó la huida el sábado desde el Cortijo de El Gusano a donde llegó hace sólo unas semanas procedente de San Lorenzo, en la capital grancanaria, en busca de mejores pastos.

Primero recaló en Caideros, pero anoche empezaron también a evacuar este barrio y ayer llegó hasta Saucillo.

Los miembros de la UME se emplearon a fondo y lograron poner a raya el fuego y pararlo justo en la entrada de Caideros, aunque todo el mundo dio por hecho que las llamas llegarían al barrio. A última hora de la tarde hubo un conato en Saucillo, que se intentó controlar con hidroaviones y helicópteros.

El nerviosismo era evidente entre los ganaderos, que no paraban de mirar a las columnas de humo que se veían allá arriba en lo más alto. Estaban preocupados no sólo por el riesgo que corren sus animales -que son como parte de la familia- sino también por el destino que han corrido sus casas que han tenido que dejar atrás de prisa y corriendo. Uno de los pastores refugiados en Saucillo es Flora.

Su casa de El Montañón no se quemó, pero el fuego la rodeó por completo. Ayer se la veía nerviosa, dándole de beber a las ovejas. Seguramente temía que el fuego llegara a lo corrales de sus animales o se cargara el pasto. "También está nerviosa porque el fuego pueda llegar hasta aquí", comentaba Daniel Díaz otro pastor de El Inciensal refugiado en Saucillo.

Fastidiados

"Estamos fastidiados porque se nos está quemando todo. Cuando los animales salgan de aquí no sabemos qué van a comer. Si se quema el pasto van a tener que comer a ración, millo o pienso. Nuestra principal preocupación es no perder las ovejas", indicaba Díaz, que esperaba que no entrara el fuego en el campo de fútbol, aunque tampoco descartaba la posibilidad de tener que seguir bajando.

Los animales también se veían muy afectados por el calor y el trasiego. "Está haciendo mucho calor. Les estamos echando agua con los primeros cacharros que apañamos. Lo principal es que a ellas no les pase nada y lo siguiente es que no se queme el pasto. Hemos dejado las casas atrás. Esperamos que no se quemen. Todo la zona cercana está limpia porque soltamos las ovejas alrededor de las casas y están limpias de pasto. De todas formas, siempre hay miedo de que el fuego coja una ventana y prenda, aunque esperamos que, en el peor de los casos, las llamas pasen rápido porque no hay maleza para quemar".

Tania, de El Galeote, sólo quería subir a Caideros para darle agua a sus animales, que formaban parte de los tres rebaños que seguían refugiados en Caideros. "Esos animales están arriba sin beber agua y no nos dejan subir a darles una vuelta. Y no hay manera de contactar con nadie", se quejaba nerviosa Tania.

No había forma de subir ni a Caideros ni a Fagajesto. Los únicos que quedaban después del mediodía de ayer en Saucillo, además de los pastores y algunos vecinos rezagados eran empleados de la Concejalía de Vías y Obras del Ayuntamiento de Gáldar, que esperaban con seis cubas cargadas con más de 87.000 litros a que la Guardia Civil les diera la orden para subir. "Intentamos apagar lo que pudimos hasta hace dos horas; salvar un par de casas y soltar animales, pero nos echaron. En la parte de atrás del coche tengo una oveja y un baifo que no sabemos de quien son", informaba Esteban. Poco antes de las dos de la tarde comenzaron a subir las cubas.

A punto de irse estaban también Pepe Mendoza, dueño del restaurante Saucillo, su hija María José Mendoza y su mujer Sebastiana Díaz, que parecían resistirse a dejar la casa y el negocio, pese a la orden de evacuación. "Nos desalojaron a las doce del mediodía. Estamos esperando para irnos a que mi marido se ponga unos zapatos porque no puede manejar el coche con las esclavas", aclaraba Sebastiana. No eran los únicos que prolongaban el momento de dejar las casas a merced del fuego. Muchos se demoraban hablando en los arcenes de la carretera. Al lado del restaurante había una camioneta con 27 bombonas de gas butano listas para sacarlas a escape en cuanto surgiera la más mínima amenaza de que el fuego pudiera acercarse a Saucillo. "Son las bombonas del restaurante. No me han dejado gas ni para hacer un café", bromeaba Mendoza con los zapatos en la mano. "Anoche", recordaba, "nos fuimos a Agaete porque estamos de vacaciones y cuando llegamos nos encontramos la puerta cerrada y a un montón de gente que venía de Caideros y El Fondillo. Abrimos y les pusimos café y agua y aquí estuvieron hasta las 5:30 de la mañana. Se quedaron hablando y esperando a ver si se apagaba el fuego".