"San Bartolomé se queda aquí para guardar el pueblo". Así de rotundo se mostró Raúl Afonso, alcalde de la Villa de Moya, cuando le sugirieron evacuar la figura del apóstol de la iglesia de Fontanales, amenazada durante la madrugada del lunes por el fuego. Afonso reconoce que durante unas horas temió que las llamas arrasaran las viviendas del casco y se encomendó al santo, a quien le pidió que le ayudara a controlar que el fuego no llegara a las casas y no llegó. En señal de agradecimiento, el edil moyense prometió que peregrinará hasta la basílica desde Moya.

La tranquilidad cotidiana del pago moyense de Fontanales quedó completamente rota por los crujidos de las llamas que poco a poco iban abrasando la vegetación de las inmediaciones del casco. La habitual estampa de la iglesia de San Bartolomé alzándose sobre las casas blancas, se transformó en una postal dantesca con la incandescencia del fuego y un humo denso cercando este bucólico entorno. Donde, de no ser por el incendio, imperaría la algarabía con motivo de las fiestas patronales en honor al apóstol, suspendidas por el Ayuntamiento como medida preventiva.

En lugar de la música de la verbena, silencio. En lugar de sonrisas y brindis en los ventorrillos, caras de consternación y perplejidad entre quienes permanecieron en la localidad para guiar a los efectivos de emergencia por los senderos y atajos con el fin de atacar el fuego desde la mejor posición. Así, con los vecinos progresivamente evacuados al Polideportivo Municipal de la Villa de Moya -primero los de Aguas de Fontanales y Lomo El Marco, a los que se sumaron los de Fontanales, Hoya del Cavadero y El Tablero- y encomendándose a un milagro de San Bartolo para que intercediera y salvara las casas, queserías y explotaciones ganaderas de la zona, se hizo el milagro. En forma de empeño, garra y profesionalidad de la veintena de efectivos del Servicio de Bomberos del Cabildo de Fuerteventura y de San Bartolomé de Tirajana y el ímpetu de un grupo de seis vecinos resistentes, quienes lucharon mano a mano durante más de veinte horas hasta lograr estabilizar el frente.

"Ayudamos a atacar el fuego con la cuba del Ayuntamiento", explica exhausto Ángel Rivero, presidente de la Asociación de Vecinos de San Bartolomé, quien detalla que su amplio conocimiento de los caminos forestales de la zona, tras toda una vida viviendo en Fontanales, les dio seguridad para poder acceder sin peligro a diferentes puntos en los que pudieron refrescar el terreno y evitar el avance de las llamas, especialmente en la zona del cementerio y Aguas de Fontanales.

Junto al alcalde y varios concejales, los vecinos recorrieron durante la noche los barrios para evaluar los posibles daños y cerciorarse de que no quedaba nadie en las viviendas. Además, atendieron las necesidades de los bomberos llevándoles bocadillos, agua, refrescos y café, para evitar que los efectivos tuvieran que abandonar el terreno en el que estaban trabajando sin descanso.

"Ver el pueblo con el fuego tan cerca fue muy triste, te sientes impotente", sostiene Rivero, quien añade, tumbado en la cuneta de la calle principal del casco, que "ahora toca descansar, pero primero tenemos que asimilar todo".

El alcalde de Moya, que permaneció en Fontales durante toda la noche, asegura que el incendio bajaba con mucha violencia hacia el casco y temía que no se pudiera controlar. "El fuego llegó a la loma de la finca de la Heredad con una virulencia extrema, las llamas podían alcanzar los 20 o 30 metros en algunos momentos", señala Afonso, quien reconoce que se vieron desbordados y "con la impotencia de no poder hacer nada, porque no dejaban que nos acercáramos".

Afonso apunta que con los primeros rayos de sol llegó la tranquilidad al ver que el fuego estaba más controlado, "desde que cayó la noche y hasta las 3.30 de la mañana pasamos unas horas horribles". El alcalde moyense vivió las primeras horas de la jornada en la que debía celebrar su cumpleaños luchando contra el fuego con el temor de que llegara a las viviendas de sus vecinos.

Para Afonso uno de los momentos de más carga emocional de estos días tan difíciles fue tener que convencer a varios vecinos mayores de que tenían que abandonar sus viviendas por seguridad. "Decían que a su edad preferían quedarse en su casa e irse allí, donde tienen su vida", recuerda emocionado el alcalde moyense, quien añade que finalmente todos colaboraron y fueron evacuados sin problema.

Mientras en la zona cumbrera del municipio se trabajaba sin descanso para frenar el incendio, en el casco de Moya se desataba una ola de solidaridad que desbordó todas las previsiones. Decenas de vecinos se presentaban como voluntarios en el Polideportivo Municipal para atender a los evacuados. Unas empresas locales han ido donando alimentos y otras se han encargado de preparar diferentes platos de comida caliente para hacer más agradable la estancia de las personas que no pueden acceder a sus casas. "Parece que tanto el equipo de Gobierno como los vecinos llevábamos meses ensayando la evacuación", señala Afonso.

Mari Carmen Pérez, encargada de la quesería Madre Vieja, ante la desesperación de no saber en qué situación se encontraban sus animales se acercó durante la noche del domingo todo lo que pudo a Fontanales. "Era un horror. Me abracé a mi hermano y le dije que nuestra madre, que está en el cielo, nos iba a ayudar", rememora conmovida mientras descansa en el Polideportivo tras pasar toda la noche en vela, porque "cerraba los ojos y veía ardiendo a los animalitos". Durante la mañana de ayer Pérez y su familia pudo comprobar que el incendio no había afectado ni a su casa, ni a su explotación ganadera y pudieron acercarse para poner agua y ordeñar a las más de 100 cabezas de ganado.

Una suerte diferente corrió la ganadería de Francisco Díaz, de la quesería Hoya del Cavadero, quien durante la tarde del domingo decidió evacuar a sus vacas y ovejas hasta la finca de un vecino. Ayer recibió la solidaridad de media docena de ganaderos de la Isla, que le ayudaron con sus camiones a trasladar a los animales al Recinto Ferial La Fragata, junto al casco de Moya.

En ese mismo punto se encuentran las vacas de raza canaria de Juan José Arencibia, quien junto a su mujer Elisa Ramos, responsables de la quesería Los Castañeros, decidieron evacuarlas, incluso horas antes de que las autoridades los desalojaran a ellos. Arencibia ha pasado ya dos noches al raso en el pesebre, junto a sus reses.

Al cierre de esta edición, la Policía Local de Moya informaba de que ya no había fuego descontrolado en el término municipal. Aún así, se mantenían en guardia las tareas de enfriamiento del terreno. Las autoridades municipales esperan que los vecinos puedan volver hoy a sus casas, pero todo depende de cómo evolucione el incendio.