La tranquilidad se abrió paso en el rostro de los moyenses que ya han podido regresar a sus hogares y comprobar que ni sus casas, ni su ganado, ni sus plantaciones sufrieron los efectos del fuego que rodeó el pago de Fontanales en la madrugada del lunes y que obligó a evacuar a cerca de 300 habitantes de la localidad. A última hora de ayer el alcalde de la Villa de Moya, Raúl Afonso, comunicó a los vecinos que todos, excepto los de El Tablero, podían regresar a sus casas. La noticia fue recibida con un enorme júbilo, ya que el cansancio empezaba a hacer mella entre los evacuados. Durante la jornada de ayer muchos se acercaron a sus viviendas, siempre acompañados y de forma controlada, para atender a los animales y, a la vuelta, compartir las buenas noticias con sus vecinos de que no habían sufrido daños materiales.

Entre las personas evacuadas había niños y jóvenes, que pasaron las horas entretenidos con juegos más habituales entre los mayores, como son el bingo y las cartas; y personas de edad más avanzada, que el Ayuntamiento de la Villa de Moya alojó en una vivienda vacacional cedida por una vecina, para que estuvieran cómodos y su estancia lejos de casa fuera más llevadera.

"Mis padres lo están viviendo como las vacaciones que nunca han tenido", explica Nadina López, hija y cuidadora de Antonio y María Luisa, dos ganaderos que a sus 92 y 86 años, respectivamente, no habían dormido nunca fuera de su casa para disfrutar ni de un día de descanso. "Estamos muy agradecidos, porque nos encontramos con un hotel de lujo", señala López, quien explica que sus progenitores, junto a otros cinco veteranos vecinos de Fontanales están viviendo como una gran familia uno de los momentos más difíciles a los que se han enfrentado en su prolija vida.

López, dando muestra de que al mal tiempo hay que plantarle buena cara, relata entre risas que las noches en esa casa "son muy divertidas", porque "cuando no habla uno, el otro ronca o se ríe porque no se puede levantar". "Me ha tocado hacer de madre de los siete ancianos y los atiendo con todo el cariño, pero también me toca poner un poco de orden", reconoce López, quien también fue desalojada de su vivienda en Aguas de Fontanales, de la que tuvo que salir de madrugada, con lo puesto y cerrando los ojos para no pensar que dejaba atrás a sus cabras, ovejas y gallinas.

"En mi vida ni había cogido tantos nervios y ni había llorado tanto por la impotencia de no poder nada", admite López, que se muestra convencida de que San Bartolomé, el santo patrón de Fontanales, "algo tuvo que hacer porque el fuego se quedó a la puerta de las casas". En un ámbito más terrenal, la vecina del pago moyense advierte de que en materia de protección ambiental "hay que hacerle más caso a los viejos, porque su sabiduría es muy valiosa y va pasando de padres a hijos". López detalla que antes estaba todo segado y limpio de maleza, "ahora no dejan coger nada y la pinocha es combustible", concluye.

A sus nueve años de edad, Anaís Quintana ha vivido algo que ni los más experimentados del municipio habían vivido hasta ahora. La madrugada del domingo fue evacuada de su casa junto a su madre, abuelos, tíos y primos. La pequeña reconoce que se asustó mucho y que incluso se le saltaran las lágrimas ante la inquietud de tener que dejar su hogar, sin saber cómo estará a su regreso, y por tener que enfrentarse a una situación novedosa y cargada de incertidumbre. "Vino la policía a buscarnos para que saliéramos por precaución, la primera noche no pude dormir mucho pero cuando supimos que todo estaba bien ya nos relajamos", apunta. Aunque ella es la única niña que duerme en el Polideportivo, pasa el día entre juegos con su primo de siete años Gabriel Díaz, que también está evacuado pero durante la noche se va a una casa en otro municipio. "Salgo a dar un paseo, vamos a la ludoteca o jugamos aquí", relata la pequeña.

Durante los días que los vecinos llevan evacuados, entre los corrillos se ha podido ver la inconfundible figura del párroco de Fontanales, Roberto Rivero. Ataviado siempre con su sobrero negro, su tradicional uniforme eclesiástico y una amplia sonrisa que trasmite sosiego a sus feligreses. "Es extraordinario que el fuego no dañara ni las viviendas ni las explotaciones ganaderas", exclama el sacerdote, "la noche antes parecía que no iba a quedar nada en el pueblo".

Muchos vecinos atribuyen a San Bartolomé "el milagro" de que Fontanales se salvara de las llamas, a lo que Rivero añade que "el apóstol clavó su cuchillo para frenar el fuego". El día 24 de agosto se celebra la festividad en honor al santo, por lo que el párroco confía seguir adelante con los actos religiosos programados. "Estoy seguro de que este año la celebración tendrá un cariz muy especial porque el pueblo está muy agradecido", afirma el cura.

En el casco de la Villa de Moya la vida continúa con normalidad, excepto porque en estos días muchos vecinos se acercan al Polideportivo para visitar a sus familiares y amigos y colaborar con todas las tareas necesarias para atenderles. Organizados con la disciplina de un buen equipo, los moyenses atienden a sus vecinos durante las comidas y, lo que nunca falta, son palabras de ánimo y el ofrecimiento de sus casas para que los afectados puedan ir a dormir o a refrescarse.

Durante la mañana de ayer, el incendio se reactivó en la zona alta de El Tablero. Los medios aéreos se acercaron a la zona para realizar varias descargas, que facilitaron el acceso a los efectivos terrestres de Medioambiente. Según los concejales que presenciaron la actuación, "se metieron en zonas de gran dificultad por lo escarpado del terreno". Finalmente, lograron controlar el fuego y se quedaron enfriando el área para evitar que vuelva a reactivarse.