La Provincia - Diario de Las Palmas

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Viviendo en San Borondón

Tiempo de silencio, tiempo de reproches

En el otoño suelo ir a la Cumbre con un par de sacos en el portamaletas del Passat para llenarlos de piñocha y piñas. Hace unos seis años, después de haber subido al Nublo con mis dos hijas, paré por allí, en un lugar apropiado, y empecé a recoger lo que buscaba. En esto se acercó un guardia forestal y me advirtió que lo que hacía estaba prohibido, y que hiciera el favor de dejar la 'mercancía'.

Más adelante me encontré con la Guardia Civil, y le pregunté si había inconveniente en limpiar el arcén y coger piñas y pinochas. Llené los dos sacos y, a mayores, el portabultos hasta los topes. Me creí obligado a decirles a los Guardia Civiles que este material era lo mejor que se había inventado, es un decir, para encender las chimeneas.

Es mucho mejor que los geles y las pastillas inflamables, o en hacer bolas de papel. La pinocha es como gasolina sólida; y las piñas, como granadas de mano. Como una de esas cerillas grandes se prende pinocha en el lecho de la chimenea; la pinocha prende la piña, y esa combinación prende el tronco de madera.

Mientras el campo tuvo vida propia, la propia actividad tanto humana como ganadera se encargaba de limpiar los montes de material potencialmente peligroso. Pero el medio rural se fue vaciando; aunque más exacto sería decir, lo fueron vaciando, al mantenerlo en un atraso invivible con respecto a los núcleos de población y sometido a un tormento reglamentario digno de la 'oficina siniestra' de los cómics de los 50 y 60.

Se fueron convirtiendo en parques temáticos de ver pero no tocar. En realidad desde los Ayuntamientos y desde el Cabildo, se ponen, con la mejor buena y beatífica voluntad del mundo, pero el camino al inferno está empedrado de buenas intenciones, como dicen los curas, todos los impedimentos posibles, las más sofisticadas dificultades, los más retorcidos argumentos, las más excéntricas recetas, las más arrogantes burocracias...para no hacer nada y que todo siga igual que en el cuaternario.

"Es la naturaleza, estúpido", me dijo un día, alterado por la discusión, un arrogante 'naturalista' urbano. "Pero la naturaleza quemada, deja de der naturaleza", respondí. No me cansé nunca de repetirlo: almacenar tanto combustible a expensas de un descuido, de una barbacoa, de un chisporroteo de un cable de alta tensión, que pasan por los sitios más insospechados, de un irresponsable soldador, de un idiota al volante de un todoterreno que tira la colilla por la ventana... Eran ganas de tentar al diablo.

Y el demonio actúa siempre que se le llama.

Hará unos diez o quizás doce años, porque esto viene de viejo, fue a LA PROVINCIA un agricultor creo recordar que de Gáldar. Se le había caído un muro de piedra, y empezó a poner las mismas piedras en el mismo lugar en el que estaban desde sus abuelos. Pues bien, le mandaron parar, y tuvo que iniciar el papeleo en el Cabildo. A los cuatro años de estarle tomando el pelo, desistió. El PIO que era la 'fuente del derecho insular' era inextricable e insondable. En marzo de 2018 un vecino de Marzagán pide permiso "por el conducto reglamentario", para quemar los rastrojos de su huerta, perimetrada, en un bidón, como suele hacerse. Le contestaron del Cabildo más de un año después, en junio de 2019, pidiéndole un proyecto técnico con indicación del grifo del agua etc.

Uno de los afectados fue a ver a Jerónimo Saavedra, entonces Diputado del Común. Para el ex presidente del Gobierno la razón de semejantes galimatías y laberintos puede der que los alcaldes, o las administraciones, no quieren "perder la clientela". Un vecino de la terraza del Mallow que escuchaba interviene: "En castellano, tenernos agarrados por los huevos, o por los ovarios, haciéndonos pasar por ventanilla... Ellos y los funcionarios así de sienten importantes".

Parece que está acreditado, por la mera evidencia visual, podemos prescindir de la científica, que eso de pensar a muchos les produce dolor de cabeza, que los pinares están sobrecargados de productos combustibles pinocha y piña, porque como nunca se recoge, ni se deja recoger, pues se acumula. Y que hay muchos terrenos particulares abandonados en barbecho. Más gasolina.

Pero la solución no es maximalista, como dijo el jefe insular de emergencias Federico Grillo: más de veinte mil personas y cientos (¿o miles?) de 4x4 arriba y abajo. Eso es una caricatura; y como caricatura incluso es excesiva.

En Galicia los montes privados y los prados y los caminos que por ellos pasan, los tienen que desbrozar sus propietarios. Este año el ultimátum de la Xunta y Ayuntamientos venció fue el 31 de julio. Los policías locales o los agentes forestales comunican a los dueños el polígono y parcela que tienen que limpiar. Miles de personas, entre dueños y maderistas, se ponen en movimiento desde marzo, que es cuando empiezan a llegar los avisos conminatorios.

En marzo, la Xunta ha fortalecido su parque móvil contra el fuego: ha comprado una docena de todoterreno cubas de uso polivalente parecidos a los 'Hummer' USA pero fabricados por Urovesa en Santiago, y se ha celebrado un concurso oposición para cubrir otras 269 plazas de agentes forestales de varias especialidades.

También hay en Gran Canaria otra asignatura pendiente: un reglamento de acceso y uso de los bosques. En buena parte de Europa, hay limitaciones de paso; además, prohibición absoluta de fuegos artificiales cerca del 'polvorín', aunque se enoje el Santo Patrón, excepto que antes haga llover; nada de barbacoas, excepto en los enclaves autorizados, y vigilados; prohibir fumar, hasta dentro de los vehículos, al entrar en la zona protegida... Mejorar la video vigilancia estática o con drones; ciclos de formación elemental de lucha contra el fuego para voluntarios locales; inspección continua del cableado eléctrico, etc.

Además, el cambio climático ya está aquí; y lo que se necesita son planes de emergencia, por fases, bien hechos, contemplando todos los lados del prisma, que se lleven a cabo. Las cartas a los Reyes Magos tienen que ir acompañadas de buen comportamiento previo. Si no, carbón.

Un amigo me decía que, "bueno, esto de la pinocha, las piñas, los cañaverales...es como el chocolate del loro". Pero cientos de miles de litros de gasolina y pólvora al aire no es ni chocolate ni una anécdota. Como hemos visto.

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