A Ana Espino, una ciudadana francesa de ascendencia española, le encanta hablar; y se podr´´ia decir que hablar con desconocidos es casi como una afición para ella, y eso le ha ayudado a soportar una larga espera para volver a su casa. "Hay un montón de gente a la que hasta ahora tan solo conocía de vista o con la que había cruzado cuatro palabras, nada más allá de un buenos días o un buenas noches" contó ayer en la escuela hogar de Tunte, horas antes de que pudiera volver a su casa, en el pueblo de Tejeda, "pero después de varios días conviviendo aquí, te empiezas a dar cuenta de lo que valen las personas".

Como ella, los vecinos de Tunte y de Tejeda han hecho piña. Muchos se han conocido apenas hace cuatro días como consecuencia de las evacuaciones producidas por el incendio de Valleseco, pero eso no ha significado que entre ellos hubiese el distanciamiento habitual entre desconocidos. Todo lo contrario; esta mala experiencia ha servido para que muchos se hayan acercado a personas con las que no habrían tenido contacto en otra situación. "Me he encontrado con una convivencia espectacular y he conocido realmente a las personas", apuntó Ana Espino.

Esta vecina de Tejeda ya no está asustada, a pesar de ser la segunda vez que la evacúan en una semana, puesto que en el incendio de Artenara la semana pasada fue trasladada hasta el polideportivo de San Mateo. Cuando vio las llamas del incendio de Valleseco, lo primero que hizo fue avisar a una conocida y preparar la maleta. "Ahora en Tunte es como estar en un hotel de cinco estrellas; hemos tenido un trato exquisito, hemos podido ir a la piscina e incluso fuimos a la bodega", relató.

Ana fue una de las más de 60 personas que pernoctaron durante tres noches en la escuela hogar de Tunte y que ayer pudieron volver a sus casas, después de que el operativo de seguridad diese luz verde al realojo de los vecinos del pueblo de Tejeda, La Culata, Cuevas Caídas y el resto de barrios aledaños al casco del municipio. Volvieron la mayoría, aunque algunas familias de los barrios de La Solana, El Chorrillo, El Espinillo, El Roque, El Juncal, Timagada y El Carrizal de Tejeda no han podido hacerlo aún al no disponer de electricidad en sus viviendas tras haberse perdido todo el cableado eléctrico por el paso del fuego.

Una de las familias que no pudo volver a su vivienda fue la de Josefa Ruiz. Llevaba tres noches durmiendo en Tunte y anoche tuvieron que hacerlo en el albergue de Tejeda. "Estamos mal porque dejar atrás lo único que tenemos es lo último que te esperas que pueda pasar", contó ayer, momentos antes de conocer que pasaría una noche más fuera de su hogar junto a su hija, su madre, y su padre enfermo.

La zona del Carrizal de Tejeda no fue alcanzada por el fuego "aunque estuvo cerca, pero justo detrás de la montaña el viento provocó que las llamas cambiasen de sentido y el incendio no se metiera en el pueblo", señaló, pero eso no supuso que se quedase tranquila, porque por momentos Josefa temió que el fuego arrasara su vivienda.

Después de que se iniciase el fuego, a las 15.50 horas de la tarde del pasado sábado, Josefa y su familia pasaron más de una hora incomunicados. "Cuando salimos a la calle y vimos el humo nos quedamos impactados, pero no teníamos señal de teléfono ni televisión y no sabíamos qué estaba ocurriendo". Dada las grandes columnas de humo, Josefa supuso que el incendio se había iniciado en una zona más cercana a su casa. "Cuando supimos que eran en Valleseco nos quedamos más tranquilos porque estaba lejos, pero de lejos nada, avanzó y casi nos alcanza", relató Josefa Ruiz.

El ambiente en el hogar escuela de Tunte ha sido de bastante calma. Tanta, que incluso algunos de los evacuados se han tomado su situación con mucho humor. Es el caso de María Rosa Sarmiento, vecina de Lomo La Laja, quien ha pasado cuatro noches allí alojada. El incendio no ha provocado daños en su vivienda, pero sí a sus tierras, pues ha perdido parte de los terrenos que tenía cultivados. "Tenía judías plantadas, pero al menos sé que cuando llegue ya estarán guisadas", relató con ingenio, "y qué voy a hacer, ¿volverme loca? Mientras no le haya pasado nada a mi casa, a mis hijos ni a mi es suficiente".

Agricultura y ganadería

En el fondo, María Rosa tenía una risa nerviosa, de esas que dejan intuir que detrás de su fachada hay mucho dolor. "Mi sudor me ha costado tener lo que tengo", señaló, solo pienso en la casa y en los papeles, pero a la casa no le pasó nada y si le pasa algo a los papeles iré a los registros a buscar nuevas copias".

Esta vecina de Tejeda se pasó la noche anterior comiendo tunos junto a otras personas evacuadas, y ese acto le dio una brillante idea para repoblar su finca de árboles frutales. "Mis tuneras están arrasadas, a lo mejor me llevo una planta de aquí para ver si pega", contó con humor. Aunque volvió anoche a su vivienda, lo cierto es que María Rosa no tenía prisa por volver. "No soy cabezota, si estoy aquí es por algo y volveré cuando las autoridades me digan que es seguro", afirmó esta tejedense.

Tampoco pudieron volver a sus viviendas Nicomedes Velázquez y Benita Tobar, residentes en el barrio de El Espinillo, aunque sí pudieron acceder durante la mañana, en condiciones de seguridad adecuadas, pero solo para alimentar a sus animales, pues todavía no se ha autorizado el realojo de su barrio.

A sus más de 70 años, estos agricultores han perdido todos sus terrenos, además de una cabra y cinco gallinas. "Sientes tristeza porque en un momento pierdes el trabajo de toda una vida, el de tus padres y el de tus abuelos", contó, Nicomedes después de bajar de su finca, a la que le permitieron acceder para ordeñar a sus cabras. "Cuando te asomas y ves todo el campo negro es una auténtica amargura, Tejeda está llorando", aseveró por su parte Benita.

En su coche cargaban con la leche que habían extraído a las cuatro cabras que les quedaban y que emplear en la elaboración de quesos. "A nuestra edad, nosotros ya no trabajamos más, el que quiera comer, que plante las tierras", sostuvo Benita. Y es que visto el desolador panorama que se encontró ya no tiene ánimos ni ganas para continuar trabajando el campo. "Ahora pediremos a Dios que llueva pronto, pero que llueva despacio, que no sean aguas destructivas porque si no iremos a peor".

Esta es la segunda vez que Nicomedes y Benita tienen que abandonar su vivienda en una semana, puesto que también fueron desalojados durante el incendio de la semana pasada en Artenara. Desde entonces, aunque se les ofreció alojarse en la escuela hogar de Tunte, pasan los días en casa de una de sus hijas en Carrizal de Ingenio.

Al Juncal de Tejeda tampoco se pudo acceder anoche. Juan Carlos Pulido, vecino de la zona, solo pudo pasar para alimentar a sus animales. "Mi casa se salvó por los pelos; El Juncal se salvó porque el fuego no entró por Inagua, si no se lo come todo", relató. Esta vez ha tenido la suerte que no tuvo durante el gran incendio forestal que en 2007 quemó 20.000 hectáreas de terreno, cuando el fuego arrasó con sus tierras y con su vivienda. La misma vivienda que todavía hoy, doce años después, continúa rehabilitanto. "Llevo más de una década rehaciendo mi casa porque me ha costado mucho dinero; solo me dieron 17.000 euros en ayudas, y de mi bolsillo he tenido que poner más de 50.000 euros", recordó ayer. Juan Carlos no tiene miedo de residir donde lo hace, pero sí vive con la incertidumbre de que en cualquier momento el pasto puede incendiarse y acabar en tragedia.

La misma tragedia que evitó Cristóbal Moreno, propietario de la quesería Cortijo de Caideros, al trasladar a sus más de 500 ovejas a un lugar seguro. "Pasamos varias noches de intriga, y llegó un momento en que nos vimos rodeados por el fuego y tuvimos que llevar al ganado a las Mesas de Ana López para tener una vía de escape", manifestó. "Cuando se nos quiten los nervios, ganaderos, políticos y técnicos de Medio Ambiente debemos sentarnos a hablar", instó, "no podemos permitirnos más incendios así, que ponen en peligro la trashumancia".