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ANÁLISIS

El gesto más valiente

El gesto más valiente es agradecer el amor ajeno de quienes están horas en el cielo recogiendo agua para terminar con esto pronto

Medios aéreos en las labores del extinción del incendio. TONY HERNÁNDEZ

El sonido del motor despertaba las azoteas. Un atisbo de luz asomaba en la profunda desolación, consecuencia directa de la impotencia. Unos gritan, se quejan e incluso susurran que la culpabilidad recae en la irresponsabilidad de una serie de gestiones políticas que abandonaron nuestro suelo y lo dejaron a merced de las imprudencias y de las irresponsabilidades.

Otros, sin embargo, no están para generar resentimientos con la palabra, tal vez más tarde, pero no en momentos donde el dedo acusador no tiene cabida, no tiene espacio, no tiene un sentido justificado. Ahora toca señalar, sí, pero al cielo. A aquellos héroes invisibles que se levantan volando y se acuestan en una pista de aterrizaje incómoda: una cama que les recuerda que queda trabajo por hacer, que faltan llamas por apagar.

Esos héroes encienden ese motor que te da los buenos días desde el sueño, el trabajo, el paseo, las vacaciones, el miedo o la esperanza. Las lágrimas de fuego siguen sollozando por verse cada día más cercadas, pero el sudor de los cuerpos de tierra que apuestan por ganar a toda costa, buscando rescatar algo del paraíso perdido, lo agradecen con creces.

El gesto más valiente es el de todos los que señalamos al cielo y damos las gracias. Una gratitud generada por ser, por actuar, por creer en que otro mundo es posible aunque el descontrol y la ignorancia prendan una mecha y destrocen el patrimonio natural de un lugar. Un agradecimiento basado en la valentía de quienes le dan la mano al perdido, al que no sabe qué encontrará arriba, al que desconoce el estado de sus animales y el que recuerda estar en casa, un día antes, sin haber imaginado que ya hoy ese momento puede ser solo la huella de un recuerdo.

Lo que queda ahora es un camino largo, angustioso. Asumir la pérdida, como un fallecimiento inesperado. "Terrorismo medioambiental", he escuchado en alguna cafetería y he leído en algún medio. Pero asumirlo para cambiar, para comprender que en estos instantes también nos quedamos sin icebergs y sin grandes extensiones de terreno ubicado en el Amazonas.

En un mundo de mediocres solo nos queda ser valientes. Dar un paso de conciencia y empezar a educar en valores, apreciando los orígenes del ser humano como un animal más: la preservación de la naturaleza como nuestro mayor vínculo idiosincrático. En la mediocridad más absoluta terminamos comprendiendo que solo venceremos cuando gran parte de nuestro patrimonio mundial se haya perdido, pero siempre nos quedará un brote de ilusión: el verde pintará el gris, tarde o temprano.

El gesto más valiente es agradecer el amor ajeno de quienes están horas en el cielo recogiendo agua para terminar con esto pronto y del que se juega la vida por salvar la natura, por salvarnos, en síntesis, a todos nosotros. Si somos capaces de apreciar dicho gesto en su totalidad cuando todo haya acabado, generando nuevas conciencias y posibilidades para preservar el medio ambiente, tal vez podamos ganarle al tiempo un minuto más y venzamos, incluso cuando el incendio sea ya un mero recuerdo, nuestras carencias como sociedad.

Tal y como ha demostrado el pueblo canario, la valentía de amar, de amarnos entre todos por encima de cualquier adversidad, da esperanza a la mayor desolación posible.

Beatriz Morales Fernández. Licenciada en Filología Hispánica

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