En Tejeda tras la tempestad no llega la calma, sino el zafarrancho de combate. Unos tractores ensanchan la prevista obra de acceso a la piscina municipal, ya abierta para disfrute de vecinos y visitantes. Las puertas de los comercios están de par en par, las terrazas expanden sus sillas y mesas donde siempre estuvieron y, el restaurante que no empezó ayer, lo hará hoy.

"En el casco solo falta el albeo de algunas casas", resalta el alcalde, Francisco Perera, que cree que ha llegado de sobras el momento para invitar a grancanarios y foráneos a visitar una Tejeda "que va a quedar igual de bonita y que hoy más que nunca necesita el apoyo moral de todo el pueblo canario".

Pero mientras se trabaja a destajo en el núcleo principal de la localidad, en el Ayuntamiento también se corre contrarreloj para habilitar a partir del próximo lunes, "si todo va bien", según subraya el alcalde, una oficina especial para atender a los vecinos que han sufrido daños por el incendio iniciado el pasado 17 de agosto en Valleseco.

Mañana miércoles subirán "varios técnicos del Cabildo para habilitar un sistema informático con el que dar soporte al flujo de información necesario, y que pasa por aportar "el mayor número de datos posibles, con fotografías de los desperfectos, facturas o presupuestos, y que abarcan desde las instalaciones de riego al número de árboles frutales, o problemas en las viviendas", explica mientras que por otro lado se pertrechan de fotocopiadoras, impresoras y ordenadores para habilitar un espacio que de momento está previsto ubicar en la biblioteca municipal, ya que cuenta con una zona donde hacer la espera más cómoda.

Además se llamarán a los damnificados "por sectores", para agilizar al máximo el proceso. "La desgracia nunca avisa", sentencia Perera, "pero la situación se está normalizando, las cosas ya están cambiando e insisto, que por favor, que suban a vernos, a ver la realidad de cómo ha quedado el pueblo".

Un pueblo que se salvó del fuego de chiripa, como recalcan las huellas del fuego que rodearon infraestructuras como el centro de salud, "que no se explica aún como no se lo llevó", con esas hileras rodeándolo para bajar directas al fondo del barranco.

O la casa del curato, una antigua construcción que se encuentra en la zona del mismo casco, por debajo de la iglesia, que no sucumbió al incendio a pesar de perder parte de su cubierta.

Muy cerca de esa emblemática casona, que da nombre a la zona, Porfirio Suárez Quintana, de 83 años, lleva días poniendo orden en sus cachos. Tiene las manos tiznadas, de retirar matos carbonizados y tuberías desastradas.

"Se me sancocharon doce gallinas que ya enterré para que no dieran olor", se lamenta. Para él fue la peor parte de una entrega de episodios que le obligó a salir evacuado dos veces.

Se acuerda perfectamente de todo el proceso. El que prendió el sábado 10 de agosto entre Las Arbejas y Las Peñas, "asomó por Chapín", explica señalando los altos que dividen Gran Canaria entre el norte y el sur en ese punto de Tejeda. "Las piñas encendidas rodaban hacia abajo prendiendo todo a su paso, hasta el punto que en el Parador el fuego se quedo pegado a rente del risco".

Así fue cuando, aún en su casa, "pegó a soplar el viento hasta que ya el domingo por la tarde se salió de madre: eran bolas de fuego". Ahí arrambló para la capital.

El segundo vino a asomar un poco más atrás, por la Degollada de Las Palomas para alcanzar el monte Constantino, "dio la vuelta de nuevo al Parador. El sábado no evacuaron perso sí el domingo", recuerda con precisión, "y cayó hasta El Fondillo hasta Barranco Grande, en Acusa. Y de allí a La Higuerilla, La Solana, El Chorillo..., con unas temperaturas tremendas y mucho viento, que el viento es el que lleva al fuego".

"El humo del panasco fue tanto que aún está pegado en las habitaciones de las casas, y esto yo no lo vi en mi vida, y le digo, ni mis padres, ni mis abuelos".

Por encontrarle algo parecido Suárez Quintana se remonta a 1920, cuando ardió la iglesia de Tejeda. Aquél suceso dejó al pueblo trece años sin fiestas de San Miguel, pero lo más grave estaba en su tesoro artístico, incluido un órgano que, según publica en Bienmesabe la cronista Serafina Suárez, fue comprado por indianos de Tejeda y estaba considerado en su época "de los mejores de Gran Canaria", además de 15 imágenes, algunos de Luján Pérez, seis cuadros y 14 vía crucis.

¿Que pasó, Porfirio?

"Por lo visto el monaguillo, que dejó prendida una vela".