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Agüimes

El clima y el ciclo de la viña causan un descenso del 70% en la vendimia

Un invierno demasiado cálido y la baja productividad de las parras se alían para dejar una cosecha de apenas 1.300 kilos de uva

Viticultores de Agüimes junto a sus uvas en la bodega municipal. la provincia / dlp

No están teniendo suerte las vides de las Islas este año. Son demasiados los enemigos a los que deben enfrentarse y lo hacen con las fuerzas mermadas. En el caso de Agüimes, la cosecha ha descendido hasta un 70%, quedándose en 1.300 kilos de uva recogidos, 450 kilos de blanca y 850 kilos de tinta. Poca cantidad pero de una "calidad extraordinaria", como apunta Jéssica Santana, concejal de Desarrollo Rural, que asegura que este descenso "es algo puntual porque en 2018 la vendimia subió un 40%".

El Ayuntamiento cuenta con dos expertos que asesoran a la decena de valientes hombres y mujeres que siguen trabajando las parras. "Se encargan de visitar el campo constantemente para realizar el control fitosanitario o vigilar la poda, entre otras acciones", explica Santana. Una de estas profesionales es Yurena Melián, técnico vitivinícola, que explica "la mezcla de factores" que han provocado la baja cosecha de este año: "Al ciclo de la viña, que cuenta con años de mucha productividad y otros de baja, como el actual, se une un invierno en el que apenas hubo frío y una época de floración donde sobró el viento". Con tanto en contra, se superaron las previsiones que situaban la caída en un 50%.

Sin embargo, frente a los factores adversos siempre existe una gran resistencia: la de los que miman el campo y lo trabajan con denodado esfuerzo. "Los viticultores del municipio apuestan muchísimo por sus parras y tienen una ilusión tremenda; cualquier consejo que les dábamos lo llevaban a cabo, sin ellos no habría ni uva ni vino", reconoce Melián.

Por ello, es necesario retomar y mantener el campo, una premisa que las nuevas generaciones no tienen tan clara: "A pesar de que hay bastantes técnicos y enólogos jóvenes, hacen falta muchos más", acepta Melián, que es consciente de que "fabricar vino lleva un mes de trabajo, pero mantener las vides es un sacrificio constante".

Así lo experimenta desde hace décadas Carmen Guerra, viticultora del municipio: "Las parras son muy delicadas, siempre hay que estar pendientes de ellas, desde que se poda en febrero hasta que se recoge en agosto". Con sus 66 años, sus 2.100 metros cuadrados de tierra y sus 50 parras, sigue vigilando con estricta atención unas vides que este año le han dado 68 kilos de uva. "Son muchos menos que cuando vivía mi marido, una época en la que podíamos producir más de 400 y había vecinos que recogían más de mil", recuerda con orgullosa nostalgia.

Con la firme intención de seguir siendo fiel a sus parras -"mientras yo viva, las cuidaré"- también sabe que sus hijos no seguirán sus pasos. Guerra considera esencial el papel del Ayuntamiento "porque si no llegamos a alcanzar un acuerdo para que nos compre la uva, no nos valdría la pena seguir porque no cubriríamos gastos". Actualmente, el Consistorio paga 1,20 euros el kilo "pero se han comprometido a subir el precio el año que viene porque ven el trabajo que nos cuesta la vid". Un arduo esfuerzo que, sin embargo, "a mí me relaja", confiesa esta tenaz viticultora.

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