El bucio con el que Miguel Jiménez honró este domingo a la Virgen de Guía durante la fiesta de Las Marías procede de las aguas que bañan el continente americano y tiene más de 200 años, aunque es propiedad de su familia desde hace poco más de un siglo. "Probablemente lo trajo algún tío abuelo en algún viaje", afirmó, momentos después de cumplir su promesa y la de todo su pueblo de ofrecer una romería ofrenda a la talla religiosa por haber intercedido para obrar el milagro y salvar a las cosechas de una inmensa plaga de langostas que arrasó los cultivos a principios del siglo XIX, en el año 1811.

Cientos de personas se dieron cita este domingo en el casco del municipio para participar primero en la misa del peregrino y posteriormente en la procesión y romería ofrenda que recorrió las calles que rodean la iglesia, organizadas por los mayordomos de Guía. No sin antes disfrutar, la Virgen, de una lluvia de pétalos lanzada desde lo alto de la parroquia como agradecimiento a la solución de uno de los peores episodios sufridos por los ciudadanos de la comarca norte de Gran Canaria.

La celebración se vio marcada por el recuerdo de los incendios que arrasaron la cumbre grancanaria durante el mes de agosto, ya que la mayor parte de las viviendas del casco suprimieron este año el enramado de sus fachadas en solidaridad con el campo, como ocurrió también el sábado durante una bajada de la rama sin rama, siendo sustituida por cintas de color verde. Las calles del casco tampoco se adornaron este año con ramas.

El bucio de Miguel Jiménez, antiguo médico del municipio de Guía, es casi tan antiguo con esta festividad, que cumplió en esta edición sus 208 cumpleaños. Y ha pervivido hasta la actualidad gracias al mimo con que su familia lo ha conservado durante todo el tiempo en que ha ido pasando de generación en generación. "Se sabe que tiene 200 años por el grueso del nácar y el peso", explicó este devoto. Y es que esta caracola marina pesa entre un kilo y medio y dos kilos y su nácar tiene un grosor de varios centímetros. "Para que se conserve en buen estado debe pasar mucho tiempo al sol, y además le aplico una capa de barniz en el interior", añadió Jiménez, quien recordó que estos elementos eran utilizados antiguamente en las viviendas para plantar flores.

De Uruguay a Guía

Esta caracola marina llegó desde el continente americano, al igual que lo hizo, y ya van varias ocasiones, Mabel Robinsson, una uruguaya que pasa tres meses en Gran Canaria junto a su hijo, quien reside en Guía desde hace ya 17 años. La primera vez que participó en las Fiestas de Las Marías de Guía fue en el año 2007. "Es una fiesta maravillosa, ojalá en mi país hubiese una celebración que se asemejase un poco a este tipo de festividad", señaló, mientras grababa la procesión en vídeo, "veo un pueblo canario unido que lucha por mantener vivas sus tradiciones".

Mabel es repetidora, y en el resto de ocasiones en que sus viajes a España han coincidido con esta festividad ha tenido la oportunidad de participar en ella ataviada con la vestimenta tradicional. "¡Yo ya sé lo que es sentirse romera!", relató con humor, "pero ya no me meto en la procesión, sino que la disfruto desde fuera, porque mis piernas ya no me ayudan".

Aunque ha intervenido en multitud de ocasiones en esta fiesta, esta uruguaya acudió ayer a Las Marías para cumplir una promesa que tiene su hijo, quien no pudo asistir al encontrarse enfermo después de sufrir una caída. "Mientras él se encuentre en esa situación y yo pueda venir, lo haré", confesó, mientras esperaba a que su nuera y su nieta llegasen detrás de la Virgen, pues ellas dos sí que participaban en la procesión. Aunque cuenta con experiencia, Mabel Robinsson no ha soplado todavía un bucio, pero espera adquirir uno para llevárselo como recuerdo a Uruguay.

Desde primera hora de la mañana, la Plaza Grande de Guía se llenó de feligreses que querían agradecer su milagro a Santa María de Guía. Una de ellas fue Idaira Morales, residente en el municipio norteño, quien acudió hasta allí con sus hijas para cumplir una promesa que ofreció cuando su madre padecía cáncer. "Le prometí a la virgen que si tenía una muerte tranquila vendría descalza a la procesión, y eso hago desde entonces, porque eso se cumplió y mi madre falleció en paz", explicó esta guiense. Su promesa incluye a sus hijas, y con ellas asiste cada año; ellas, de seis y doce años, conocen perfectamente la historia de la plaga de langostas y, junto al resto de feligreses, soplan enérgicamente sus bucios.

Los tambores, recientes

No lo hace así María del Pino Suárez, guiense residente en Las Palmas de Gran Canaria. "Nunca se me ha dado bien tocar el bucio", confesó. María del Pino vive esta fiesta "con sentimiento" porque la ha presenciado desde que era una niña. "Aunque haga calor, prefiero venir a Las Marías que irme a la playa", dijo. Para ella, esta tradición se ha conservado "muy bien" después de 208 años de historia. "Es una de las fiestas tradicionales que mejor se están manteniendo; la gente es muy respetuosa con esta festividad", afirmó.

Junto a ella, Luis García no pudo soplar porque olvidó su bucio en casa. Este guiense recordó que antaño la gente bajaba haciendo sonar latas y calderos, no con tambores. "Si queremos ser fieles a la historia, deberíamos venir con latas", apuntó. Y en esa misma línea continuó el médico Miguel Jiménez. "La gente empezó a venir con tambores hace 15 años, pero no es tradicional; acabarán convirtiendo la romería en una tamborrada vasca", dijo.

Tanto la procesión como la posterior romería contaron con gran afluencia de personas. En la romería participaron casi una veintena de carretas y agrupaciones folclóricas.