Entra, amor; francas tengo mis puertas para recibirte... ¡Todo el día arreglando mi casa, desde muy temprano, porque en todo resultara digna del gentil tirano! La memoria sin merma que mantiene a sus 86 años Pepe Dámaso puso ayer en la atmósfera de Moya los versos que el poeta Tomás Morales cinceló en 1919 bajo el título Balada del niño arquero, del libro segundo de poemas Las Rosas de Hércules.

El artista agaetense honraba así la figura de su par literario natural de la villa verde y lo hacía a la vera, entre flores de mundo y su busto de hierro, de la casa natal de Morales con motivo del 135 aniversario del nacimiento del escritor modernista.

Le escuchaban un centenar de alumnos procedentes de cinco centros escolares, el Agustín Hernández Díaz y el Doramas, de Moya; los institutos de Firgas y Schamann; así como el CEIP César Manrique, de Las Palmas de Gran Canaria, un guiño, este último al centenario del pintor lanzaroteño.

A la cita, que culminaba con la entrega en el busto del poeta de 25 orquídeas con ambición de crear jardín, también acudían familiares del propio Tomás Morales, la consejera de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, Guacimara Medina, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Moya, Octavio Suárez, quién disculpó la ausencia de última hora del alcalde Raúl Afonso, y el director de la Casa Museo, el investigador y filólogo canario Guillermo Perdomo Hernández.

Perdomo abrió el acto pasadas las once de la mañana subrayando que fue hace justo ahora cien años cuando "el cantor del Atlántico" plasmó en papel su emblemática Las Rosas de Hércules, dos años antes de su fallecimiento en 1921, una doble efemérides que invita, según expresó, "a fortalecer la imagen del poeta".

Un tótem imprescindible del legado cultural grancanario que, para Guacimara Medina, es fundamental que los jóvenes, allí representados por los cinco centros escolares, asimilen para el buen fluir de una "memoria colectiva cuya herencia debe ser transmitida por las siguientes generaciones", dado lo que supone "el paso de Tomás Morales para nuestra tierra y cultura".

Un legado que coloca a la villa, como puntualiza el concejal Octavio Suárez, como un lugar "privilegiado", apelando también al papel de los estudiantes en la transmisión de su obra, a los que dio las gracias "por aportar la vitalidad y creatividad que nos da la fuerza" para preservar y expandir la importancia de su obra.

Dámaso, de alguna manera, fue el encargado de situar al poeta en la órbita superior de las letras, y lo hizo con una sustanciosa anécdota ocurrida en el aeropuerto de Barajas, el hoy Adolfo Suárez, cuando en un tránsito acompañado de su gran amigo César Manrique conocieron de la presencia de Jorge Luis Borges, figura referente de la literatura del siglo XX en la misma terminal. Cuando el escritor, "ya ciego", supo de Manrique y Dámaso, los recibió recitando varios versos de Morales, "lo que da idea de la potencia de su obra", como bien detalló el pintor grancanario.

Pero sus versos no eran materia exclusiva de eruditos, "porque recuerdo perfectamente de pequeño oírlos recitar al herrero de Agaete", prosigue Dámaso, lo que a su vez habla del "contacto íntimo del pueblo con la cultura", nexo que hoy pasa, ya no tanto por la lectura en vivo y la transmisión oral, sino por las pantallas de móviles y tabletas, según vino a apuntar dirigiendo un cierto dedo inquisidor a la concurrencia.

Una crítica a un modo de asimilar que apuntaló tirando de nuevo de los versos de Tomás que mantiene Dámaso en la enorme gaveta de su entendimiento: Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,con sus faroles rojos en la noche calina, y el disco de la luna bajo el azul romántico rielando en la movible serenidad marina...

Tras su intervención, en la que tampoco se olvidó de coetáneos como Alonso Quesada, Domingo Rivero o Saulo Torón, y en la que además donó a la casa museo una serie de horóscopos pintada por él, comenzaba la actuación del cantautor Eduardo Perdomo en la que ofreció dos primeros temas de su disco Sobre el sonoro Atlántico, con poemas de Morales, Quesada, Saulo Torón y Rivero y del propio Perdomo.

En un intermedio, los familiares del poeta nacido el 10 de octubre de 1884, así como los representantes públicos y los alumnos, engalanaban el busto con 25 coloridas orquídeas, y que según Guillermo Perdomo serán las primeras de un patio que, dado su infinito recuerdo, aspira a convertirse año tras año en un gigante jardín oceánico..., allí rielando en la movible serenidad marina.