¿Qué ocurrió con Lola?. Esa es la pregunta qué se realiza todos los días Andrés Hernández, el lanzaroteño que reside desde hace ocho años en Gran Canaria, y que aún sufre la pérdida de su perrita extraviada el 16 de diciembre de 2016 por el Hospital Veterinario Benartemi, una fecha que nunca olvidará.

Lola nació con un problema en sus patas traseras, una lesión que había solucionado el dueño anterior antes de entregársela a Andrés. "Ella fue un regalo de mi familia, ellos contactaron con el dueño de la madre de Lola y me dieron la sorpresa. Yo quería que Uma, mi otra perrita mestiza, tuviese compañía y ella fue la perfecta", cuenta afligido Andrés.

Un día Lola sufrió una herida en una de sus patas delanteras, así que su dueño decidió trasladarla de inmediato al veterinario debido a sus antecedentes. Sin embargo, en la clínica de confianza no le pudieron atender porque ella necesitaba una intervención "ya que algo se le había clavado en su patita", por lo que resolvió llevarla al Hospital Veterinario Benartemi.

"Me dicen que le van a sacar unas radiografías para ver qué es lo que le sucede y que sí tiene síntomas de que hay algo clavado, por lo cual se lo sacarían. Me dicen que vaya a tomar un café y regrese y eso hice, al llegar estuve unos 30 minutos esperando y no que me dan noticias de ella. Pregunté y la encargada me dice que en breve me informaría sobre Lola. Me quedé tranquilo porque pensé que ella estaba siendo intervenida", lamentó Andrés.

Una vez que la clínica se queda vacía es cuando la encargada de comentarle al lanzaroteño que su perrita se había escapado. "Cuando ya no quedaba nadie me dijo que Lola se había escapado, que no sabía cómo sucedió y que uno de sus compañeros estaba buscándola", asegura Hernández.

Tras esto, decide reclamarle a la encargada por no decirle a tiempo lo que estaba sucediendo, ya que de haberlo hecho quizás él la hubiese encontrado y esta historia no se estaría contando, y es que los vecinos de la zona le dijeron que fue vista dando vueltas por los alrededores del hospital veterinario minutos antes de que él se enterase de lo que estaba pasando.

48 horas estuvo Andrés sin dormir buscando a Lola por todo Vecindario, tuvo que avisar en su trabajo que no podía acudir porque su perrita se había pérdido, una situación que sus jefes entendieron completamente.

Pasado ese tiempo, el dueño de Lola decidió denunciar lo que había pasado y para ello acudió a la Guardia Civil pero le dijeron que necesitaba un documento que hiciese constar que la perra había estado allí, por lo cual debía pedir una hoja de reclamación. Andrés la pidió, pero asegura que le fue negada porque según los encargados del hospital veterinario "no tenían ninguna". "Me dicen que mejor espere al dueño y lo hable con él para llegar a un acuerdo, evidentemente me negué y llamé a los guardias civiles para que acudieran porque me negaban la hoja de reclamación", cuenta Hernández.

Al llegar los agentes preguntaron a los encargados si Lola había estado allí y estos respondieron de forma afirmativa, lo que permitió que Andrés denunciara el hecho. "Al percatarse de que iba a la comisaria a denunciar me llaman y me dicen que ya apareció la hoja de reclamación para que desistiera de la denuncia", comenta el canario. La respuesta que le dieron a Andrés fue que su perra logró abrir la puerta del consultorio donde estaba y escapó. Por eso, el dueño de Lola hace énfasis en que una clínica de este tipo debe tener unos estándares mínimos de seguridad como una doble puerta, una en la entrada y otra que comunique a los consultorios. Además, explica que todo el que deje a una mascota en el veterinario debe exigir una hoja que acredite que lo está dejando allí, para así poder denunciar si es que sucede algo.

A pesar de que la primera sentencia solo consideró a Lola como un "bien patrimonial" y condenó al dueño de la clínica a pagar 1.100 euros, que es el valor económico de la perra, más 235.94 euros por los gastos que tuvo su dueño al publicar en los medios de comunicación la desaparición para tratar de encontrarla. La Audiencia Provincial la rechazó y asegura que no se puede ignorar que existe una relación emocional entre el dueño y la mascota, por lo cual impuso además una indemnización de 1.556,13 euros, por lo que el veterinario deberá pagar a Andrés 2.892,07 euros que, si bien no devuelven a Lola, para él es ganancia que un juez no la considere un objeto.

Desde que Lola desapareció Andrés no sigue con su vida normal y sufre de estrés postraumático, algo que demostró una psicóloga durante el juicio. Tres años sin ella y sin poder viajar a un lugar donde no se pueda llevar a sus otras dos perras por miedo a que a ellas les suceda lo mismo, una mestiza que tiene antes de Lola y otra que llegó hace dos años a su vida y se llama Blue. Esta última fue obsequiada por una generosa familia que se enteró del padecimiento de Andrés, también es beagle y ellos no solo se la regalaron, sino que costearon todos los gastos para que él pudiese buscarla a Sevilla y además conociera al resto de los adoptantes que también se sentían solos y algunos estaban deprimidos por circunstancias personales. Él no la olvida y no lo hará jamás, por eso todavía se pregunta ¿qué fue de su adorada perrita Lola?