El barranco de Guayedra, ubicado dentro del término municipal de Agaete, se ha convertido en los tres últimos años en parada casi obligada para todo aquél que quiere lucir un autorretrato entre girasoles en las redes sociales, gracias a una imagen casi inédita en las islas, donde su cultivo es muy residual, cuando no dedicado exclusivamente a la jardinería ornamental.

Son unos 3.000 metros cuadrados de plantación que lucen de profundo amarillo durante unos quince días y que se encuentran a pie de carretera entre la villa marinera y El Risco y que la empresa Redondo de Guayedra, que lleva desde 1996 recuperando y dando vida al barranco, planta para alimento, entretenimiento y polinización de las miles de abejas que prosperan en sus 60 colmenas.

Las abejas propiamente dichas no se dejan ver mucho por la invasión de curiosos, que sí los hay a cientos, concretamente hasta el orden de 300 cualquier sábado, según las cuentas de los trabajadores de la finca, con picos de hasta 170 entre lo que va de las dos a las cuatro de la tarde, sin menosprecio de días de entre semana en el que el trajín es de un goteo continuo.

Ayer mismo, viernes, y a pesar de que por la tarde dejaba el plantío en umbría, se podían contar visitas de entre 20 y 30 personas a la vez, con sus respectivos vehículos dándose paso para poder canalizar el tráfico.

Por allí han aparecido hasta parejas de novios vestidos para el trance de casar, jóvenes a tongas a punto de reventar las baterías del móvil, otros que optan por quitarse las camisas y tirarlas al vuelo, -una flor menos que polinizar-, y otros como Elyoenay Sánchez, de la capital grancanaria, que acuden al sitio con ánimo de darle la sorpresa del mes a su novia Sara Nielsen.

Allí vienen los dos por el camino de tierra. Él se acaba de bajar de su furgoneta tras abrirle la puerta a Sara, que se baja con..., los ojos vendados.

Elyoenay le organiza el paso agarrándole la cintura para rumbiar por el senderillo, muy malamente, porque Sara lleva botas altas más propias de Triana o Mesa y López, pero él ayuda con garbo a sortear los taliscos del veredo en cuesta abajo y a franquear la cadena, hasta que la pone enfrente del campo floreado, que es donde se quita la venda y, "¡girasoles, mi flor favorita!"

Efectivamente, un millo que se raya Elyoenay Sánchez, que tras ver el jueves por la noche una foto publicada en la web de este periódico, y saber del gusto botánico de Nielsen, montó el enigmático tinglado en apenas unas horas, no fuera que el plan se le marchitara.

Sara estudia bioquímica, su padre es floricultor, y se sabía el

prospecto completo de la especie, sus propiedades medicinales y alimentarias, y sus épocas de cultivo, de tal forma que cuando termina de relatar la retahíla de secretos de Helianthus annuus, confiesa que "estoy alucinando todavía".

Poco antes llegaban también Carolina Lorenzo y Yeray Torre, de Telde, que al igual que el grueso de los visitantes supieron del fenómeno por las redes. Lo conocieron antier y ayer se embarcaban enfilados en la ruta del girasol desde la ciudad de los Faycanes para visitar el asunto, "y con la excusa comimos en Agaete", lo que muestra que la ocurrencia de polinizar abejas con girasoles también genera un cierto meneo en la economía local.

Un lugar con mucha historia

Tanto es el rebumbio que forma la postal, pero también el de las cuidadas fincas e instalaciones que poco a poco han conformado un ecosistema propio en el cauce, que la firma Redondo de Guayedra fue premiada por este proyecto el pasado 2018 por el Observatorio del Paisaje del Cabildo de Gran Canaria, y publicaciones como National Geogra

phic Traveller ya se han interesado por sus recovecos, y mañana domingo se plantarán en los 3.000 metros cuadrados de girasoles varias modelos para las revistas Vogue y Elle.

Fernando Navarro es el director gerente de la empresa, y explica que el reacondicionamiento del lugar no responde únicamente a conseguir un objetivo económico, sino a la "regeneración de todo este valle que tiene un lugar destacadísimo para la historia de Canarias, el lugar en el que Tenesor Semidán bautizado como Fernando de Guanarteme, vertebra el pacto de anexión con los Reyes Católicos".

Aprovechando que los girasoles han entrado en sombra, relata con pasión indisimulada que "Abenchara, esposa de Tenesor, es secuestrada y enviada a Córdoba, lo que motiva a éste a entregarse, viajar a la península y aceptar la cristianización".

Isabel de Castilla, en esos momentos, lucha contra los musulmanes en el sur. Y Navarro relata "que estas dos mujeres, Abenchara e Isabel, acuerdan evitar un derramamiento de sangre en la Canarias por conquistar, favoreciendo la anexión de las islas a cambio de la reserva del término Redondo de Guayedra, que a su vez es un lugar sagrado para la comunidad prehispánica".

Da ahí que el recién bautizado Fernando Guanarteme regresa "para persuadir a su pueblo, para convertirlo también al cristianismo y es llamado a armas, una vez asentado en Guayedra, para intervenir en la conquista de las islas de Tenerife y La Palma, hasta que fue envenenado en San Cristóbal de Laguna, Tenerife, cuando preparaba su cuarto viaje a la Península para abogar por los derechos de los canarios".

La peculiar historia del valle sagrado continúa con Miguel Trejo de Carvajal, yerno de Fernando, casado con su hija Margarita, y que es el primer castellano que inscribe los predios a su nombre, un lugar que tenía hasta entonces la consideración de "territorio soberano al margen de la jurisdicción colonial".

Ruina y apogeo

Durante los siglos siguientes, Guayedra, desde su altísima cumbre que culmina en Tamadaba, hasta la misma playa donde Abenchara fue secuestrada, sufre la tala y degradación por la voracidad de los ingenios azucareros que requerían de ingentes cantidades de madera, así como por las carboneras y el uso doméstico de la madera, para rematar la ruina con la construcción de un canal en el siglo XX que por último deseca el acuífero que aportaba la fertilizada al cauce.

Aquí es donde entra de lleno el contemporáneo Redondo de Guayedra, que desde el año 1996 inicia la intervención rehabilitando en primer lugar las antiguas balsas para recoger el agua de la lluvia, y lograr la suficiente capacidad de almacenamiento para "abastecer nuestra explotación de agricultura ecológica.

Y donde antes solo se cultivaba cebolla por unas tierras resecas, un clima árido y ventoso, "hoy tras la plantación de 6.000 árboles, más otros 6.000 que vamos a reforestar con el Cabildo, hemos logrado reducir el viento, lo que a su vez nos ha permitido la plantación de hortaliza y frutos tropicales, como manga, papaya, naranja, aguacate, plátano y café". Y hasta personas con girasoles.