Las 575 vacas de raza canaria existentes en Gran Canaria, veinticinco menos que hace un año, se asoman al abismo de la desaparición empujadas por su escasa productividad, los problemas de reproducción, el gran esfuerzo que requiere su cuidado frente a especies como la oveja o la cabra, y la casi absoluta ausencia de elaboración de quesos y, por tanto, de presencia en el mercado, un cóctel de razones que recorta sus posibilidades de pervivencia y que ha motivado que el Cabildo haya iniciado el diseño de un plan de rescate junto al sector ganadero para fomentar la tenencia de bovino del país para producción lechera.

La "delicada situación" de la vaca canaria en la isla, raza que hunde sus raíces en el siglo XVI, tras la Conquista, y en la mezcla única que se produjo en territorio insular de ejemplares llegados de Asturias, Andalucía, Extremadura o Portugal, se abordó ayer en el encuentro profesional Orígenes, organizado por el Cabildo y la Cámara de Comercio, uno de cuyos objetivos es propiciar la soberanía alimentaria y "la defensa de la cultura y las tradiciones", según destacó en su apertura el presidente Antonio Morales, quien subrayó en su bienvenida a los cerca de 300 profesionales que "la soberanía alimentaria es también una vía para la protección integral del territorio y la biodiversidad.

Y aquí la vaca canaria juega su destacado papel, porque se alimenta de cebadas, trigos, millos o centenos de variedades propias de Gran Canaria de gran valor biológico y etnográfico que los ganaderos cultivan para unos animales "algo caprichosos", según explicó el técnico de Extensión Agraria del Cabildo Juan Manuel Sosa.