El Ayuntamiento de Teror ha iniciado el procedimiento para dotar a la villa de un hotel emblemático en la conocida como Casa de Maruca Castellano, ubicada en una de las esquinas de la plaza del Pino. El inmueble fue objeto de un acuerdo de cesión firmado en 2011, a través del cual el próximo año pasará a propiedad municipal.

De momento el grupo de gobierno de la villa ya ha solicitado los servicios de la firma Chesa y Mena Arquitectos, que también rubricó el proyecto del Hotel Emblemático Agáldar puesto en marcha el pasado año, para evaluar el potencial del proyecto, según adelanta el alcalde de la localidad, Gonzalo Rosario, quien considera que Teror adolece de falta de plazas alojativas y que las características, situación e incluso historia del edificio, "supone una magnífica oportunidad no solo para darle un uso a la altura de su importancia, sino también para la creación de empleo y la proyección turística de la villa".

La Casa de Maruca, según afirma, tiene todos los requisitos, como así se lo han trasladado los arquitectos de Chesa y Mena, para reconvertirse en un pequeño hotel dentro de la categoría 'emblemático', y que según el Reglamento de la Actividad Turística de Alojamiento del Gobierno de Canarias, pasa por estar situado en un suelo urbano consolidado no turístico y ubicado en alguna figura del patrimonio histórico de la Comunidad Autónoma, como es el caso del centro de la villa, declarado Conjunto Histórico Artístico en el año 1979.

El alcalde asegura que no se trata de proyectar un gran establecimiento, sino un entorno acogedor con unas doce habitaciones a las que sumaría un restaurante, cafetería, y zonas de ocio, esto en un edificio en buen estado de conservación que da a tres calles, la de la propia plaza y las de La Mina y El Pino, y que cuenta desde su azotea con unas vistas "espectaculares", según afirma Rosario, lugar donde podría quedar ubicada una terraza con solarium y jacuzzi.

Las dimensiones de la casona facilitarían todos estos servicios, ya que, según los datos que proporcionaba el Ayuntamiento con motivo de la cesión, la construcción, levantada en 1887, ocupa una superficie de suelo de 247 metros cuadrados, que sumada a sus tres plantas ofrecen 452 metros cuadrados construidos, con dos patios y un garaje.

Arquitectura y paisaje

Eso sí, se respetaría la que es la única condición exigida por Maruca Castellano para ceder el edificio, que es la de conservar "el despacho del que fuera su suegro, el alcalde de Teror entre 1929 y 1931 y de 1943 a 1957, José Hernández Jiménez, y que aún luce en una de las habitaciones de la vivienda con su mobiliario de la época, fotografías, libros, documentos, pinturas y objetos personales". De hecho, Rosario afirma que se tratan de elementos, como un rarísimo piano, "que otorgarán al futuro establecimiento hotelero una especial personalidad".

Por delante queda, además de pasar por la preceptiva aprobación en el pleno municipal, redactar los estudios de viabilidad y los costes de la reconversión, que en una primera estimación supondría una inversión de entre 1,3 a 1,5 millones de euros.

El alcalde de la villa subraya que se trataría de una "financiación sostenible, que se puede sufragar con dinero municipal porque el Ayuntamiento puede afrontarlo, pero que, no obstante, también se buscará un apoyo externo", y defiende que esta propuesta podría animar al capital privado a invertir en "otras magníficas casas que tiene el centro de Teror para ampliar la oferta".

La segunda ermita

Además recuerda que ya la localidad fue durante el siglo pasado un destino alojativo de gran importancia, llegando a contar con varios hoteles, algunos muy conocidos en la isla, como el Hotel El Pino, o el Hotel Royal.

Si se cumplen los plazos, "para el año que viene podrían comenzar las obras de rehabilitación y quedar en funcionamiento para el siguiente", según asevera el primer edil, "y así disponer de un valor más para que nuestros visitantes puedan disfrutar de nuestra arquitectura, de nuestro entorno natural, su paisaje y la rica historia de esta villa".

Una historia que tiene precisamente en la Casa de Maruca parte de su protagonismo, y es que en su interior conserva, según explica el cronista José Luis Yánez "parte de la fachada de la segunda ermita del Pino", que fue demolida en el año 1760 por orden del obispo Fray Valentín de Morán y Estrada para la construcción de una nueva iglesia orientada al norte, y no hacia el suroeste, como estaba orientada la anterior.

Con esa modificación, "además de configurar la ordenación urbanística de la plaza y las calles aledañas durante los siglos XVIII y XIX, se permitió una nueva alineación de las fachadas, que puede observarse perfectamente" en la vivienda, que además conserva "un arco conupial de cantería amarilla de Teror, testigo de esa primitiva distribución urbanística".

Esto implica, una "peculiaridad que la hace única, ya que independientemente de otros valores arquitectónicos, localiza con toda perfección la delimitación que tuvo la plaza en esa zona desde los inicios de la ocupación urbanística de la villa hasta el siglo XVII", concluye.