Un 26 de febrero de hace 21 años arrancaba por primera vez el aserradero que instalaba el Cabildo en la finca insular de Osorio, para dar segunda vida a la madera extraída de las labores de silvicultura de las medianías y cumbres de Gran Canaria.

Y nunca desde aquél momento la maquinaria ha trabajado a tantas revoluciones como lleva haciéndolo desde el pasado agosto, cuando el fuego forestal devastó señalética, vallas, pérgolas, carteles informativos y turísticos así como el mobiliario propio de las áreas recreativas.

El trajín se ha multiplicado por dos, según sus propios carpinteros, para tratar de reponer, entre otros y cuanto antes, las más del medio millar de lamas, esas señales de madera que indican el código, nombre y dirección de las decenas de senderos que recorren los cuatro puntos cardinales de la Gran Canaria interior.

Blas Díaz Armas, de 53 años, natural de Artenara y afincado en Firgas, le tiraba más al principio de sus tiempos la ciencia del alicatado y el concreto, tal fue así que se estrenó en lo laboral como primer oficial de albañilería, hasta que abrió el aserradero. Hoy es también primer oficial, pero de carpintería, con sólo una ambición por delante: "que la siguiente pieza me quede mejor que la anterior".

El propio aserradero en sí, que comenzó hace unos 24 años como un artefacto itinerante hasta que se instaló fijo en la finca, es hoy una carpintería fina, cada año mejor que el anterior también. El único parecido con la que nació hace dos décadas es que aquí se trata solo de madera, el resto hasta hoy es la ampliación de sus nave y de su catálogo de maquinaria en el que fresar y rotular en bajo relieve el nombre de Cuevecillas para la siguiente lama llevar el vertiginoso tiempo de solo tres minutos.

El diseño viene de abajo, de la capital, en un archivo .xxl. Se importa en un software aplicativo, a través de un programa paramétrico de interpolación lineal y circular, así como suena, al pantógrafo Pratix Z2, un importante artefacto de 82.000 euros adquirido en 2014 que cubre casi de babor a estribor la nave que acoge el aserradero, con sus 18 herramientas horizontales, ocho verticales y una sierra circular de corte.

En ese trapiche 2.0 se introduce la tablilla precortada, se cierra su cubierta transparente, y Antonio Medina, también carpintero de primera y también de Artenara le da macho a través de una pantalla. Es cuando comienza el baile de fresas, las brocas que dan forma a las letras, y el del cepillo y el aspirador que limpia lo hecho. Y punto.

Ahora solo falta pintarla, que es cosa de Blas. "Me encanta pintar". Cuando termine el costo es de unos 40 a 45 euros la unidad, frente a los 300 que cuesta en el mercado. El ahorro es radical, entre el 80 y 90 por ciento, porque solo en el camino que cubre desde Tejeda a Agaete pasando por Artenara existen 150 unidades. Y en toda Gran Canaria unas 3.000.

Lo mismo ocurre con los fantásticos bancos-mesas de toda la vida, que son como para ocho guiris e igual número de isleños, y que en el aserradero se ejecutan a precio de ganga. Cada uno de ellos se paga en la calle a unos 1.400 euros, frente a los 150 euros que suponen producirlo entre los tiles y madroños de Osorio. Pero no se vende a particulares, sino que es para uso exclusivo del Cabildo y los ayuntamientos de la isla. La madera empleada para los elementos que más tienen que soportar la intemperie procede del norte de Europa y con tratamiento autoclave, es decir, que reciben en el interior distintos agentes protectores contra la humedad o los insectos, aplicando una presión al vacío.

Pero también se utiliza en la medida de lo posible madera procedente de los montes insulares, como el pino, aunque en menor medida porque tiene poco aguante en según qué condiciones, el eucalipto rojo, el ciprés, y algo menos por su escasez el álamo negro y el castaño, entre otras especies. Miguel Romero Gil es técnico del Servicio de Medio Ambiente del Cabildo afirma que, parte de esa madera también procede de los árboles que se despejan para ser sustituidos por especies endémicas.

Todos sus carpinteros, hay los que añadir el operario Víctor Quintana Reyes y a Francisco Javier López, también enfrascado en el remate de las lamas, fueron visitados ayer por la consejera de Medio Ambiente Inés Jiménez, para interesarse por el pico de actividad del aserradero y para asegurar más partidas económicas para la mejora de las instalaciones, porque a pesar de sus herramientas sin fin, de la inversión de más de 200.000 euros recibida en 2014 y la profesionalidad de sus trabajadores no da avío. De hecho para reponer todo lo quemado en verano del pasado agosto se tardará un año.