Los estudios arqueológicos en la cueva funeraria descubierta en el verano de 2019 en el barranco de Guayadeque han revelado que se trata de un enterramiento colectivo de los siglos IX al XI de "extraordinario" valor para investigar la historia y las costumbres de los primeros pobladores de la isla de Gran Canaria.

Los restos encontrados, huesos pertenecientes a un mínimo de 72 personas de todas las edades y materiales para la momificación, son equivalentes a los que se hallaron en las primeras campañas arqueológicas en la Gran Canaria durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX, que ahora se conservan en el Museo Canario

"Excepcional y fabuloso". Esos fueron los términos utilizados ayer por Xabier Velasco, inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria, y por Verónica Alberto, arqueóloga de la empresa Tibicena, al presentar los resultados de las investigaciones preliminares en la cueva, situada en un lugar de difícil acceso del barranco de Guayadeque.

La ubicación concreta del yacimiento no se ha dado a conocer en espera de que avancen las investigaciones, aunque no se temen expolios o actos vandálicos porque la zona está controlada por personal de Medio Ambiente y alcanzar la cueva requiere una difícil escalada.

Oportunidad

Oportunidad

Un siglo después y con nuevas técnicas como el ADN o los isótopos estables, los arqueólogos e historiadores tienen una "nueva oportunidad" de estudiar a los primeros habitantes de Gran Canaria, pues aunque la cueva estaba catalogada desde el año 1980, es probable que el lugar no haya sido visitado por el hombre en las últimas décadas o quizás permaneciera intacta desde hace centenares de años.

Por tanto, explicaron Velasco y Alberto, se podrán estudiar las características físicas y las costumbres de los primeros pobladores llegados desde África, pues se tiene constancia de que desde los siglos IV y V se empezaron a instalar en Guayadeque y en otras zonas del interior de la isla, como la Fortaleza de Ansite, Acusa o la Caldera de Tejeda.

Velasco detalló que la intervención del Cabildo se inició a finales de junio de 2019, después de que un grupo de aficionados a la arqueología, denominado El Legado, accediera a fotografiar la cueva con un dron y denunciara el estado de abandono y deterioro de los restos óseos. Tras dos visitas de inspección para comprobar el estado de conservación de los huesos, el departamento de Patrimonio Histórico contrató a la empresa Tibicena para realizar el trabajo de campo, dirigido por Verónica Alberto.

Desde el primer momento se comprobó que el yacimiento funerario tenía un enorme valor, tanto por la cantidad de huesos como por la presencia de restos de niños de diversas edades, desde unos diez recién nacidos hasta adolescentes, algo inusual en otros enterramientos prehispánicos.

Las pruebas de carbono 14 en un fémur y en un tejido de junco para datar la antigüedad de los restos revelan que pertenecen a personas que vivieron hace unos mil años, entre los siglos IX y XI, aunque no se descarta que existan huesos de épocas anteriores o posteriores.

Velasco anunció que el estudio antropológico de todos los restos humanos encontrados, con análisis de ADN y otros métodos que no existían hace cien años, ofrecerán datos de la edad, el sexo, la alimentación, enfermedades e incluso causas de la muerte en aquellos huesos que presenten traumatismos.

El inspector de Patrimonio subrayó que se ha podido identificar procesos degenerativos, como la artrosis, que afectaron a las principales articulaciones de las extremidades, así como a diferentes tramos de la columna vertebral. A simple vista también se ha descubierto el cráneo de un hombre con huellas de haber sufrido un golpe o un accidente mortal. Contando el número de fémures derechos se determinó que hay al menos 72 personas enterradas allí.

Por su parte, la arqueóloga de Tibicena relató que la sensación al escalar los siete metros hasta la cueva y encontrar tantos huesos fue la de estar viviendo "la misma experiencia" de los exploradores que hace cien años descubrieron los principales yacimientos arqueológicos de Gran Canaria. "Ha sido como un viaje en el tiempo", exclamó Alberto.

Según los datos revelados por los responsables de la investigación preliminar, que hoy viernes se concretarán aún más en una conferencia de Verónica Alberto en el Museo Canario, la cueva funeraria es una cavidad natural con un espacio externo de 12,5 metros de largo y 3 de ancho, que en la actualidad está al descubierto debido a un derrumbe de parte de su techo. El yacimiento es equiparable a otros encontrados hace cien años en el propio barranco de Guayadeque, en La Fortaleza de Ansite o en Tejeda, de los que proceden las momias que se conservan en el Museo Canario.

Los cuerpos encontrados en la cueva también fueron momificados, como revela la presencia de restos de pieles, maderas y vegetales de las mortajas. Sin embargo, la exposición directa durante tantos siglos al sol, la lluvia y la humedad han impedido que las momias se conservaran hasta nuestros días.

Arqueólogos

Arqueólogos

No obstante, no se descarta que bajo tierra queden más restos óseos, pues los arqueólogos se han limitado hasta ahora a rescatar aquellos elementos que corrían más peligro de rodar ladera abajo y desaparecer por efecto de la lluvia o el viento. También son visibles los desprendimientos recientes, que posiblemente hayan hecho caer los huesos a la zona inferior.

En la cueva se han visto excrementos de aves y restos de nidificaciones, que también han deteriorado el yacimiento. Alberto resaltó el hecho de que solo se hayan encontrado huesos y pequeños trozos de las mortajas, pero ningún otro elemento, como cerámicas, que hagan pensar en rituales funerarios o ajuares.

La arqueóloga precisó que en uno de los bordes de la cueva se conservan piedras alineadas que podrían ser los restos de un muro que delimitaba el espacio funerario. En una especie de repisa en el fondo de la cueva se encontraron tres calaveras, lo que denota que la tumba fue visitada por humanos con posterioridad a los enterramientos, aunque se desconoce si fue hace siglos, en las campañas de hace cien años, en las exploraciones del inventario del año 1980 o más recientemente.

El equipo responsable de los trabajos arqueológicos atribuye el desorden de los huesos a rebuscas que se hicieron hace un siglo, con una metodología distinta a la que requieren los espacios de esta naturaleza, incluso con la contratación de enriscadores para extraer los huesos, pues eran valorados por sí mismos y no en su contexto como en la actualidad.

Al respecto, Velasco aplaudió el comportamiento del colectivo El Legado, pues informó de forma inmediata al Cabildo de su descubrimiento y denunció el estado de abandono. El Cabildo reclama la colaboración ciudadana ante hallazgos de este tipo, pues no se descarta que en lugares de difícil acceso pueda haber más yacimientos funerarios. También se compromete a informar de forma rápida de todos los descubrimientos que se realicen.

Según Velasco, el estado actual de la cueva complica un diagnóstico certero de cómo se organizaba el espacio mortuorio, ya que toda la superficie está cubierta de huesos y se han mezclado los restos de los adultos y los niños.

A los investigadores les ha sorprendido la cantidad de menores enterrados, poco habitual en otros recintos funerarios. Los análisis de los restos de recién nacidos o bebés de corta edad permitirán conocer nuevos datos de cómo era infancia de los antiguos pobladores de Gran Canaria, pues "apenas se encuentran restos arqueológicos de niños y las menciones a ellos en la crónicas de la Conquista también son relativamente escasas", subrayó la responsable de la empresa Tibicena. A priori ya se sabe que los niños tuvieron el mismo tratamiento que los adultos, pues fueron cubiertos con fardos de piel o de esterilla vegetal.