Los 32 empleados del Grill Las Brasas Los Pollitos de Firgas, todos y cada unos de ellos, están citados por sus siete jefes hoy a las ocho de la mañana en el local. Su cometido no es otro que adecentar el restaurante para su reapertura al mediodía, después de que el domingo tuviera que cerrarse de improvisto, y al poco de abrir, porque una enorme ráfaga de viento levantó de cuajo las planchas que servían de techo de la terraza ubicada en la parte trasera del recinto.

Porque sí, el emblemático asadero ubicado en la Avenida de la Cruz del municipio tiene un espacio más allá de la cueva en la que parece estar metido el bar y que mucha gente desconocía hasta hace un par de días, o quizá hasta ahora mismo, igual porque únicamente está disponible los fines de semana.

Sea como fuere, se echó a volar y provocó un caos que, por fortuna, no tuvo consecuencias mayores que varios destrozos por la zona. "Estábamos terminando de preparar la terraza para dar el servicio y de repente vino una ráfaga de viento fuerte y levantó todo el techo en peso. Se elevó por lo menos 30 o 40 metros, porque superó hasta la campana de extracción -en la imagen principal, arriba y al fondo-. Las planchas se levantaron enteras", rememora Francisco Pérez, unos de los siete hermanos dueños del local y administrador de la empresa familiar.

Lo que saltó por los aires fueron, comenta, unos 120 metros cuadrados de planchas, el equivalente a una media cancha de baloncesto. "Se elevaron y cayeron a unos 70 metros de distancia, sobre la carretera general", cuenta Francisco todavía con asombro.

Sin daños humanos

Por fortuna, los daños que ocasionó semejante mastodonte fueron mucho menores de lo que cabría esperar. En su trayecto hacia todos lados afectó a cuatro casas colindantes, a un par de coches y a uno de los postes que sujeta la cancha deportiva que hay justo enfrente del restaurante. Ninguna persona sufrió daños personales, aunque sí varios materiales.

"Estábamos muy preocupados. Gracias a Dios que no hubo desgracias humanas. Estábamos muy asustados porque hubo un estruendo fortísimo. Las planchas se fueron para un lado y para otro, cayeron en el techo del local, en las casas de los vecinos... Todo el mundo estaba gritando: niños, mayores... No veían nada, sólo escuchaban los golpes", relata.

Porque si bien ninguna de las personas que había reservado una mesa en la terraza había llegado todavía a su cita, en el interior varios comensales degustaban ya la comida de Los pollitos de Firgas. El administrador prefiere ni pensar en qué habría sucedido si la fuerte ráfaga de viento, que llegó como consecuencia del temporal que azotó a toda Canarias, sobre todo durante el sábado y el domingo, hubiese llegado un poco más tarde, con todo el local casi al completo, dentro y fuera.

Prefiere insistir en que la suerte se puso del lado de todos porque no hubo que lamentar ningún daño personal directo. La primera reacción de los dueños tras el ruido enorme generado por el golpeo de distintas partes del techo en el tejado del propio restaurante fue la de desalojar el lugar. Asustados, las pocas personas que allí se encontraban salieron con cuidado.

"Los que estaban dentro se fueron sin pagar, porque entre el susto y que no pudimos darle el servicio que había que darle, era lógico", revela, al tiempo que lamenta que dejaron de ganar entre 30.000 y 35.000 euros en un día fuerte como el domingo.

"Cuando nos asomamos a la terraza nos dijimos: '¿Y dónde está el techo?'. Había varios camareros que estaban colocando los platos y los cubiertos en las mesas de fuera que se metieron corriendo en el almacén de la cocina -situado en la misma terraza-", señala Francisco.

Un día después, el suelo aparece lleno de tierra, con piedras por el suelo, varios objetos tirados por la fuerza del viento y un techo que no existe. La estructura sigue en pie, pero las planchas de la parte superior ya no están en su sitio. La mayoría se encuentra en la acera de enfrente de la puerta principal, apiladas junto a la cancha a la que también afectó -foto inferior-. Otras partes siguen en las azoteas de varias casas.

Fuera también está un coche blanco de uno de los empleados, dañado en la parte frontal. En el interior, una señal de tráfico derribada por el vendaval, innumerables hojas de árboles y la polvajera gobiernan el espacio.

Ahora los dueños esperan a que un perito valore los daños y que el seguro se haga cargo de los mismos, algo que no prevén que suceda pronto, por lo que la terraza permanecerá un tiempo cerrada hasta su remodelación. Lo que sí cobrará vida a partir de hoy mismo es la parte de dentro de Los pollitos de Firgas, la de siempre. Es martes, pero abren por ser festivo. Y para recobrar la normalidad después del susto.