La sala de facturación de los vuelos internacionales del aeropuerto de Gran Canaria era ayer un mar de personas en fila repleto de punta a punta. Era tanta la gente amontonada que había que esforzarse para avanzar sin tropezar por el estrecho pasillo que se había quedado para circular de un lado a otro. Cerca de 1.200 vuelos operaron este martes de Carnaval en los aeródromos canarios, unos cien más que en un día normal, para ir dando salida a los miles de viajeros que se quedaron colgados por el cierre del tráfico aéreo en los aeropuertos el pasado fin de semana. Casi mil operaciones y 120.000 pasajeros fueron afectados debido al siroco. A pesar del aumento del número de vuelos y del incremento de la capacidad de algunos de ellos se produjeron algunos casos de sobreventa de billetes. El incremento del tráfico provocó también el retraso de algunos de los vuelos, unas demoras que según Aena, no sobrepasaron las dos horas.

Las quejas por la falta de información eran la protesta común de muchos viajeros, todos con caras de cansancio, no en vano muchos de ellos llevaban esperando desde el sábado y domingo pasados, cuando fueron canceladas las operaciones en el aeródromo por el fuerte temporal de calima y viento. Muchos consiguieron salir ayer, pero otros no sabían al mediodía si podrían dejar la isla. Las compañías aéreas han ampliado los vuelos para poder ir colocando a los que se quedaron en tierra el pasado fin de semana y poco a poco han ido saliendo todos, aunque no será hasta hoy o mañana cuando se resolverá el problema de manera definitiva. El verbo esperar era el más conjugado en todos los idiomas y eso que según el personal del aeropuerto, lo de ayer era la gloria comparado con el infierno del pasado lunes, abarrotado de gente y con muchas personas tiradas por el suelo.

Los restaurantes y cafeterías se han quedado sin existencias y la mayoría de su personal no ha podido librar para hacer frente a la avalancha. Lo mismo ha pasado con las trabajadoras de la limpieza que han tenido que emplearse a fondo para mantener a raya la basura en un aeródromo invadido por miles de viajeros, algunos de los cuales han dormido en las terminales porque no encontraron hoteles libres en unas fechas con muchos turistas por la temporada alta y los carnavales.

143.000 pasajeros

En total, ayer estaba previsto que operaran en los ocho aeropuertos canarios 1.197 vuelos, según los datos facilitados por el director de comunicación de Aena, José David Santos, quien resaltó la recuperación de la normalidad tras levantarse las restricciones la tarde del pasado lunes, cuando se acabó la alerta por calima.

Estas cifras suponen un tráfico de más de 143.000 pasajeros entre llegadas y salidas, frente a la media de 100.000 de un día normal en temporada alta. En Tenerife Sur se operaron trece vuelos más y en Gran Canaria, 47 más. El mayor incremento se registró en La Palma, que ayer tenía previsto realizar 143 operaciones, frente a los 63 del pasado lunes, muchos de los cuales fueron cancelados.

En Gran Canaria estaba previsto que operaran a lo largo de todo el día de ayer un total de 367 vuelos; en Tenerife Sur, 182 y en Tenerife Norte, 206.

Aena seguía anunciando por la megafonía la posibilidad de retrasos en los vuelos por "causas meteorológicas adversas".

El personal de Aena estaba entregando ayer por la mañana, por citar un ejemplo, el equipaje a un grupo de turistas de Bristol (Reino Unido) que lo habían facturado el pasado sábado y que, por fin, podían volver a su país durante la tarde, tres días después de la fecha prevista.

Entre los que ayer hacían cola en Gando estaba el mauritano Alí Denna, un guía que acompañaba a un grupo de turistas de su país que volvían a Mauritania. Algunos mauritanos que tenían previsto salir el fin de semana están todavía en lista de espera. Los aeropuertos mauritanos también sufrieron el cierre del tráfico aéreo. Denna mostraba las fotos de ciudades de su país cubiertas por el siroco, como Canarias, y explicaba que, pese a estar muy cerca del desierto, no son comunes estas tormentas tan fuertes de polvo en suspensión. "Desde 2001 no sufríamos una calima tan fuerte", aseguraba Alí que relató las peripecias de un grupo de compatriotas el pasado sábado, que aterrizaron muertos de miedo en Nouakchott después de tener un vuelo movidito. "Eran como 70 personas. Subieron al avión, luego bajaron y estuvieron como siete horas esperando y por fin salieron. Casi se mueren de miedo por las turbulencias del vuelo", decía.

M. Martin, una alemana de Bremen llevaba esperando desde el pasado domingo para volver a su país. "El domingo no pudimos salir y tuvimos que volver al hotel en Playa del Inglés. Espero que podamos salir esta tarde", expresaba su deseo Martin, que lamentaba el horroroso final de las dos semanas de vacaciones que ha pasado en la Isla con un grupo de amigos.

En parecidas circunstancias se encontraba Kim, una sueca de Estocolmo. "Aquí estoy esperando, esperando y esperando desde el domingo". La primera noche pudo dormir en el hotel, pero ayer la pasó en el aeropuerto junto a su familia, señalaba Kim, la viva imagen de la resignación. "Es el tiempo, no podemos hacer otra cosa que esperar", explicaba mientras esperaba salir a lo largo de la tarde de ayer hacia Madrid, para luego enlazar con Estocolmo. El retraso le está costando dinero, se quejaba. "Soy autónoma, tengo mi propia empresa y no he podido trabajar ni ayer, ni hoy ni mañana y si no trabajo, el dinero no entra", explicaba la consultora.

Pasajeros colgados

Unos metros más allá un grupo de diez pasajeros nórdicos pedían al personal de la compañía Norwegian una solución al problema con el que se encontraron ayer, después de facturar su equipaje. Y es que cuando estaban a punto de entrar al avión, les explicaron que el avión estaba lleno. Dos empleadas les aseguraban que se les buscaría un hueco a lo largo del día en otro vuelo hacia Arlanda, el mayor aeropuerto de la capital sueca, mientras el grupo andaba preocupado por el destino de su equipaje facturado durante la mañana.

"Nuestro problema no es tan grave como el de otra gente que lleva esperando desde el sábado, pero nuestro vuelo estaba previsto para esta mañana y horas más tarde no tenemos ninguna información", se quejaba Tomás Mateos, uno de los pasajeros colgados, un canario que lleva 35 años afincado en Suecia.

Más felices andaban en la terminal de salidas nacionales Cristina, Mercedes, Miriam y Noemí, pertenecientes a la familia Ibáñez, que se disponían a volver a Barcelona tras su accidentado periplo a Gran Canaria, a donde vinieron para ver la gala Drag. Pero se quedaron con las ganas. Otra vez será.

"Teníamos billete el viernes de Barcelona a Gran Canaria y nos anularon el vuelo después de tenernos tres horas parados dentro del avión", recuerda Cristina. Al final pudieron salir el sábado por la mañana, pero luego va y se suspende la gala. "Ha sido un desastre este viaje", se lamentó, "porque teníamos tantas ganas de venir y nos costó tanto conseguir las entradas para la gala. Aunque te digo una cosa, me ha encantado ver la calima, algo que ustedes no habían visto en muchos años. A mí me ha parecido una experiencia superinteresante".

Al final, pudieron asistir al resto de la pregala Drag y pudieron ver a ocho candidatos. "Estaba muy bien, fue muy bonito, pero nos hubiera gustado ver la gala. Nos compramos disfraces y veníamos dispuestas a pasarlo bien, pero desde el minuto uno, la cosa salió mal con el retraso del vuelo", insistía.

De todas maneras, la familia Ibáñez, que derrocha positividad y alegría por los cuatro costados, aprovechó como pudo sus cortas vacaciones en la isla. "Alquilamos una casa muy bonita en Gáldar. Allí todo maravilloso y ayer fuimos a Mogán y a Maspalomas. A ver si podemos volver en otra ocasión", concluía.