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CRISIS DEL CORONAVIRUS Medioambiente

Los animales pierden la timidez

El silencio y la ausencia de actividad humana por las medidas de aislamiento social derivadas de la crisis sanitaria animan a la fauna silvestre a acercarse a la civilización

Coronavirus en Canarias | Zifios entre Agaete y La Aldea

Coronavirus en Canarias | Zifios entre Agaete y La Aldea

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Coronavirus en Canarias | Zifios entre Agaete y La Aldea María Jesús Hernández

Conejos corriendo por el paseo del Faro de Maspalomas, cabras en un hotel de Fuerteventura o en un instituto de Corralejos, ballenas junto a la playa de La Laja en la capital grancanaria o en el muelle de La Palma, o delfines saltando por la Bahía de Santa Cruz de Tenerife o en el puerto de Mogán. Estos son algunos ejemplos de las imágenes más curiosas que está dejando la cuarentena. El confinamiento de las personas en sus casas por la pandemia de Covid-19, la paralización de la actividad humana y por ende, la disminución del ruido, ha animado a la fauna silvestre a perder la timidez y acercarse por la civilización.

El doctor en Veterinaria e investigador, Javier Almunia, director de Loro Parque Fundación, asegura que no se trata de ningún fenómeno singular y explica el por qué animales que, en general, son bastante tímidos o huidizos, ahora se atreven a salir a las ciudades. "He visto sobre todo vídeos que están apareciendo en las redes, como la ballena que se acercó al muelle en La Palma, o delfines muy próximos a la costa en diferentes sitios. Esto es lo habitual porque generalmente los animales tratan de compartir el menor tiempo posible con las personas. Para ellos somos una molestia, les impedimos que encuentren su comida tranquilamente, somos lo que se dice un incordio. Y ahora salen porque las personas estamos metidas en nuestras casas".

Como ejemplo de la situación, Almunia citó un estudio científico publicado hace unos meses, que alerta sobre cómo algunos animales estaban modificando sus hábitos diurnos a nocturnos, para evitar las horas de máxima actividad de los seres humanos. "Esto es algo que se ha ido observando desde hace tiempo. Generalmente siempre sucede lo mismo, la presencia de los seres humanos es lo que hace, muchas veces, que los animales no se dejen ver por los humanos, no estén tan visibles".

Chernóbil

Otro estudio que ratifica el perjuicio de la actividad humana en la biodiversidad, según señala Javier Almunia, es el estudio realizado en la zona de explosión de la central nuclear de Chernóbil, 30 años después del accidente, por parte de un grupo de investigadores británicos.

El objetivo de esta investigación era comprobar el estado de las poblaciones de grandes vertebrados de la zona (siervos, lobos...) y la hipótesis de partida era encontrar un problema relacionado con la radioactividad, que había afectado negativamente a la biodiversidad. Sin embargo, se encontraron con todo lo contrario, que allí estaban las poblaciones mejores conservadas de toda Europa de grandes vertebrados.

"La conclusión fundamental de este estudio es que la exclusión de las personas era mucho más importante para el bienestar de los animales de la zona que los problemas causados por la radioactividad. O dicho de otra manera, de alguna forma los seres humanos somos peores que la radioactividad para los animales silvestres. Esta situación en la que los animales son más fácilmente visibles en lugares que antes no lo eran, es por eso, porque ellos nos intentan evitar todo el tiempo".

Esta es la explicación del experto al fenómeno de acercamiento a la civilización de la fauna silvestre motivada por el aislamiento social a raíz de la pandemia del Covid-19, una situación que debe dejar, a su juicio, una reflexión que favorezca el cambio.

"Fundamentalmente lo que esto nos está indicando es que tenemos una presión muy grande sobre todo el medio. Estamos expulsando a los animales de su hábitats naturales, no solamente construyendo nuestras infraestructuras, nuestras ciudades, nuestros campos, sino que también dentro de los propios hábitats que todavía pensamos que son naturales, como el mar o los bosques, nuestra presencia habitual hace que ellos se retiren, se escondan y que sea más difícil encontrar su alimento, relacionarse, reproducirse o buscar un hogar".

De los ejemplos que ha visto en redes, el que más le ha llamado la atención es la ballena que está en el muelle en La Palma, algo bastante inusual cuando hay tráfico de barcos. "En la bocana de un puerto están continuamente entrando y saliendo barcos y es poco habitual que un animal tan grande se persone tanto, las imágenes son realmente sorprendentes, por lo cerca que estaba".

El investigador y director de Loro Parque Fundación señala la necesidad de tomar nota de la situación actual, "y hacer lo más compatible posible nuestras actividades con la vida de los animales en el medio, es decir, molestar lo menos posible, y tratar de hacer el menor ruido posible".

Almunia insiste en que el ruido es una de las cuestiones fundamentales que más pone en alerta a los animales, y los hace huir de las zonas donde hay más actividad humana como las ciudades. "Muchas veces no somos consciente de todo el ruido que generamos. Estamos acostumbrados a convivir con el y para nosotros es algo natural, pero para los animales es muy perturbador. Lo que cualquiera puede descubrir en estos días de confinamiento es que hay un silencio enorme en las ciudades, en las calles, no estamos generando prácticamente ruido, y el ruido es uno de los elementos fundamentales que hace que los animales se alejen de los lugares en los que nos encontramos. Tenemos que intentar ser menos ruidosos y compatibilizar nuestras actividades lo más posible con la naturaleza".

'CanBio'

En este sentido, Javier Almunia indicó que, dentro del proyecto CanBio del Gobierno de Canarias y Loro Parque Fundación, en el que participan las Universidades públicas canarias, acaban de instalar una boya en Gran Canaria, en la que además de medir el contenido de dióxido de carbono, de acidificación y de ruido submarino en la Bahía de Gando, también se hará una monitorización acústica pasiva (PAM) para proporcionar secuencias temporales de niveles de sonido ambiente antropogénica y biogénica y establecer un mapa de ruido marino. Dicho sistema PAM es idóneo para determinar la presencia o ausencia de organismos marinos que se comunican mediante sonidos y detectar de manera sencilla cambios en los ecosistemas costeros que podrían estar asociados al cambio climático o a otros factores locales o globales.

"Los ruidos en el medio marino son un elemento muy importante que ha pasado muy desapercibido en los últimos años y ahora se esta teniendo en cuenta como un problema emergente en los océanos . Está afectando no sólo a cetáceos, ballenas y delfines, sino a todos los animales porque enmascara los ruidos naturales que existen en el océano y eso perturba a todas las especies", apuntó el investigador.

Las principales fuentes de ruido en el océano proceden no sólo del tráfico marítimo, sino de otras muchas como las prospecciones petrolíferas, y también se empieza a estudiar el ruido que pueden estar emitiendo algunos parques eólicos, que introducen vibraciones dentro del medio... "Hemos colocado la primera estación permanente de vigilancia de ruidos submarinos en marzo en la Bahía de Gando y ya están saliendo datos. Las mediciones de ruido son continuas y va guardando parámetros que ahora mismo por si solos no son muy reveladores, habrá que esperar meses y años para ver la evolución. Pero casualmente ha coincidido con este fenómeno de la cuarentena y aislamiento social, y dentro de unos meses cuando vuelva la normalidad veremos las diferencias".

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