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CRISIS DEL CORONAVIRUS Las consecuencias de la pandemia

Un verano sin fiestas

Los alcaldes de los municipios de Gran Canaria ya asumen que no podrán celebrar actos multitudinarios

Agaete vibra con La Rama

Agaete vibra con La Rama

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Agaete vibra con La Rama Jesús Montesdeoca

El pasado 11 de marzo, cuando se empezó a detectar la expansión de la pandemia por el Archipiélago, el Gobierno de Canarias prohibió los actos multitudinarios durante los 14 días siguientes, lo que obligó a retrasar los carnavales que aún faltaban por celebrar. Los de Maspalomas estaban a mitad. Y en Telde, Mogán o Agaete ni siquiera se habían leído los pregones.

Visto ahora en perspectiva, enternece la inocencia de los gobernantes que creían que el problema del coronavirus se resolvería en dos semanas y podrían retomar la celebración de sus carnavales solo con unos días de retraso. La cruda realidad es que también se verán obligados a suspender las fiestas de verano o, en el mejor de los casos, a trasladarlas a los últimos meses de 2020.

Entre las pruebas a las que debe someterse la población en esta crisis sanitaria es a superar un verano sin fiestas populares, lo que en los municipios pequeños no solo supone un daño a las economías locales, sino un golpe moral para la población, pues es uno de los pocos días del año para reunir a las familias y disfrutar con las amistades.

Los Sanfermines de Pamplona, que congrega a cientos de miles de personas de todo el planeta durante dos semanas del mes de julio, fue el pasado martes la primera gran fiesta nacional en anunciar su cancelación para prevenir el contagio del virus.

Un día después fue el Obispado de Tenerife el que comunicó la suspensión de la Bajada de la Virgen de Las Nieves de La Palma, que se festeja cada cinco años y se había organizado de forma concienzuda para atraer a miles de visitantes a la Isla, incluidos los emigrantes palmeros repartidos por medio mundo. La idea inicial de las instituciones palmeras es posponer la celebración hasta que haya garantías, a ser posible antes de que finalice este año 2020.

En Canarias hay pocas fiestas, ya sean religiosas o laicas, que no conlleven aglomeraciones de personas en espacios reducidos. En una romería o una procesión aún se podrían tomar algunas precauciones, como mantener la distancia o llevar mascarillas, pero eso es impensable en fiestas como La Rama de Agaete, El Charco de La Aldea o la Traída del Agua de Lomo Magullo, donde la esencia de la diversión es el contacto físico en la batalla por estar lo más cerca posible de la banda de música. Es el equivalente a estar saltando en las primeras filas de un concierto de rock.

Las festividades populares, al margen de los actos más emblemáticos, se viven en calles, bares, bochinches y domicilios particulares, donde es imposible controlar el contagio. Un único portador del virus podría traspasarlo a cientos de personas en pocas horas.

Los alcaldes grancanarios se muestran esperanzados en poder realizar algún acto de sus fiestas patronales, pero ya son conscientes de que este año no habrá multitudes en las calles. La semana pasada, en la última reunión del comité insular de la Federación Canaria de Municipios (Fecam), ya se abordó ese asunto y la opinión generalizada entre los ediles es que habrá que ir suspendiendo en cascada todas las fiestas y celebraciones, según explicó Francisco Perera, alcalde de Tejeda.

El Ayuntamiento cumbrero ya ha cancelado la Noche Romántica, una fiesta de alcance internacional organizada por los Pueblos Más de España y que estaba prevista para el último fin de semana de junio. Perera tampoco tiene mucha confianza en poder celebrar con normalidad la fiesta del Socorro, en septiembre.

Multitudinarios

Tras las denuncias contra los gobernadores civiles de varias provincias por no prohibir actos multitudinarios cuando ya se tenían noticias de los estragos de la pandemia en Italia, ningún alcalde se va a arriesgar a que la población se contagie por mantener una festividad en sus fechas habituales, según corroboraron los regidores consultados por este periódico.

Tras los carnavales, las primeras fiestas patronales en caer serán las de Fátima en San Mateo, el 13 de mayo, y dos días después las de San Isidro Labrador, en Gáldar, Carrizal o Montaña Cardones. Después, a finales de junio, se tendrán que suspender las de San Juan, patrono de Las Palmas de Gran Canaria, Telde y Arucas.

El Ayuntamiento capitalino, a través del departamento de comunicación, declaró que aún no se ha tomado ninguna decisión sobre esa festividad, el 24 de junio, pero que se está "estudiando y analizando constantemente". Aunque faltan dos meses, es casi una utopía calcular que ese tiempo se vaya a erradicar el coronavirus y se permitan las multitudes en la playa de Las Canteras para las hogueras y los fuegos artificiales de San Juan.

El alcalde de Telde, Héctor Suárez, adelantó que en los primeros días de la próxima semana se comunicará oficialmente la suspensión de los actos previstos en su municipio, conjuntamente con el Ayuntamiento de la capital, para lo que ya ha hablado con homólogo Augusto Hidalgo. En Arucas no se ha tomado todavía ninguna decisión, explicó su regidor, Juan Jesús Facundo, pero el calendario deja poco margen de maniobra.

Los gobiernos municipales son reacios a suspender desde ahora las celebraciones veraniegas, pero la realidad se va imponiendo y ya asumen que, como mínimo, tendrán que posponerlas durante algunos meses.

"Haremos lo que nos digan las autoridades sanitarias; yo no me puedo saltar la ley ni a poner en riesgo la salud de los vecinos", apuntó la alcaldesa de Agaete, María del Carmen Rosario Godoy, que aún guarda esperanzas y sigue trabajando en la organización de la Rama, primero la del Valle a finales de junio y luego la del pueblo a principios de agosto. "Nuestra intención es hacer esas fiestas desde que se pueda, no renunciamos a ellas", precisó.

De hecho, la alcaldesa de Agaete ni siquiera da por oficialmente suspendidos los Carnavales de este año, salvo que sea imposible festejarlos antes de los de 2021. En Telde, al igual que en San Bartolomé de Tirajana o Mogán, sí dan por pérdidas las fiestas de las mascaritas, declaró Héctor Suárez, y quedan a la expectativa de la evolución de la pandemia para decidir sobre las fiestas de los distintos barrios. Entre ellas la popular Traída del Agua de Lomo de Magullo, que este año se tendría que celebrar el 9 de agosto.

Romería del Pino

Las fiestas del Pino, patrona de Gran Canaria, tampoco podrán congregar a miles de peregrinos los días 7 y 8 de septiembre en Teror, por lo que ya se está pensando en algún acto simbólico o virtual para que al menos se perciba que es día festivo en toda la Isla. Esta próxima semana está prevista una reunión entre el Ayuntamiento y la consejera de Cultura del Cabildo, Guacimara Medina, "para ver que se puede hacer en la romería", comentó el alcalde de la villa mariana, Gonzalo Rosario.

La ofrenda a la imagen de la virgen, que concentra la víspera del Pino al mayor número de personas en las carreteras y calles de Teror, lo organiza el Cabildo en coordinación con los 21 municipios, mientras que los actos religiosos, misas y procesiones, queda de la mano del Obispado. Las aglomeraciones de fieles dentro de la basílica y en los alrededores no se repetirán este año.

"Hay que repensarlo todo porque ahora mismo la incertidumbre es total", resaltó el alcalde, quien admitió que "todo lo que sea multitudinario no se va permitir; es impensable a día de hoy que podamos hacer una romería en las mismas condiciones que en los años anteriores, salvo que se produzca un milagro, como que se encuentre la vacuna y pueden ponérsela a toda la población".

Tampoco se baraja buscar nuevas fechas para el Día del Pino, aunque sí para otras fiestas menores del municipio. Ya se da por sentado que habrá que suspender las más próximas, como la Cruz en El Álamo y Fátima en El Faro, en mayo, o las del Sagrado Corazón de Jesús en Arbejales y las de San Isidro, en junio, pero sí se podrían retrasar hasta el otoño las del Barco y el Castillo, en el casco urbano de Teror.

La anulación de las fiestas patronales, ya sea en un pueblo grande o en un caserío alejado, supone un grave perjuicio económico para sus empresas, pues existen comercios que en esos días venden prácticamente lo mismo que durante el resto del año.

"A veces se critica a los ayuntamientos por gastar dinero en fuegos artificiales o en conciertos y verbenas, pero eso es lo que permite que sobrevivan muchos negocios en los pueblos, por lo que el dinero invertido se recupera después", destacó el alcalde de Teror.

Cultura

Héctor Suárez recordó que alrededor de las fiestas hay un subsector de la cultura, como artistas, grupos musicales, técnicos o animadores, que "lo van a pasar mal si no pueden trabajar en todo el verano", aparte de los centenares de autónomos con negocios ambulantes en ferias y mercadillos.

Las fiestas de más carga religiosa, como las de Santiago Apóstol en Tunte y Gáldar, a finales de julio, tendrán la opción de celebrar algún acto de forma simbólica o virtual dentro de las iglesias, pero no las romerías o batallas de flores, donde sería inviable pedir a los participantes que mantengan dos metros de distancia.

Otra gran fiesta de contacto humano es el Charco de La Aldea, el 11 de septiembre, primero con el baile en el muelle y después con la pesca de la lisa, que congrega a miles de personas en pocos metros cuadrados. Tomás Pérez, alcalde del municipio, aseguró que ni siquiera ha tenido tiempo de pensar. "El tema de las fiestas está aparcado de momento, tanto las del Charco como las de los barrios, que son en junio, porque lo primero es atender la situación sanitaria", recalcó Pérez, cuyo municipio es uno de los pocos de Gran Canaria sin casos positivos de coronavirus.

"La mejor fiesta que vamos a tener este verano, y espero que sea pronto, será la de los reencuentros con los familiares y los amigos; lo demás puede esperar", agregó el edil aldeano, que desde ahora percibe que este año no habrá Charco.

La otra incertidumbre, coinciden varios alcaldes, es la actitud de la población aún en el caso de que se autoricen algunos actos festivos. "No creo que la gente esté para muchas fiestas, habrá miedo a contagiarse y a echar por tierra todo el sacrificio de estos meses", opinó Gonzalo Rosario.

Es una situación inédita, pues habría que remontarse a la Guerra Civil Española para encontrar una suspensión general de las fiestas populares en Gran Canaria. La Rama, desde que se tiene constancia histórica, solo se prohibió dos años durante esa conflagración bélica.

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