El Cabildo de Gran Canaria prosigue con las labores de prevención de incendios forestales también en confinamiento, ya sea con tratamientos selvícolas, el "apeo" de los pinos quemados el verano pasado o con la descarga de combustible vegetal con quemas técnicas como la primera del año, efectuada hoy en una parcela de 2.000 metros cuadrados en la cumbre para repasar protocolos, ya que las siguientes abarcarán entre cuatro y seis hectáreas.

La cuarentena también afectó al servicio, explica el jefe de Emergencias el Cabildo, Federico Grillo, quien apuntó que inicialmente hubo que paralizar todos los trabajos, pero en cuanto fue posible fueron reanudados y los equipos trabajan hace semanas en zonas de Arteara, las Filipinas, la Sorrueda, aparte de en la cumbre central parar repasar las áreas cortafuego quemadas en 2017 para que vuelvan a estar en condiciones.

También realizan aclarados de pinos, descarga de cañaverales y quemas de restos, todo con las restricciones necesarias para cumplir con las medidas de seguridad establecidas en este estado de alarma, lo que conlleva distanciamiento del personal y que como máximo viajen dos personas por vehículo, entre otras, una nueva situación a la que los servicios ya se han adaptado.

En Arteara, la Sorrueda y las Filipinas, donde han sido tratados varios kilómetros, la dificultad de los trabajos lineales en los barrancos estriba en que los cañaverales deben ser cortados una y otra vez hasta que pierden fuerza.

En cuanto a las franjas tratadas con quemas prescritas, abarcan una superficie de 1.000 hectáreas, de las 500 que se quemaron en 2017, este invierno han sido tratadas las 50 que en peor condiciones estaban, mientras que las otras 500 ardieron el último verano. Estas franjas jugaron un papel fundamental en esos incendios, ya que tenía, un potencial de 25.000 hectáreas y finalmente se quemaron 10.000.

Los incendios de este siglo se presentan con llamas que superan los 50 metros y se sitúan fuera de capacidad de extinción, por eso estas áreas son necesarias, ya que al entrar las llamas en ellas, pierden fuerza y altura, y los equipos puedan enfrentarse al incendio. Además, con llamas de 40 o 50 metros, destruye árboles y lanza brasas a kilómetros, pero este lanzamiento de pavesas pierde furia en estas áreas, por eso son tratadas las crestas, pues detrás hay poblaciones a las que proteger de fuegos secundarios.

Todas estas franjas precisan constante mantenimiento porque la vegetación rápidamente ocupa su lugar. Por un lado hay 10.000 hectáreas que no arderán o arderán con escasa altura de llama debido al último incendio, mientras que por el otro están las zonas de 2017 que ya presenta áreas que en dos años ya se han cargado de combustible vegetal. Los servicios de prevención trabajan en los lugares más estratégicos con el objetivo de finalmente volver a tener operativas las mil hectáreas.

De forma paralela, el Cabildo crea nuevas zonas de baja carga como La Goleta del Nublo, para que un posible fuego no pase del sur al norte por esta zona, y Presa de los Hornos y Corral de los Juncos en dirección hacia Ana López, para posteriormente tratar Fataga, a lo que se suma el diseño de otras áreas cortafuegos en dirección sur sobre las crestas.

Esta técnica, en la que el Cabildo logra que estas áreas no sean visibles a simple vista, respeta los retoños de las repoblaciones, se usa para podar la parte inferior de los pinos y alejarlos del suelo y, por tanto, de las llamas, respeta la biodiversidad, protege instalaciones estratégicas como antenas de radio, telefonía, Aemet y Aena, que por este motivo no se vieron afectadas en los últimos incendios, y, además, con el mismo presupuesto permite multiplicar por 14 la superficie tratada.