Así de simple y de sencillo. De esta manera, D. Alejandro del Castillo y Bravo de Laguna, IX Conde de la Vega Grande de Guadalupe (17-06-1977) expresaba -en una entrevista con Francisco Suárez Álamo- su anhelo para cuando llegase este día. «Me gustaría que me recordasen como una buena persona€ Nací donde nací€ En la vida el dinero no es lo principal, hay cosas más importantes€ Me gustaría que dijesen: Que buena persona fue Alejandro. Nada más». Ante esto, sobran todas las palabras. Y es mejor guardar silencio. Pues él, quizá sin pretenderlo, hablaba de la calidad de su corazón y de su humanidad. Y releyendo me hace recordar el viejo proverbio: «Habla la boca de lo que en el corazón abunda».

No lo conocí personalmente. Pero sí sus obras. Nací en El Tablero y conozco y vivo el efecto de las iniciativas que, a lo largo del siglo XX, fueron tomadas por la Casa Condal. Sin tales iniciativas, probablemente hoy, el sur sería otro sur y Gran Canaria otra Isla. Y ambos, tal vez, muy diferentes a lo que en nuestros días conocemos.

El Condado y el sur

La relación del Condado con el municipio de San Bartolomé de Tirajana se había establecido antes de que Carlos III concediera en 1777 el título nobiliario a D. Alejandro Bruno del Castillo y Ruiz de Vergara por vínculo matrimonial con Dª Luisa Antonia Amoreto del Castillo.

Y era la Casa Amoreto quien ostentaba en el sur la propiedad de la Vega Grande, las Salinas de Juan Grande, los heredamientos de agua de Aldea Blanca€ Y en 1711 la concesión del Charco de Maspalomas a D. Francisco Amoreto Manrique. Fue D. Mateo Pérez de Villanueva, párroco de San Bartolomé en Tunte, quien se la concedió por la gran amistad que le unía. Éste repartió sus bienes entre sus sobrinos Isabel Suárez y Juan Pérez. En 1717, D. Francisco Amoreto compró a D. Fernando Vélez, escribano de la Cámara de la Audiencia, 20 días de agua, casa y usufructo del Charco correspondientes a la alícuota parte de la herencia de Isabel Suárez.

El párroco era poseedor por herencia de la Data de Maspalomas y el Llano del Ajulagal. Data que fue concedida en 1624 por el Cabildo al regidor Simón Lorenzo de Acosta quien, a su vez, en 1630 la vendió a los hermanos Baltasar y Juan Pérez de Villanueva. Así se explica el proceso por el que el predio de la Data de Maspalomas pasa a ser propiedad de la Casa Amoreto.

Será en virtud de la desamortización de los bienes realengos cuando a finales del siglo XIX se ponen en venta unas 21.000 fanegadas de tierra en los Llanos y Tabaibales de Maspalomas, Fataga, Amurga... El 70 % de la de superficie vendida fue adquirida por los hermanos Fernando y Agustín del Castillo Westerling. Esto convirtió al Condado de la Vega Grande en el gran propietario del municipio de San Bartolomé de Tirajana al ser poseedor del 37% del mismo (V. Suárez Grimón, C. Guitián e I. Nadal)

A finales del siglo XIX el poblamiento de la franja costera del municipio de San Bartolomé de Tirajana era casi inexistente. Formaba parte de las bandas del sur, ese terreno árido e inhóspito que empezaba de Telde hacia abajo. Era ir al desierto. Y los núcleos de población de este municipio en la zona de costa se reducían, hacia 1900, a Aldea Blanca, Juan Grande, Castillo del Romeral, Maspalomas y Arguineguín. Una población formada por medianeros y arrendatarios del Condado. Y en estos dominios se desarrollaba la agricultura tradicional de autoabastecimiento (trigo, cebada, millo€), la pesca, la explotación de las salinas y el pastoreo en las zonas bajas de medianías pertenecientes al Condado. Todo se reducía a unas pocas edificaciones y chozas diseminadas. (C. Guitián e I. Nadal)

Tomate y turismo

La familia del Castillo y Bravo de Laguna es la gran impulsora de los dos monocultivos que transformaron consecutivamente el paisaje y las relaciones socioeconómicas del sur de Gran Canaria: el cultivo del tomate y el turismo.

El tomate comienza a cobrar relevancia a partir de la década de los años veinte del siglo pasado y estará vinculado a los grandes propietarios bajo el sistema de arrendamientos y de aparcería. Se roturaron grandes extensiones de terreno y se ideó un ambicioso plan de irrigación de todo el sur con el Proyecto La Comunidad de la Lumbre y la creación de grandes obras de ingeniería como la Presa de Soria. Iniciativa tomada por D. Alejandro del Castillo y del Castillo el 5 de febrero de 1953, cuando instó al Ingeniero Jefe de Obras Públicas de Las Palmas el aprovechamiento de las aguas públicas discontinuas en el barranco de Soria. Obra que se inauguró el 2 de abril de 1973.

Fue a partir de los años 60 - donde anteriormente había surcos y tomateros - donde se termina implantando el turismo. Un modelo económico que comienza con el Concurso Internacional Maspalomas Costa Canaria y las primeras urbanizaciones de 1963.

Ambas iniciativas transformaron todo el paisaje sureño: el natural, el económico, el social, el cultural€ Así del páramo más desértico se transitó a la ciudad más cosmopolita. Y tanto el tomate, en su tiempo, como el turismo después hicieron del sur, el centro vital de Gran Canaria, que aún hoy sigue siendo el pulmón económico de la Isla. El sur fue esperanza y pan para tantos canarios que dejaron atrás su isla o su pueblo en la posguerra. Las iniciativas tomadas por la Casa Condal mataron el hambre ayer y nos dan de comer hoy.

El sueño

Fue su amplitud de miras y la de su familia, el dejarse llevar por la pasión y el vuelo de un sueño€ el anhelo de mejorar su isla y la vida de sus gentes, lo que hizo parir la idea del sur como un paraíso de descanso. Fue dejarse llevar por lo que le decía Néstor Álamo al contemplar las dunas de Maspalomas: «hay que pensar a lo grande». Él lo hizo y rodeándose de gente con capacidades como el arquitecto Manuel de la Peña, nació el proyecto. Y con su familia se crearon las infraestructuras necesarias para poder materializarlo. Así surgieron empresas: Maspalomas Costa Canaria, Comasa, Bahsa (fábrica de bloques y carpintería)€ Y obras emblemáticas y pioneras a nivel nacional como el primer Templo Ecuménico de España y segundo de Europa, el Parque Temático Sioux City en el Cañón del Águila, el Aeródromo de El Berriel, el Club de Yates de Pasito Blanco, el Hotel Oasis, el Centro Helioterápico€

Los que detentaban el poder municipal no supieron estar a su altura: no captaron la grandeza de su idea, ni le prestaron la suficiente y necesaria colaboración.

Eso explica que el Proyecto Internacional Maspalomas Costa Canaria acabara sucumbiendo a otros intereses distintos que no respondían ni al espíritu, ni a la calidad de la idea original y que, por lo mismo, obras emblemáticas Manuel de la Peña, no se hayan sabido preservar. Aunque es cierto que no todo lo viejo es antiguo, ni todo lo antiguo es histórico, para la memoria histórica de San Bartolomé de Tirajana sí debió haber salvaguardado espacios como la Rotonda de San Agustín - lugar donde se celebró la fiesta de inauguración de Maspalomas como zona turística - el restaurante El Abanico, la antigua iglesia de San Fernando y su poblado, o también el de Arguineguín, ideados por el arquitecto.

Su labor y trabajo fue ampliamente reconocido por su ciudad, por el municipio de San Bartolomé de Tirajana, por su Isla, por tantos otro municipios y entidades que le llevó a afirmar: «ya casi me da vergüenza, pero estoy muy agradecido».

Murió el hombre. Deja su legado. Vive su obra y su grandeza.