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Plan de desescalada en CanariasLa desescalada en el mundo rural

La Isla vacía no usa sus privilegios

Las calles de Valleseco, Tejeda y Artenara siguen desiertas pese a no tener restricciones horarias

La Isla vacía no usa sus privilegios

A las 12.30 horas de ayer no había un alma en la plaza de Valleseco, principal punto de encuentro de los vecinos cuando sale el sol y la cafetería Mi Cielo monta la terraza frente a la iglesia. Los ciudadanos que a ese momento estaban en la calle hacían cola para entrar en el supermercado, la carnicería o la farmacia, como en las siete semanas anteriores en estado de alarma.

La imagen se repitió en las plazas y calles de Tejeda y Artenara, los otros dos municipios de Gran Canaria que tienen menos de 5.000 habitantes y, por tanto, quedan exentos de los horarios de salida que rigen para deportistas, niños y mayores. Frente a las avalanchas de paseantes en la capital y en las localidades más pobladas de la islas, en el mundo rural apenas se notó el primer día de la autorización para estar en calle a cualquier hora entre las seis de mañana y las once de la noche.

"Ahora hay poca gente en la calle por el calor y porque en el pueblo, en realidad, vive poca gente, hay muchas casas que son segundas residencias y lógicamente están vacías", explicó Genoveva Ramos, profesora y vecina de Valleseco. El municipio tiene 3.749 habitantes, según el último censo, pero no todos los empadronados viven todo el año. Eso se nota en muchas huertas, con la hierba muy alta y fruta de temporada sin recoger, sobre todo nísperos.

Tras varios años sin pedalear, Genoveva dedicó parte de la mañana en poner a punto su bicicleta para salir a dar un paseo a la caída del sol, pues después de cuarenta días de confinamiento tampoco es cuestión de arriesgarse a una insolación.

Paseantes

Los termómetros superaron ayer los 26 grados en Valleseco y los que quisieron pasear aprovecharon las primeras horas del día y las dos rutas más concurridas, la que sale del pueblo por la carretera de Valsendero hasta Las Troyanas, más sencilla, y la que lleva a La Laguna y El Zumacal, más pendiente. Los ciclistas en mejor forma física se aventuraron hasta los barrios de Lanzarote, Madrelagua y hasta más arriba de Cueva Corcho.

Algunas familias se trasladaron hasta el área recreativa de La Laguna para caminar por la pista hípica, que ya casi ha desaparecido bajo la maleza. Javier Quintana y sus dos hijos, Salvador y Sofía, ya lo habían hecho los días anteriores en los horarios fijados para pasear a los niños. Ahora consideran una suerte que puedan salir de casa a cualquier hora del día.

"Vivir aquí tiene algunos inconvenientes, pero ahora mismo somos unos privilegiados respecto a los que viven en un piso", comentó Quintana. Como ellos, otros vecinos de El Zumacal y del Pico de Osorio recorrieron el recinto, donde los patos campan a sus anchas, extrañados quizás de otro fin de semana sin excursionistas vociferantes de asadero y ensaladilla rusa.

En el pueblo de Tejeda se rozaron los 30 grados a mediodía, por lo que fue extraño encontrarse a alguien por la calle, salvo a los que iban a comprar el pan o unos refrescos a la tienda, aseguró por teléfono el alcalde, Francisco Perera, quien aplaudió el comportamiento ejemplar de sus vecinos. "La población agradece este inicio de apertura, pero no se ha notado en la calle; primero, porque el confinamiento es completamente distinto en el campo que en la ciudad, pero quizá también porque aquí hay muchas personas mayores y temen al contagio".

Tejeda tiene 1.909 habitantes empadronados y cualquier día del año pasaban centenares de turistas para disfrutar de sus vistas y de su quincena de restaurantes en el casco urbano, la Cruz de Tejeda y Ayacata. Sin visitantes, con toda la hostelería cerrada, ahora es un municipio sin vida en el exterior.

En el barrio del Carrizal, según el alcalde, persiste el problema con una familia llegada desde La Aldea una vez iniciado el confinamiento. La actitud de ese grupo de personas ha sido denunciada por los demás residentes de la localidad sin que las autoridades hayan intervenido, lo que ya ha provocado varios enfrentamientos. "Llevamos más de un mes quejándonos porque estas personas de La Aldea nos tienen atemorizados y la Delegación del Gobierno no nos hace ningún caso", relató un portavoz de los residentes habituales.

Artenara, con 1.069 habitantes, es el municipio menos poblado de Gran Canaria, hasta el punto de que los únicos ocho niños que viven en el pueblo nunca pasan desapercibidos cuando sus padres los llevan a la plaza o al supermercado. En la localidad más alta de la Isla ayer fue un día exactamente igual que los anteriores, salvo que a media mañana llegó una furgoneta con una corona de flores encargada por el Ayuntamiento para colocarla en el cementerio como homenaje al Día de las Madres.

Los 550 residentes fijos en el municipios no se echaron a la calle a ninguna hora del día, salvo para las compras en el único supermercado. No hay más nada abierto, recordó su alcalde, Jesús Díaz, que a mediodía se acercó a la iglesia a tocar la campana.

"Aquí estamos, pasando calor y como todos los días anteriores desde hace siete semanas ; me he asomado al mirador y he visto gente cogiendo las papas, pero si no hay turistas ni bares abiertos, por aquí no pasa nadie", manifestó el regidor.

La normalidad, añadió, se empezará a recobrar cuando se permita la movilidad hacia las segundas residencias, cuando sus dueños suban a regar y a limpiar sus fincas. Por lo pronto, en Artenara ya se hacen a la idea de que por segundo año consecutivo se van a quedar sin la fiesta de la Cuevita, el año pasado por el incendio forestal y este por el coronavirus.

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