El mercadillo de Teror insufló algo de vida a la villa con la apertura de veinte puestos, una cuarta parte de los que cada domingo participaban de la cita antes del estado de alarma decretado por el Gobierno.

Los ventorrillos, organizados en torno al perímetro de la basílica del Pino, fueron colocados por el Ayuntamiento bajo todas las premisas de seguridad que marca el protocolo del Ministerio de Sanidad, con un refuerzo de la vigilancia, tanto por parte de la Guardia Civil como con personal de seguridad privado, para no exceder el aforo de 180 personas, y con acceso mediante vallas a unos puestos que exhibían cintas en el suelo para indicar la preceptiva distancia social.

Con ello los terorenses y los visitantes disfrutaron de un primer intento de revitalizar la villa, aunque mermado tanto por la reducida oferta como por un tiempo desapacible, acompañado por lluvia a partir de la una de la tarde. En cualquier caso los puesteros se mostraban satisfechos por esta tibia apertura que supone de alguna manera una luz de inicio de actividad.