La Provincia - Diario de Las Palmas

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Crisis del coronavirus El desconfinamiento en las playas

El primer baño a la espera del turismo

Playa de Inglés recibe a los primeros usuarios sin aglomeraciones y respetando la distancia

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Plan de desescalada en Canarias | Ambiente de Playa del Inglés en plena fase 2

Plantar la sombrilla en la playa y tumbarse como los lagartos a tomar el sol no es algo que un isleño tenga que pensarse dos veces, y menos aún cuando en apenas dos días hay que compensar los dos meses de confinamiento sin salir de casa. La Playa del Inglés, en San Bartolomé de Tirajana, recibe estos días a decenas de ávidos bañistas que quieren darse el primer chapuzón de la desescalada, pero es un primer baño agridulce que se dan casi en solitario a la espera de que regrese el turismo. A pesar de la afluencia se cuentan con los dedos de una mano los comercios y terrazas que han quitado ya el candado y quienes lo han hecho, aunque se muestran más que satisfechos, proyectan en julio su despegue con la apertura de las fronteras internacionales.

La falta de visitantes provoca que la imagen de la playa sea bien distinta a la habitual y se tenga la sensación de que está casi vacía. Pero precisamente eso, sumado a la amplitud del arenal, permite que los usuarios puedan guardar sin problemas las distancias de seguridad. Y se está cumpliendo. Los primeros bañistas son ciudadanos nacionales y extranjeros residentes y en su mayoría personas ya jubiladas o trabajadores afectados por un ERTE que aprovechan la apertura de las playas para tomarse unas pequeñas vacaciones antes de volver al trabajo.

Carlota Weili, una gaditana residente en la isla desde hace cinco años, se lanzó ayer a la playa para darse ese primer baño de la nueva era post confinamiento. "El primer contacto con la arena ha sido una maravilla; aunque seamos un poco egoístas, la parte positiva del turismo cero es que poder disfrutar de la playa sin aglomeraciones es muy agradable, aunque es triste ver tan poca gente", señala, minutos después de comprar unas cervezas bien frías.

Vive en la capital grancanaria pero pasa unos días en su segunda residencia en el Sur antes de volver a su trabajo, en el sector turístico. "Estoy deseando que se reactive el turismo; ojalá que venga gente a partir de julio y que podamos volver al trabajo" agrega, "ojalá dentro de poco todos tengamos que venir a la playa mentalizados de que tenemos que respetar los espacios; eso querrá decir que esto está lleno de turistas y se reactiva la economía".

Como ella, Antonio Bouza, residente en El Tablero, también se acercó ayer a la playa con su hija Esmeralda, de seis años, quien se pasó media mañana rebozándose en la arena. "Qué a gusto se está tumbados tomando el sol; al menos ahora se puede salir a respirar porque ya me estaba volviendo loco en casa", confiesa. Pero solo tomar el sol porque al filo de las 11.30 horas de la mañana de ayer aún no se había metido en el agua porque estaba fría. También está afectado por un ERTE en el sector turístico y aprovecha para acudir a la playa con su pequeña, quien ayer se tomó un día de vacaciones en su vida de estudiante de primero de primaria para ir a botarse en la arena. "Tocó venir a la playa porque es muy cumplidora con sus tareas del colegio; todos los días se pone a hacer los deberes a las nueve de la mañana", confiesa su padre.

Reencuentros

Antonio optó ayer por tumbarse en su toalla y lo hizo tranquilo porque, asegura, la gente está respetando las distancias. "La situación está controlada", afirma, "si la ciudadanía se adapta y la cosa se mantiene igual, esto funcionará bastante bien". Igual de bien que espera que funcione cuando arribe a la isla el turismo internacional. "Ojalá que sea un turismo seguro de verdad, que no se conozcan nuevos casos y poco a poco volvamos a la normalidad", añade. Mientras eso ocurre, ayer disfrutaba de una larga jornada de playa, ya que de allí no se marchaba, dijo, hasta por la tarde, de ahí que se llevase sus bocadillos y piezas de frutas. "Sentarme en una terraza todavía no me inspira confianza, prefiero traer mis cosas y cuando se acaben me vuelvo a casa", dice, "que será bien tarde que ahora toca echar horas aquí y compensar el confinamiento".

A lo largo del arenal de Playa del Inglés se sucedían ayer toallas y toallas de quienes tomaban esos primeros rayos de sol con total seguridad y a la espera de que se habiliten las primeras hamacas. Fuentes municipales explicaron ayer durante esta semana las hamacas y sombrillas serán retiradas para proceder a su desinfección antes de que puedan ser utilizadas por los usuarios. La previsión es que estén listas para el próximo lunes.

Playa del Inglés fue también ayer punto de encuentro para grupos de amigos. Desde Vecindario bajaron en guagua Inés, Anabel, Tatiana y Daida, cuatro amigas que se reencontraron por primera vez la semana pasada en una terraza, sin besos ni abrazos, y que ayer aprovechabanpara broncear su piel después de 60 días de confinamiento. "Lo echábamos mucho de menos, pero ha sido muy extraño porque se nota que hay mucha menos gente; esta playa debería estar aborrotada de turistas y da pena verla así de vacía", relata Inés, en medio de una partida de cartas con sus amigas.

Las cuatro volvían ayer a la playa por primera vez durante la pandemia por el coronavirus, pero en el caso de Anabel ha sido casi el primer y último contacto con el mar ya que la falta de oportunidades laborales obliga a su familia a marcharse a Alemania dentro de dos semanas. Para ella ha sido un visto y no visto, pero bien disfrutado con las amigas. Después de llevar tanto tiempo encerradas, al resto del grupo le apetece viajar, y no temen a los desplazamientos ni al coronavirus en otros países. "Si somos precavidas y vamos con las medidas adecuadas, no hay que tenerle miedo", afirman las jóvenes, quiens además reconocen la necesidad de que los viajes que se realicen este año se hagan dentro del territorio nacional para recuperar la economía.

Sí se reencontraron ayer por primera vez Josué, Alejandro, Aridane y Jonathan, unos de Agaete y otros de Vecindario. "Vamos a tumbarnos a disfrutar, aunque es muy raro verlo todo cerrado y sin gente", manifiesta Josué, quien explicó que su única ansia es salir a la calle sin miedo a ser contagiado o a ser multado. "En fase 2 ya uno sale sin miedo", agrega. Su amigo Jonathan, por su parte, se sintió aliviado por este respiro en la desescalada, pero abogó también por "no obsesionarse" con la seguridad. "No podemos estar todo el día con psicosis; sé quienes son mis amigos y que han guardado la cuarentena, así que uno se toma la licencia de darles un abrazo", señala minutos antes de adentrarse en el arenal.

Los más jóvenes arribaron a la Playa del Inglés después del mediodia, mientras que los más mayores aprovecharon las horas en que el sol era menos intenso. Como Marina Zevallos y Gregorio González, dos jubilados que no han perdido el tiempo y han acudido estos dos últimos días a la playa a las diez de la mañana a dar un paseo y darse un baño. "Ha sido una delicia poder bañarse y cargar energías para toda la jornada", relata Marina, quien reconoció que la ciudadanía está siendo "bastante respetuosa". "La playa es grande y no hay dificultades, veremos si cuando vuelva el turismo sigue siendo así", remarcó por su parte Gregorio, "esperemos que en julio haya turismo por el bien de la gente que está sufriendo con los ERTE porque si no será una catástrofe, pero ojalá me equivoque".

En la playa la tranquilidad y la seguridad fue la tónica general, y en los pocos negocios abiertos lo fue la satisfacción. Apenas han abierto tres o cuatro terrazas, un minimarket y una tienda de souvenir y la mayoría de ellos están contentos. Es el caso de la familia Benítez, propietaria del Mojito Beach, quienes desde la fase 1 han recogido los frutos sembrados durante 39 años. "Hace dos semanas arrancamos muy bien, la gente nos queire mucho y eso tenemos que agradecérselo a los clientes", cuenta Iris Benítez, quien explica que al estar todos los locales cerrados por entonces ellos tuvieron mucho trabajo, una situación que ahora ha aflojado dado que han abierto otras terrazas. "Pero estamos muy satisfechos, estamos trabajando con clientes isleños y apenas hemos notado que no hay turismo", asevera.

Entre sus clientas, Maite y Sali, vecinas de Maspalomas, celebran con una cerveza "el respeto que ha tenido la gente en esta situación, todo el mundo ha respetado los horarios mientras que en otros lugares ha sido un desmadre". "Es triste verlo todo vacío y creo que Maspalomas debería estar ya en una fase emás avanzada dado que la situación ha mejorado mucho", apunta Maite.

A pocos metros, el encargado del Café Mozart, Antonio Rodríguez, hacía ayer nuevos pedidos a los proveedores dado que ya el local ha abierto a jornada completa y no a turnos partidos de cuatro horas como la semana pasada. "Abren las playas y ya hay más movimiento; somos de los pocos que están abierto y estamos trabajando relativamente bien", sostiene. Igual de bien que Lorena Monzón en su minimarket. "El lunes no estaba convencida de abrir, pero ya este martes he visto que hay movimiento y me ha cambiado la percepción por completo; la gente parece positiva y eso se nota", dice. Y se nota también en la caja ya que ha ingresado más de lo que tenía previsto. "Ahora, a confiar en que llegue el turismo cuando antes", señala.

Unos usuarios van a la playa a darse su primer baño, los comerciantes esperan por el turismo, y otro como Miren Bergoñe, una jubilada de la ciudad vasca de Guernika, solo quiere volver a su casa. Llegó a la isla a finales de enero para pasar dos meses, hasta finales de marzo, en su segunda residencia, pero su vuelta se truncó tras el cierre del espacio aéreo. "Vengo dos veces al año, para mi esto es un lujo y un paraíso, pero ya tengo ganas de volverme a casa", manifiesta.

Se marcha en junio, y menos de un mes después Canarias espera recibir a los primeros turistas europeos. Que así sea.

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