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Santa Lucía de Tirajana

La onda gravitacional isleña

Juan Cecchini Neketan colabora en Luisiana con el equipo que ganó el Nobel por detectar las ondas gravitacionales teorizadas por Einstein

La onda gravitacional isleña

En una galaxia muy muy lejana colisionaron hace 1,3 millones de años dos agujeros negros que produjeron ondas gravitacionales que aún hoy viajan a la velocidad de la luz, contrayendo y estirando todo lo que se encuentra a su paso, deformando espacio y tiempo.

Han estado rumbiando por el Universo hasta que por fin, en 2015 pasan por el planeta Tierra, detectadas por primera vez en la historia gracias al instrumento LIGO, un observatorio de ondas gravitacionales por interferometría láser que se compone de dos gigantescos detectores en forma de dos brazos cada uno de cuatro kilómetros de largo.

Uno se ubica en Washington. El otro en Luisiana, donde también se encuentra el isleño de 19 años Juan Cecchini Neketan, en el mismísmísimo centro de investigación que valió a los científicos estadounidenses Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne ganar el Premio Nobel de Física 2017 y el Princesa de Asturias, "por un descubrimiento que sacudió al mundo", como lo describió el secretario de la Real Academia de Ciencias Suecas, Göran Hansson.

Juan nació en 2001 en la capital grancanaria y si bien desde que tenía solo un año de vida reside en la capital de Luisiana, Baton Rouge, sigue apegado a su isla natal a la que viene con frecuencia a compartir vacaciones con sus abuelos y tíos en Santa Lucía. Es, de natural, un tanto voluble. "De pequeño quería ser futbolista, y ya haciéndome algo más mayor, músico, y de hecho toco la trompa, la trompeta y estoy en varias bandas".

Pero, para banda, la que le ocupa hoy en la Universidad LSU, Louisiana State University, en este primer curso que realiza en la facultad de Física y a la que llega tras superar la secundaria en el instituto LSMSA, Louisiana School for Math, Science, and the Arts, que se encuentra en Natchitochest, Luisiana. Un centro educativo de muy difícil acceso, que ofrece sus estudios en régimen de internado desde los quince años, -lo que incluye firmar un código de honor-, y que está considerado como uno de los mejores de Estados Unidos. De allí salió con 18 años hecho un máquina en cálculo matemático, sin dejar de lado su hora al día que dedica a la música. Ah, y confirma que sí, que "a medida que me he hecho más grande, soy más empollón", por si hubiera alguna duda.

En ese último año de secundario, que fue en el pasado 2019, "tenía un trabajo para mi clase de Historia sobre mujeres. Y entrevisto dentro de ese programa a la doctora Gabriela González, premio 2017 a la mejor científica del mundo otorgado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Fue ella la que ofreció la tradicional charla de cumpleaños de Stephen Hawking, que precisamente fue el último, es portavoz del proyecto de investigación de ondas gravitacionales LIGO, ha publicado más de cien trabajos revisados por pares sobre esta materia y en 2016 la revista Nature la nombró como una de los científicos más influyentes del planeta".

Juan relata que tras aquella entrevista para su trabajo de Historia "quedamos como medio amigos, y cuando ingreso en la Universidad la pillé y le pregunté si necesita ayuda con algún trabajo del LIGO. ¡Y me dijo que sí!".

Así es como comienza a colaborar con el equipo caracterizando los datos del observatorio.

¿De dónde salen esos datos? "Pues de dos interferómetros", los ya citados, "que tienen dos brazos de cuatro kilómetros cada uno y de los que sale un láser que se parten en dos, cada uno por cada brazo. Cuando se juntan esas dos líneas de láser la luz tiende a cancelarse porque tienen las mismas dimensiones. Pero si la luz se ve, significa que un brazo no está del mismo tamaño, y según la forma que adopte esa deformación, replicada tanto en el laboratorio de Washington como el de Luisiana, y determinando los datos disponibles, sabemos que se trata de una onda gravitacional".

Desde aquella primera gran sorpresa captada en 2015 se han pasado a detectar con una cadencia de tres al mes que provienen "del choque de dos agujeros negros, de una estrella de neutrones y agujero negro o bien de dos estrellas de neutrones". Lo que implica que "ahora sabemos que Einstein, que predijo que este tipo de impactos podrían causar ondulaciones que deformaban el espacio y el tiempo, tenía razón, que su Teoría de la Relatividad es correcta".

El trabajo de Cecchini Neketan consiste en eliminar la data mala, lo que requiere un nivel muy alto de cálculo diferencial, "así como mejorar la captación de esos datos. Es como cuando la luz pega en un espejo y los fotones pesan lo suficiente como para 'mover' ese espejo a nivel cuántico, yo me encargo de eliminar el 'sonido' que se produce al moverlo para eliminar factores que confundan esa lectura", sin dar más detalles, "porque tengo que publicar un paper en diciembre".

La ciencia que implica desmenuzar el fenómeno que llega desde lo más remoto del espacio incluye tirar de cálculo cuántico, pero con todo, según apuntala el joven científico, la precisión de LIGO "supera el límite cuántico estándar, y es el primero de la historia en superarlo".

Es capaz de medir distancias mil veces más pequeñas que el tamaño de un protón, "y aún si tuvieras un pelo dividido mil veces, no sería nada comparado con ese ejemplo. Así de precisa es".

E ilustra que el sistema de suspensión del láser que lo aguanta sobre el firme es capaz de no moverse ni una milésima parte de un protón, de tal forma que cuando las olas pegan en la arena lo detecta el LIGO. Una costa que se encuentra a..., 205 kilómetros de distancia. "Bueno cuando viene el cartero ya lo sabemos mucho antes porque lo 'nota' el LIGO".

La producción de datos es de un terabyte diario, que son 'digeridos' e interpretados por 1.200 científicos de todo el mundo a través de la LIGO Scientific Collaboration y al igual que la búsqueda del bosón de Higgs derivó en la World Wide Web (WWW), el lenguaje en el que se basa Internet, la detección de ondas gravitacionales, y la data cuántica que genera, "es como descifrar un nuevo lenguaje, un nuevo alfabeto que puede ayudar a leerla y a interpretarla, lo que implica un campo infinito para la medicina o cualquier otro campo de la ciencia", a lo que se añade otro desafío más técnico pero no menos importante, creando nuevos sistemas para guardar esas cataratas de información, "empleando los supercomputadores que tenemos pero también recurriendo a nuevos sistemas magnéticos de almacenamiento basados en imanes potentísimos".

Juan afirma que con el LIGO está "en otro planeta", y le han confirmado que el año que viene repite. Pero que no tiene claro "qué ser de mayor". Lo que viene a ser el dato más inquietante de todos.

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