Agaete se quedó sin fiestas, pero ya cuenta con un ángel de Pepe Dámaso como emblema del año que los canarios no pudieron bailar la Rama por culpa del coronavirus. El artista también quiere que su obra recuerde que las pandemias están relacionadas con el alejamiento del hombre de la naturaleza y de la espiritualidad, por lo que reclamó "paz, amor y solidaridad" para enfrentarse a este nuevo enemigo de la humanidad.

Los agaetenses se resignaron ayer a celebrar su fiesta en la intimidad del hogar y la familia, pero los que estaban en la calle a mediodía asistieron al descubrimiento del Ángel de la Rama en un mural de la calle Concepción. También se podría decir que fue el propio Pepe Dámaso el que se les apareció para regalarles su sonrisa y una litografía firmada de su obra, que a buen seguro colgará en centenares de viviendas de la Villa en los próximos días.

Vestido de blanco, el artista más reconocido de Agaete apareció por una esquina y saludó a todo el que se encontró por camino, a las viejas amistades de la infancia y a los jóvenes admiradores. De casi todos recordó el nombre o relacionó el parentesco, porque Dámaso sí puede presumir de que es profeta en su tierra. La gente le quiere.

Al llegar al mural de su ángel, enmarcado entre fotografías antiguas y recientes del baile de la Rama, recordó el miedo que pasó de niño, la primera vez que le llevaron a la fiesta, y explicó que sentía "necesidad" de estar con su pueblo. Y nada mejor que hacerlo con una de sus obras dedicadas a la fiesta, para compensar "el dolor y el abatimiento" de estos últimos meses. Aparte de las 2.000 litografías regaladas ayer, la intención del Ayuntamiento es instalar una escultura en la rotonda de entrada a la Villa.

Tras cumplir con los medios de comunicación que le retrataron junto a una copia del cuadro, donde incluso se agachó hasta su suelo para copiar la posición del Ángel de la Rama, Pepe Dámaso se trasladó al Huerto de las Flores, donde ya le esperaban centenares de vecinos para que les firmara la litografía. Los aplausos le emocionaron hasta el borde de la lágrima y repartió besos volados a través de la mascarilla.

Por razones sanitarias, para evitar aglomeraciones, la entrega de los cuadros se realizó en grupos de diez personas. A las 11.00 horas ya había una veintena de personas en la puerta del jardín botánico. A las 12.00 horas la cola ya ocupada todo el callejón Huertas, justo hasta la esquina de la casa donde vivió el pintor desde su juventud. Las personas de más edad o con alguna dificultad de movimiento fueran las primeras en entrar. Como Luis, que tras recibir su lámina le pidió otra dedicada a Sary.

Aunque tiene la misma edad que el artista, 87 años, José María Dámaso García, más conocido por Cenito, aguardó su turno en la fila como uno más, hasta que otros vecinos se dieron cuenta e hicieron las gestiones necesarias para que le dejaran entrar directamente, pues a esa hora ya cascaba el sol. Al llegar a la mesa, el artista le reconoció de inmediato, de sus andanzas de juventud, y se levantó a darle un abrazo. Se contaron algunas anécdotas, como que Cenito aún toca el timple y no se pierde ningún baile.

Litografías

La casualidad hizo que el hombre fuera el primero en salir, orgulloso con la litografía firmada por su viejo amigo, por lo que recibió el aplauso de todos los que estaban en el callejón en espera de su turno para entrar a recoger la suya. Antes de sentarse a firmar o dedicar las litografías, Dámaso aseguró que lo importante en una situación como la actual "es hacer algo espiritual que una a las personas" y también "algo solidario, para llenar ese vacío que nos deja el no poder bailar la Rama".

Preguntado por sus sensaciones en este 4 de agosto de 2020, la primera vez desde la Guerra Civil que no se puede celebrar la fiesta de la Rama, el pintor no ocultó sus problemas de salud y sus recientes hospitalizaciones. "Pues con miedo a morirme, porque soy de riesgo y ya tengo 87 años, aunque parezco más joven porque Dios me ha dado esta lucidez", respondió con su atropellado verbo.

"Creo en Dios y el ángel es producto de una espiritualidad. Me queda el tiempo justo para pensar que tenemos que ser humanos, yo he visto las pandemias globalmente, entonces he hecho que el ángel sea universal como es la Rama, la solidaridad y el amor de unos a otros", resaltó. Luego dedicó esta obra a los enfermeros y los trabajadores de hospitales, a los que salieron a aplaudir en su calle del barrio de la Isleta y a los que a veces le llevaron comida durante el confinamiento.

"El Ángel es para ellos y para mi pueblo", comentó antes de sostener que su idea es crear "una Rama con alas" para que la gente pueda adorarla según sus creencias, "a Dios, a la Virgen de Las Nieves o a la naturaleza".

Y no faltó una llamada de atención sobre el futuro de la fiesta de Agaete y de las tradiciones. "Yo pienso -concluyó- que la pandemia, en parte, la ha buscado el hombre, yéndose de la naturaleza; hemos jodido al planeta, y no lo digo yo, tengo que recordar a mi amigo y hermano César Manrique, cuando hace 20 años, pocos días antes de morir, le pregunté: 'César, tú cómo ves el futuro', y él me contestó que la masificación se lo comerá todo. Por eso digo que la fiesta de la Rama también es para pensarla y que en el futuro no se salga de madre, reflexionemos y seamos conscientes de la importancia de este rito. Creo que ahora vamos a escarmentarlo, pero saben que yo los quiero mucho y estoy encantado de estar aquí".

La presencia de Pepe Dámaso alegró un día extraño para los vecinos de Agaete, acostumbrados a ver las calles abarrotadas de gente cada 3 y 4 de agosto. La víspera de la Rama fue como otro día normal en el pueblo. Por la noche, varias decenas de personas se congregaron en los bares y terrazas de la plaza, algunas con mascarilla y casi todos guardando la distancia de seguridad en previsión de contagios de la Covid-19. Fue una imagen muy distinta de la habitual en la fiesta, cuando miles de rameros se congregan a beber en los alrededores del Perola a la espera del volador que da inicio a la Retreta y a 24 horas de jolgorio ininterrumpido. Este año solo abrieron los bares de la plaza, sin música, y cerraron a las dos de la madrugada. Aunque la gente se fue a su casa, a las cinco de la mañana sonaron varios voladores en distintas zonas del pueblo. Pero la música no sonó esta vez.

A las diez de la mañana de ayer martes había más policías locales que vecinos en el lateral de la iglesia, punto de la salida del baile de la Rama. En el lugar donde se coloca la banda de música estaban los taxis en espera de clientes. Solo algunas personas se asomaron por allí a la hora del inicio de Rama y, en broma, entonaron alguna de las canciones más populares.

Buen comportamiento

La alcaldesa de Agaete, María del Carmen del Rosario Godoy, alabó el buen comportamiento de los vecinos y de los comerciantes, pues han respetado en todo momento la suspensión de todos los actos festivos. Por la mañana sí hubo más gente que en los días previos en la calle Concepción, donde se daban los últimos retoques al gran mural con el cuadro de Pepe Dámaso y una veintena de grandes fotos de fiestas anteriores. De camino a la farmacia o a las tres sucursales bancarias, ayer abiertas como en un día normal, los agaetenses se acercaron a las fotos en busca de algún conocido. Casi todos encontraron retratados a algún familiar o amigo.

La tranquilidad de la mañana en las calles del pueblo se rompió con las sirenas de dos vehículos de bomberos, pues se recibió una llamada de teléfono alertado de un conato de incendio en El Valle, una situación de riesgo por el calor y el ligero viento. Al final se comprobó que era una quema de rastrojos y todo quedó en un susto, según informó la Policía Local.

Como en los días previos, los restaurantes del puerto de Las Nieves se llenaron de visitantes, pues los habituales de agosto en hoteles y apartamentos de Agaete han seguido fieles a pesar de la suspensión de la Rama y de los demás actos de la festividad de la Virgen de Las Nieves, que se celebra hoy miércoles en el municipio.

La fiesta de 2020 queda pues para la historia como la No Rama, pero el coronavirus no impidió que muchas familias se reunieran en sus casas a almorzar. En la intimidad, se pusieron los platos típicos de estos días y se escuchó La Madelón. Pepe Dámaso seguía firmando litografías a sus amigos.