"Lo más importante que he aprendido es que yo he sido bombero gracias a que existen cuidadanos que lo necesitan y debemos estar en los casos de emergencia; siempre que terminaba un servicio les daba las gracias por estar ahí, porque sin ellos yo no habría sido nada". Es la reflexión de Fidel Hernández Ramos, primer bombero del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria que se retira desde que se constituyese este cuerpo en 2002 y empezase a desarrollar sus funciones en julio del año 2003. Y se va por la puerta grande: con la satisfacción del deber cumplido y con el reconocimiento de sus compañeros. "Deja una huella de profesionalidad y humildad; ha sido más que un compañero, un ejemplo por su actitud frente a la adversidad y sobre todo por su sabiduría transmitida en todo momento", exponen en las redes sociales.

El primer sorprendido por haber llegado a formar parte del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria es el propio Fidel, pues aprobó las oposiciones a bombero a los 48 años, y eso le ha permitido vivir de su pasión durante los últimos 18 años de su vida laboral hasta su jubilación a los 65 años el pasado 20 de julio.

Su primer acercamiento a la profesión la tuvo desde bien niño, en Mogán, de donde es natural. "Cuando era pequeño, haciendo hogueras en el pueblo, por accidente se quemó un pino y lo apagué rápidamente con un cubo de agua", recuerda con humor. Aunque bien es cierto que por ese entonces no tenía ni la más remota idea de que quería dedicar su vida a los demás y convertirse en bombero.

En su vida laboral se ha dedicado a mil y un oficios, ya que empezó como jardinero en Tafira, donde reside, y estudió fontanería, conocimientos que empleó "para hacer muchas chapuzas aquí y allí". Pero dejó esas artes para incorporarse a la plantilla de la empresa Astican precisamente como fontanero. "Tenía buena nota en fontanería y la empresa necesitaba personal con ese perfil, y fui", recuerda, "y allí vieron las inquietudes que yo tenía como bombero que, unida a sus necesidades, hicieron que me formaran en esta profesión en un curso al que me mandaron en Brunete".

Hasta entonces no conocía la profesión por dentro, y esa formación que le ofreció Astican le permitió que cambiase de oficio dentro de la empresa y fuese bombero de la compañía durante nueve años. Hasta que lo pararon y volvió a trabajar por su cuenta en múltiples empleos para conseguir dinero porque, ya con conocimientos de la profesión, se preparaba las oposiciones para optar a un puesto en el cuerpo de bomberos de Las Palmas de Gran Canaria. Lo intentó en varias ocasiones, sin éxito.

Sin embargo, esa situación, lejos de desanimarlo, lo impulsó a esforzarse un poco más para presentarse en 2002 a las oposiciones del recién creado Consorcio de Emergencias de Gran Canaria. Y ahí llegó su victoria. Desde entonces y hasta su jubilación, Fidel ha prestado sus servicios en cuatro de los ocho parques con que cuenta este organismo repartidos por toda la geografía insular.

Arrancó su carrera en este cuerpo en el parque de bomberos de Telde durante un año, hasta que se volvió a presentar a otras oposiciones, en este caso para cabo, que aprobó. Ya con esta categoría profesional lo destinaron durante seis meses a las instalaciones de Tejeda y de allí otro medio año nuevamente a las de Telde. Su siguiente parada la hizo en la base del Polígono de Arinaga durante siete años y medio, donde incluso ejerció funciones de sargento y suboficial, y terminó su carrera en el parque de San Mateo.

Servicios

Durante sus 18 años de oficio en el cuerpo, Fidel ha coordinado y participado en infinidad de servicios, desde la extinción de incendios forestales, rescate en riadas y nevadas hasta controlar fuegos de gran envergadura en naves industriales del Polígono de Arinaga.

Y no se olvida de su primer servicio. "Mi primer servicio fue también el primer servicio que le surgió al Consorcio una vez creado, y se trató de un accidente de tráfico a la altura de El Cortijo", recuerda, "fue bastante sencillo: un señor que chocó y el impacto no le afécto demasiado. Por ese entonces teníamos como cabo a un bombero del cuerpo de Las Palmas de Gran Canaria". Por contra, el último fue el rescate del conductor de una grúa que quedó atrapado tras chocar con varios vehículos y empotrarse contra una plaza en construcción en San Mateo. "Fue muy complicado sacar al conductor, la posición del vehículo dificultaba todo y se agotaban las ideas; lo sacamos cuatro horas después", rememora.

Pero esos son solo el primer y último servicio. A su espalda tiene mucho más. Recuerda la explosión de gas en un hotel de Mogán en 2011 que dejó cuatro heridos graves o el gran incendio forestal que afectó a Gran Canaria en el verano de 2007. "Fueron días muy duros, yo estuve tres días sin llegar a casa y dormía en los parques de bomberos", relata. "Recuerdo que tenía un suboficial que me llamó para que organizara el parque de Puerto Rico, porque el incendio iba por la parte sur y sabía que yo conocía la zona porque soy de Mogán, fueron días horribles", señala. También destaca las nevadas en la cumbre. "El día en que se estrenó un quitanieves tanto el oficial como la gerente delegaron en mi para que gestionase la situación", cuenta.

A pesar de la circunstancia de su trabajo, Fidel reconoce que nunca ha pasado miedo. "Lo bueno que tiene ser bombero es que hasta en la situación más adversa estás apoyado por tus compañeros; y como cabo me he sentido respaldado por ellos", añade.

Para él, el secreto de su antiguo puesto de trabajo era "como cabo, estar siempre dos pasos detrás del bombero para ver todo el perímetro de la emergencia, saber confiar y delegar en ellos".

Y la clave para ser un buen bombero es "ponerse en los zapatos de la ciudadanía, tienes que hacerlo para entender sus necesidades; pero también debes compartir con los compañeros que convives porque pasan muchas horas juntos en turnos de 24 horas".

Ahora, tras su jubilación, dedicará más tiempo a su familia y su otra gran pasión, el deporte. De hecho fue portero en el Santa Brígida durante 11 años y campeón de Vela Latina con el Santa Catalina dos años consecutivos en 1994 y 1995. "La vela latina y ser bombero son dos actividades que permiten tener un gran vínculo con las personas".

Y un bombero nunca deja de ser bombero, dice, y lanza un mensaje a los futuuros agentes: deben ser solidarios, humanos y amar la profesión, todo lo demás se lo dará la convivencia en el parque. Sobre todo, agrega, en un servicio que se ha ido profesionalizando cada vez más en la Isla, con más y mejores recursos. A todos ellos les agradece las muestras de cariño tras su jubilación y apoya su profesión en estos momentos de incertidumbre por la pandemia, a la vez que pide responsabilidad a la ciudadanía.

Se marcha, pero sin ganas. "Ha sido la mejor profesión que he conocido y por la que, si pudiese, volvería a optar otra vez".