Cualquier proyecto de espíritu ecológico que se sustente -como pasa con la ecoisla de Antonio Morales- en impulsar particulares apuestas empresariales energéticas de agua, sol y viento; en celebrar ferias promocionales de dulces, vinos, quesos, miel y aceitunas; en regalar aboles frutales; en impartir cursos de orientación agrícola y, también muy esporádicamente, en subvencionar la renovación de mangueras o la pequeña compra de maquinaria, no deja de ser una apuesta muy corta de miras sobre la realidad agrícola de la Isla. Por tanto está predestinada desde su misma concepción a una revisión integral o a un rotundo e inexorable fracaso. Es imposible que el proyecto de ecoisla que el presidente insular enarbola en continua campaña electoral pueda enraizar, fortalecerse y fructificar si carece del necesario rigor y no objetivo con acierto los filamentos que la alumbran; es decir, si no empatiza con los vivos y sus voces, si no escucha y atiende con denuedo y esmero los problemas y peticiones que vienen clamando desde hace ya muchos años, demasiados, los pequeños y medianos agricultores, que son los verdaderos hacedores y domadores del paisaje rural de esta isla. Sin ellos, no existiría ese mismo paisaje que tanto gusta a los turistas, y que también nos extasía en invierno a los propios isleños. La ecoisla debe beber y empaparse en las fuentes del conocimiento de esos sabios viejos y nuevos que doblan a diario la espalda para cuidar los campos con mimo y esmero. La ecoisla debiera apreciar como verdaderos tesoros la obra y los meditados pareceres de quienes sustentan de alimento a los hogares. Es una dura y digna tarea que, además, reconforta ánimos y respeta y honra a los espíritus de la tierra. Son la memoria viva de los que antes hicieron posible nuestra historia. La vida agraria, como la que desarrollan los vecinos de Soria y Barranquillo Andrés, en general toda la vecindad del Barranco de Soria, es una amorosa y sencilla lección de supervivencia familiar y de cobertura de necesidades domésticas, de tradición y educación filial sobre la merecida protección y respeto que se le debe a esta tierra. La otra ecoisla, la que está ofreciendo Morales, sólo es campaña política. El eco de un sueño ególatra sin la voz verdadera de la verdadera isla. "Sin agua no hay vida", recuerdan los agricultores.