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Ambiente de resignación en la villa mariana

El Día del Pino más amargo

Apenas mil personas visitan Teror en un día sin actos masivos y marcado por la pandemia

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Día del Pino en Teror

Sin honores a la Virgen del Pino por las calles del pueblo, ni marcha militar ni mucho menos una lluvia de pétalos desde los balcones de la Calle Real en honor a la patrona de la isla de Gran Canaria. La pandemia provocada por la expansión del coronavirus y las restricciones impuestas por Sanidad provocaron que el municipio de Teror viviese ayer su Día del Pino más amargo. Y es que los feligreses coincidieron en su sentimiento de tristeza y desolación. La prohibición de eventos que generen grandes aglomeraciones de personas ha ocasionado que esta edición se haya conmemorado sin actos institucionales a gran escala más allá de la misa solemne con presencia de las autoridades eclesiásticas y políticas y un reducido grupo de ciudadanos, ya que la basílica acogió solamente a 100 personas.

En esta edición no ha habido ni rastro de las cerca de 30.000 personas que el 8 de septiembre del año pasado pasaron por la villa mariana para visitar a la virgen en su día. Este año, el fervor y la devoción se ha vivido desde casa y en el corazón de los canarios, entre quienes ha imperado la responsabilidad y el sentido común al responder de forma positiva al llamamiento de las autoridades para no colapsar Teror en los días grandes y evitar así posibles contagios por la Covid-19.

Ayer tocó no subir a Teror pero nadie se olvida de la Virgen del Pino en esta jornada de tradición y fe, y la alegría y el jolgorio que cada año llena las calles de Teror desde primera hora de la mañana se trasladó este año a las redes sociales. Porque en las calles de Teror ayer solo recordaba que era Día del Pino el cartel de las fiestas, los balcones engalanados y el goteo de peregrinos que llegaba a la villa mariana durante toda la jornada, en coche y a pie, y que aprovechaban para echar un ojo a las fotografías antiguas de las Fiestas del Pino que se encuentran colocadas en paneles en las farolas del casco. No llegaron ni mil personas.

A las 12.00 del mediodía repicaron las campanas de la basílica y quienes optaron por acercarse a contemplar la imagen religiosa tuvieron que enfrentarse a un férreo control de seguridad en el acceso a la Plaza del Pino. Allí, desde la Calle Real, el operativo que controlaba el aforo recibía a los feligreses con gel hidroalcohólico y el protocolo era tal que dentro de la basílica hasta cinco personas ofrecían indicaciones. Poca afluencia, pero quienes llegaron buscaban la sombra para protegerse del sol, llenando así las terrazas, sobre todo los grupos de ciclistas que habían hecho la peregrinación.

En esta ocasión la solemne misa se trasladó de la mañana a la tarde y el casco de la villa no registró concentraciones masivas de personas, porque tampoco se celebró la tradicional procesión por la Calle Nueva y vuelta por la Calle Real, donde habitualmente la patrona de Gran Canaria es recibida con una lluvia de pétalos que los residentes arrojan desde los balcones y azoteas de sus casas, llenando la calle de color.

Recibimientos

Al filo de las 19.00 horas, el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, en calidad también de representante del rey, fue recibido por el alcalde de Teror, Gonzalo Rosario, quien le entregó el bastón de mando. Posteriormente, fueron el obispo en funciones, Francisco Cases, el vicario general, Hipólito Cabrera, y el párroco de la basílica, Jorge Martín de la Coba, quienes recibieron al presidente e hicieron entrada en el templo, donde ya esperaban el resto de autoridades para comenzar la eucaristía, que duró una hora.

Al no haber procesión, la imagen en la calle cambió por completo. Gran Canaria tampoco pudo disfrutar ayer del tradicional desfile de los miembros del Regimiento de Infantería Canarias 50 que realiza la marcha militar durante este acto. Y tampoco pudieron abrirle el paso a la Virgen del Pino el grupo de mujeres de la Asociación Nisamar que desde hace años se emplea a fondo para mantener las vestimenta tradicional de la mujer canaria, conformada por una falda negra y una mantilla de color blanco, manteniendo así las costumbres del pasado y dejando icónicas imágenes de la celebración de esta jornada en la villa mariana. Así como también quedó para la próxima edición la participación de los maceros del Cabildo de Gran Canaria, quienes habitualmente participan también de esta procesión con su vistoso traje azul en representación de la Corporación insular.

Los pocos feligreses que escogieron acercarse durante el día de ayer hasta Teror mostraron un sentimiento de pesadumbre al no poder celebrar como merece las fiestas patronales de Gran Canaria, aunque reconocen que la situación no es la idónea para reunirse las más de 150.000 personas que el año pasado pasaron por la villa y agradecen que para evitar aglomeraciones se haya decidido alargar las fiestas hasta octubre. En esta edición, en el conjunto de las fiestas, Teror a duras penas ha recibido la visita de 10.000 personas, según las estimaciones de la corporación local.

Salud en pandemia

Entre las personas que se acercaron a visitar a la Virgen del Pino se encontraba ayer Rosario Guerra, acompañada por su hijo Juan Carlos García. Natural de Teror, lleva 70 años participando en estas fiestas, toda una vida, y no recuerda un día igual de triste. "Este año no tengo demasiada ilusión, es una situación que nunca había vivido y es muy triste", lamentó minutos antes de acceder a la basílica. Porque haya fiesta o no, Rosaria ha continuado siendo fiel a la patrona de Gran Canaria y la visita en su día grande, aunque en esta ocasión la eucaristía la vería desde el sofá de su casa.

Y su ruego a la virgen es muy claro: "salud para todos, que termine cuanto antes esta situación sanitaria y que nunca más vuelva a ocurrir". Pese a todo, reconoce que la situación es muy complicada. "Ahora entre todos tratamos de buscar una solución para poder vernos aquí celebrando las fiestas de El Pino en la edición de 2021", señala.

Entre alas pocas personas que transitaban ayer por la Plaza del Pino estaba Delia Ramírez, miembro de la empresa Turrones Artesanales Elías. Tiene uno de los trabajos más dulces que uno pueda imaginar, pero ni por asomo se pensaba que estos días estarían siendo para ella un poco amargos. "Han sido días tristes y amargos; yo esperaba más gente visitara Teror, pero han venido muy pocas personas", lamenta la turronera, "aunque han hecho bien en cumplir el llamamiento de las autoridades para evitar concentraciones de personas en estos tiempos de pandemia", reconoce.

Y opina así, a pesar de que la ausencia de personas eso haya afectado a los ingresos del negocio de su familia, que este año ha facturado hasta un 90% menos en relación al año anterior. De hecho, habitualmente elabora en el mes de junio los turrones que vende en las fiestas de El Pino, pero este año su mercancía es limitada por miedo a no venderle y a un nuevo confinamiento si se agrava la situación sanitaria. "Este año solo vamos a ganar un tercio de lo que solemos vender en dos días en todo un mes completo", comenta resignada.

Su familia lleva 60 años con este negocio de turrones en Teror, y ella no recuerda una situación parecida. "A la hora en que el lunes debió salir la romería miraba esta plaza y estaba vacía, me dio un sentimiento de tristeza muy profundo", explicó Delia, "soy criada aquí y llevo viendo esto toda mi vida y nunca lo había visto de esta forma". Y su desolación no es para menos.

La misma sensación tenían Tere y María desde el balcón de su casa, ubicada en la misma Calle Real de Teror. Desde allí contemplaban durante la tarde de ayer, minutos antes de la celebración de la eucaristía, un panorama cuando menos desesperanzador. "Este año vivimos las fiestas de El Pino con mucha resignación y cuidado", explicó Tere. Y esa resignación de agudiza cuando ninguna de las dos mujeres pudo en esta ocasión lanzar los pétalos de flores desde su ventana al paso de la imagen de la Virgen del Pino durante la procesión.

Su vinculación a las fiestas de esta edición ha quedado limitada a su participación en varias misas y a su acción de voluntariado en la basílica para garantizar el funcionamiento del protocolo sanitario por la Covid. Y es que Tere ha sido una de las personas encargadas de dar las indicaciones a los peregrinos y feligreses dentro del templo para que no se saltasen las normas. Y se ha mostrado satisfecha. "La gente ha respondido muy bien", aseguró.

En esta ocasión, ninguna de las dos ha asistido presencialmente a la celebración de la misa del Día del Pino, a la que acuden habitualmente, respondiendo así al llamamiento del párroco de la basílica, quien les pidió que vieran la eucaristía por televisión desde sus casas para dar así la oportunidad de presenciarla en directo a las personas que llegaban desde otros puntos de la geografía insular.

El que no vio la misa en ninguno de sus formatos fue el ciclista teldense Aridane Álvarez, quien después de visitar a la virgen volvió a recorrer en bicicleta los 40 kilómetros que hizo previamente para subir desde Telde a Teror. "Suelo hacerlo todos los años en grupo, pero dada la situación este año he optado por subir solo", manifestó, "y vine a pedir salud, a ver si salimos de esta".

Resignación y petición de salud. Esos fueron los dos sentimientos generalizados entre los peregrinos ayer en la villa mariana. Ahora Teror y el resto de Gran Canaria cuentan los días que faltan para volver a compartir momentos de felicidad e identidad en El Pino de 2021. Y es que, sin la entrega de los feligreses, no sería posible mantener una celebración que acoge a tantas personas durante tanto tiempo.

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