La bandera blanca y verde de la Virgen del Pino, alcaldesa perpetua de Teror, ondea desde ayer en la espadaña de la basílica, izada al mediodía con un repique de campanas de media hora.

A las doce menos poco subía la peonada de campaneros por dentro de los siete octógonos de la torre amarilla hasta casi la veleta, donde el campanario se hace un lío de cadenas.

Arriba, minuto más minuto menos, Juan Carrasco, Santiago Dávila, Acaymo Carrasco y Néstor Santana tiraban de los cabos para aupar los paños, prendiendo a lo lejos la mecha de unos cuantos hatos de voladores.

Eso en la espadaña. Mientras, en el campanil de la estructura de piedra de Teror, de 303 años de edad y que fue terminada el 27 de noviembre de 1708, José Luis Pulido, Paco Santana, Juan Carlos Benítez, Kewal Belani y Olivia Rodríguez se repartían el repique con una partitura dirigida por Pulido.

Primero un repique pequeño de la campana del reloj; luego un toque de la campana mediana; otro repique con la del esquilón de la torre; un campanazo con la grande del reloj, otro de la mediana, uno de la grande..., y de nuevo todas, componiendo una llamada a fiesta con la que se abre el programa religioso y que exige dos cosas principales: tapones para los oídos y un relevo constante entre los cinco campaneros para aguantar los 30 minutos de función.

Abajo, en la plaza del Pino, decenas de personas hacían un alto para disfrutar del momento, un pausa entre los arreglos de última hora y las penúltimas compras previas a lo que se viene encima y también unos aperitivos para irse enralando. Sonia Benítez, Francis Naranjo, Ñito Peña, Pedro Quintana, Benjamín Rodríguez, Suso Quintana y Tonono Ojeda estaban en ello, y con gran éxito además.

Después de la sesión de campaneo y voladores la villa se quedó como retumbando, pero no fue lo único del día.

Por la tarde, a las seis llegaban Fede y Leandro, dos payasos de entrante para preparar al personal menudo a la llegada del Circo Perezoff desde Cuba, cuya carpa instalaron en la plaza de Sintes para recordar sus "fantásticos 50 años en la escena".

Un poco más arriba, en la plaza del Pino, Juan Salvador ofrecía un número de magia e ilusionismo, en el que desapareció y apareció de todo.

El día lo remataba el colectivo Enrala2 con fuegos, malabares y música en un festival de calle que tenía como tema Objetivo África y que importó del continente una sabrosa muestra de su cultura.