Alas doce y media del día, una chica de unos veinte años y vestida de negro aguarda la llegada de una guagua de Global en la parada que está enfrente del número 23 de la calle Fernando Sagaseta del Valle de Jinámar. Con esta numeración fue rebautizado hace años el antiguo bloque 42 de la segunda fase, un pequeño edificio de tres plantas en el que María Dolores Cano Gutiérrez no sólo tenía su hogar, sino el de su pareja, Carlos Alberto Rivero, el de sus hijos Davide y Dácil.

A la entrada del bloque se arremolinan un grupo de jóvenes mientras otra chica barre la acera. Todos son caras largas, de tristeza y dolor ante la pérdida, decían, de una "buena vecina y una excelente madre". De Mari, como la conocían en el barrio, sólo se escuchaban ayer palabras dulces y de lamento. "Yo la apreciaba como una hermana. Me quería mucho y pasaba bastante tiempo en mi casa", explicaba desde el zaguán y sentado en su silla de ruedas Manuel Rodríguez, quien perdió las piernas en los últimos años "por problemas de circulación".

También daba una opinión similar José Luis Martín, quien recalcaba su carácter bondadoso y su ilusión por volver a vivir con alegría tras las malas rachas pasadas.

Lili, otra vecina del bloque, era una de las que más afectadas se mostraba. "La conocí cuando casi era una niña en los barracones de Pedro Hidalgo. Terminaron dándonos una casa aquí hace ya 31 años y de ella la gente sólo podrá contarte maravillas", creencia compartida también por Mari Nieves y Fefi, dos hermanas que ayer compartían el dolor por una inesperaba pérdida junto a la entrada de un inmueble humilde y compactado ante la adversidad.

Tal es así que desde primeras horas de la mañana, cuando se supo del fatal desenlace, un grupo de ellos se dedicó a recorrer las 60 viviendas que hay entre los antiguos bloques 40 a 44 para hacer una colecta con la que comprarle a Mari unas flores.

Los mismos vecinos, con José Santana a la cabeza, se dedicaban ya al filo de la una y media a componer un corazón con rosas y margaritas y a adornarlo con una sentida dedicatoria: "tus vecinos de los 40". Un par de pisos por debajo de María Dolores vivían una de sus hermanas y una sobrina. Los familiares que ayer pasaron por el barrio se mostraron destrozados y pidieron amablemente que les dejasen vivir su luto en paz.