Entre los numerosos objetos y piezas de arte que hoy podemos contemplar en el tesoro o camarín de la Basílica de Nuestra Señora del Pino de Teror, destacan por su número y singularidad las ofrendas y exvotos. Entre éstos, encontramos todo tipo de cosas, como placas con tiernas y emotivas dedicatorias, pasando por medallas, sortijas, collares, brazaletes, objetos litúrgicos, mantos, imágenes de devoción o maquetas de barcos. Todos estos objetos son el mejor ejemplo de la fe que los canarios han puesto en esta imagen a lo largo de los siglos, así como de la creencia en su poder intercesor ante todo tipo de infortunios y contrariedades tales como la enfermedad, los accidentes, las epidemias, el hambre, las sequías o las plagas.

Ya desde el siglo XVII encontramos las primeras noticias sobre la supuesta capacidad de la imagen de Nuestra Señora del Pino para obrar todo tipo de milagros y prodigios. En el archivo parroquial de la localidad se custodian interesantes documentos en los que asentaban por escrito algunos de estos milagros. Se trata de declaraciones de vecinos de la localidad (también de otros lugares) anotadas por el cura del lugar o por algún notario apostólico, en las que se daba cuenta del favor recibido o del prodigio del que el declarante fue testigo.

Sin duda, a los ojos de muchas personas del siglo XXI, puede que estos relatos no tengan más valor que el puramente folclórico o anecdótico, siendo considerados en muchos casos como fruto de la ignorancia y la superstición. Sin embargo, tras estas declaraciones a priori 'fantasiosas' o 'ingenuas', como algunos han calificado, nos topamos con unos documentos interesantísimos que nos permiten conocer no sólo las mentalidades y formas de religiosidad de los siglos XVII y XVIII, sino también los miedos y los males que afligían a aquellas personas.

Además, su lectura nos ofrece pistas sobre aspectos tales como las relaciones sociales, laborales e institucionales o las diferencias de género y clase. Todo ello, sin olvidar su condición de fuentes excepcionales para el estudio de aspectos como la vida cotidiana, la toponimia, la historia del arte, e incluso, sobre los diversos remedios medicinales puestos en marcha por las sociedades del pasado para obtener la salud.

El total de relatos o declaraciones casi llega al centenar. En la gran mayoría de ocasiones se narran sucesos relacionados con accidentes o situaciones de peligro, destacando los episodios de personas o animales desriscados o despeñados, quienes tras precipitarse a la eminencia de un barranco resultan ilesos gracias a la intervención de la Patrona.

Otro tipo de incidente en el que también interviene el poder de la imagen del Pino, hace referencia a episodios de ahogamiento producidos por las crecidas de los barrancos. Tal fue la ocasión en la que Tomás Alonso "cayó de en medio la canal, en medio del corriente del dicho barranco y se lo llebó un grande trecho por unos canalisos".

En relación con este asunto, resulta curioso que después de los accidentes de personas desriscadas, los sucesos de individuos que fallecen ahogados debido a los efectos de las avenidas de los barrancos o en las charcas que éstos dejaban a su paso, sean los que aparecen con más frecuencia en los libros de defunción de la parroquia de Teror.

En este sentido, los milagros que se relacionan no hacen más que reflejar una realidad donde el terreno abrupto, las malas comunicaciones y el efecto de los temporales, constituyeron las principales causas de muerte en situaciones violentas registradas en Teror durante la Edad Moderna.

Entre las situaciones de riesgo en las que interviene el poder de la imagen de la Virgen del Pino, también cobraron especial importancia los relacionados con el mundo del mar.

Tormentas, ataques de piratas turcos, naufragios o ahogamientos figuran como los principales peligros a los que se expusieron los marineros o tripulantes de la Edad Moderna.

A pesar de encontrarse en el interior de Gran Canaria, la advocación gozó de una considerable popularidad entre las gentes del mar, atestiguada además de por los relatos a los que nos referimos, por las referencias existentes a las donaciones llevadas a cabo desde fechas muy tempranas. Acaso, uno de los relatos más antiguos sea el del terorense Blas de Quintana Miguel, que en 1684 declara haber sido librado de una tormenta junto con el resto de pasajeros de una fragata, tras invocar a la Virgen del Pino.

Añade, además, la visión que tuvieron ocasión observar, pues aseguró que: "Habían visto luz en el navío, y que dijeron ser la Santísima Virgen del Pino, que les había ido a socorrer".

Sin duda, una historia tan asombrosa como la del vecino de Teror Lorenzo García, que consiguió librarse de una tormenta en el Golfo o Mancha Blanca, arrojando al mar una de las piñas que tiempo atrás cogió del pino donde la tradición señalaba la aparición de la Patrona de Gran Canaria.

Asimismo, merece la pena citar los milagros que a juicio de la población se produjeron durante 1760 a 1767. Efectivamente durante esos años se llevó a cabo la construcción de la actual Basílica del Pino, para cuya cimentación fueron necesarias grandes cantidades de piedras y madera que debían ser transportadas por yuntas de vacas o bueyes, quienes junto con los operarios que las guiaban, fueron los principales agraciados de los favores de la Virgen.

Quizá uno de los relatos más sorprendentes es el de Domingo el "de la Aldea", oficial de albañilería, el cual recibió un golpe tan fuerte en la cabeza que ésta se le quedó embutida entre los hombros llegando a tocar la barbilla con el pecho, a pesar de lo cual resultó milagrosamente ileso y siguió trabajando en la obra.

Tras los accidentes, destacan por su importancia los relatos de curaciones milagrosas. Entre éstos, abundan las historias donde se detalla el empleo de las piñas y de la resina del Pino de la Virgen, como remedios eficaces para sanar enfermedades. Así, las piñas solían ser molidas y mezcladas con agua o con vino para curar las 'calenturas' o fiebres. Mientras que por su parte, la resina era empleada para curar llagas y heridas. La demanda de piñas y resina fue tal que se hizo necesario dictar prohibiciones y construir una muralla alrededor del árbol santo para evitar su deterioro.

En otras ocasiones el testigo de turno relata algún suceso prodigioso. Tal fue el caso de Mustafá, esclavo moro del prebendado don Marcos López de Vergara, quien tras pasar toda su vida negándose a recibir las aguas del bautismo, finalmente accedió de buena gana, pues habiendo caído gravemente enfermo se le apareció en su habitación "una Señora muy linda, con que estaba el cuarto muy resplandeciente. Y le dijo que se bautizase y se pusiese Juan del Pino". Igualmente, en una ocasión un "señor obispo" ordenó que desnudaran a la imagen del Pino para que fuera venerada sin los ropajes que la recubren. Los terorenses, aunque de mala gana, tuvieron que acatar las órdenes del prelado. Sin embargo tuvieron que volver a vestirla, pues "fue tal y tan grande la tormenta y tempestad de truenos, relámpagos y agua, que creyeron se hundiera el Lugar. Y asiendo el reparo si sería por lo hecho, acudieron a vestirla y luego sesó la tormenta".

De igual manera podría considerarse el relato referido por el sargento mayor don Blas de Carvajal Aguilar. En esta ocasión, estando el declarante presente en una de las bajadas de la Patrona a la capital de la isla, afirmó haber sido testigo de cómo ésta no se mojó con el agua de lluvia que produjo un temporal durante el trayecto, puesto que quedó "sin llover ni moxarse el circuito en donde iba la sancta imagen (mientras) que los que iban atrás, delante y por los lados iban todos anegados con la tempestad".

Exvotos singulares:

Entre las ofrendas y exvotos donados a la Patrona, merece una mención especial el que ha pasado a la historia como el 'manto de los navíos', donado por un devoto ánimo en 1762. Se trataba de un vestido de tisú con "fondo blanco, muy rico, sembrado de navíos muy al natural", del que, según reza la versión tradicional, fue donado por unos isleños como promesa, al haberse librado de los efectos de una tempestad durante una travesía desde el continente americano. Sobre el aspecto que debió lucir esta admirable pieza de mantelería existen diversos retratos o veras efigies, toda vez que de la misma sólo se conservan las mangas del vestido de la Virgen y la camisa de su hijo.

El caso del Niño Llorón:

Además de la talla de la Virgen del Pino, Teror acoge otra imagen con fama de milagrosa. Nos referimos a la pequeña escultura del Niño Jesús que se venera en el Monasterio del Císter de Teror, conocida con el cariñoso apodo del Niño Llorón. La talla en cuestión perteneció a la religiosa natural de Gran Canaria sor Petronila de San Esteban Montgruí y Covos, fallecida en opinión de santidad en 1759. Se cuenta que esta imagen mantenía conversaciones con su propietaria y que en una de las ocasiones se le vio llorar, de ahí el sobrenombre con el que era conocida.