La Biblioteca Insular en la Plazuela está siendo objeto de una considerable ampliación añadiendo a sus actuales instalaciones dos de las tres partes de que se compone el que fue conocido a finales del siglo XIX como Palacete romántico de Úrsula de Quintana, un soberbio edificio que ocupó -y ocupa- el amplio solar formado por la manzana comprendida entre las calles Muro, Remedios y la plazuela Hurtado de Mendoza, esta última rotulada en épocas anteriores como del Príncipe Pío y de la Democracia.

Al fin, diez años después de poner en marcha la idea de construcción de aquel edificio romántico, en 1869 ya está levantada la que fue conocida popularmente como Casa-Palacio de doña Úrsula en cuyo frontis se colocó, y todavía permanece, el escudo nobiliario con las armas de los apellidos Quintana, Nava, Falcón y Llarena, pero el proyecto matrimonial de su hija se malogró por la repentina muerte de don Tomás a los seis meses de su celebración dejando viuda a Rosario y embarazada de una póstuma que se llamó en el bautizo Tomasa, que fue en el tiempo la décima marquesa de Villanueva del Prado. En estas circunstancias doña Úrsula y su apenada hija vendieron su patrimonio incluyendo el palacete que en 1886 que compró el farmacéutico Fernando Bojart quien aquel año pide autorización para acondicionarlo a su gusto en cuyos patios y salones, dicen las crónicas de la época, se celebraban sonadas fiestas con la presencia de la alta sociedad de La Palmas.

A pesar de los problemas que tuvo Úrsula por la ya referida alineación del frontis del palacete con la plazuela y aunque la licencia municipal y los planos de Ponce de León se refieren a la construcción de una sola unidad arquitectónica con idéntico y continuado estilo en las tres fachadas, los actuales propietarios de la que da a la Plazuela opinan que se trata de dos edificios independientes y levantados en diferentes épocas, cuestión en la que no vamos a entrar porque ni es el lugar ni la intención.

Casado el boticario con Rosa Millán y fallecido en 1905 sin hijos fueron herederos sus sobrinos Meléndez Bojart que terminaron traspasándolo por venta ignoramos a quienes, aunque en realidad poco nos interesa ahora. Resumida, bastante por la cantidad de datos que podrían aportarse, la historia de este palacete solo añadir que confiamos no sea objeto de arbitrarias, caprichosas y desafortunadas reformas que alteren su estilo, principalmente en su exterior, aunque su interior, para adaptarlo al fin a que será destinado, tampoco debería atentarse de forma que perdiera el carácter singular que siempre tuvo, para conservarlo como ejemplo de uno de los proyectos más bellos de Manuel Ponce de León que enriquece el patrimonio arquitectónico de la ciudad y de la isla.