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Ingenio

La rocambolesca, azarosa y extraña historia del fraile Antonio Hidalgo García

Sus aventuras y desventuras parecen sacadas de una novela histórica de intriga | Hace tres siglos y medio nació en Ingenio y amasó una fortuna en América

La rocambolesca, azarosa y extraña historia del fraile Antonio Hidalgo García

Un extenso y enrevesado documento del Archivo General de Indias, custodiado en el Archivo Histórico Nacional, así como los Libros Sacramentales del Archivo Parroquial de San Sebastián de Agüimes, nos lleva, tres siglos y medio atrás, a conocer la existencia de un humilde fraile, nacido en “el Ingenio”, que amasó una gran fortuna en América. Sus aventuras y desventuras parecen sacadas de una novela histórica de intriga y nos demuestra que la condición humana no cambia con el paso del tiempo.

Generosidad, avaricia, honradez y picaresca, se entremezclan en un relato histórico que se sale fuera de lo que normalmente conocemos de la historia de Ingenio.

Fray Antonio Hidalgo. Origen

Antonio Hidalgo García nació el 23 de noviembre de 1666 en el pago “del Ingenio” y bautizado en la pila bautismal del templo de San Sebastián de la Villa de Agüimes, siendo Ingenio parte integrante del Señorío Episcopal de Agüimes de Gran Canaria, de donde también eran naturales y vecinos sus padres: Juan Lorenzo Hidalgo e Isabel García de Casares; al igual que sus abuelos paternos: Amador Lorenzo y María Hidalga García; y maternos: Juan de Cáceres y Catalina Pérez. Sus padres contrajeron matrimonio el 2 de enero de 1647 en las casas de habitación de sus abuelos maternos en “el Ingenio”, en ceremonia oficiada por el sacerdote Miguel Lozano, cura de la parroquia matriz de San Sebastián de la Villa de Agüimes, lo que indica que era una familia acomodada, pues casarse en el domicilio particular estaba al alcance de muy pocos, considerando también que “el Ingenio” de la época disponía de una Ermita para el culto y en algunos casos para ceremonias sacramentales, a lo que se añade la presencia como testigos de importantes personajes como lo fueron Sebastián Bristol, Andrés Lorenzo, Juan Caballero y el Capitán Sancho Vélez y otros muchos vecinos de la Villa.

Sus ascendientes estuvieron asentados en “el Ingenio de la Vega de Aguatona” desde el siglo XVI, gozando de cierta categoría social y económica. A su bisabuelo, Amador Lorenzo, se le reconocen distintos bienes en dicha Vega, habiendo sido nombrado durante varios años en la década de 1570 y 1580 acequiero del heredamiento Acequia Real de Aguatona. También fue un renombrado personaje su abuelo con el mismo nombre, casado en 1619 al que se le reconocen tierras en el Carrizal, en el barranquillo de Contreras. Su padre, Juan Lorenzo Hidalgo, que ostentó el grado de Capitán de Milicias Provinciales falleció en 1677 y fue sepultado en el Convento de las Nieves de Agüimes (donde su hijo Antonio profesaría años después). Seis días antes había otorgado testamento.

Sus hermanas

En el testamento otorgado por su padre Juan Lorenzo Hidalgo, vecino que fue de la Villa de Agüimes en “el Ingenio”, ante el escribano Francisco Batista de Baldés el 14 de mayo de 1677, declaró que estaba casado con Isabel García, hija de Juan de Casares y Ana Pérez, habiendo procreado a sus hijos: María Hidalga, nacida el 17 de octubre de 1647, contrajo matrimonio con Fulgencio Méndez Gutiérrez el 22 de octubre de 1673, tuvo descendencia; Ana Hidalga, nació el 8 de abril de 1652, contrajo matrimonio el 5 de enero de 1682 en la casa de sus padres en “el Ingenio” con Juan Estupiñán, hijo del capitán Juan Alonso Romero y María Estupiñán, tuvo descendientes; Isabel Hidalga, nacida el 6 de enero de 1659, casó con Marcos Rodríguez, natural de Telde, con descendencia.

No se reseñan en el testamento otras dos hermanas: Gregoria y Cristina Sánchez Hidalgo. Contrajo matrimonio la primera el 10 de enero de 1672, con Juan Álvarez Perera; tuvieron por hijos: María (nacida en 1672), Matías (1675), Elvira (1677), Juan (1681), Elvira (1683), Isabel (1688). La segunda, nacida en el Ingenio en 1660, contrajo matrimonio con Francisco Hernández López en 1686, siendo sus hijos: Cristóbal (1687), Juan (1688), Antonio (1692). No se distorsiona la autenticidad de las dos hermanas el que figuren con el primer apellido de Sánchez, pues era norma en aquella época que los padres pusieran los apellidos a su criterio. La existencia de estas dos hermanas queda perfectamente acreditada a través de la consulta de los Libros Sacramentales de San Sebastián de Agüimes de la época. Van a tener un especial protagonismo en relación a la insólita vida del fraile como se verá en el desarrollo del relato.

El Señorío Episcopal y el Convento de las Nieves

Por la época en que ocurrieron los acontecimientos que narramos, en la Villa de Agüimes, como capitalidad del Señorío Episcopal, se concentraban todas las áreas de poder político y religioso: la alcaldía real, ordinaria y de aguas, escribanía, parroquia matriz de San Sebastián con su cura propio y la ermita de San Antonio Abad, aparte del Convento de las Nieves con su capilla. La mayoría de los naturales y vecinos del lugar que llegaban a la carrera eclesiástica, reservada casi exclusivamente para los hijos de los grandes propietarios, lo hacían a través del clero secular, mientras que unos pocos llegaron a profesar en el clero regular.

Los padres de Antonio Hidalgo, avecindados en “el Ingenio” con cierto desahogo económico al ser poseedores de algunos bienes, se decidieron a enviarlo a la Villa de Agüimes, distante una media legua, para su formación en los estudios de gramática en las clases impartidas por el licenciado y racionero de San Sebastián, Salvador Fernández Romero, con cierta aplicación, teniendo, entre otros, por compañero de estudios al que luego sería escribano público del lugar el Capitán D. Sebastián de Fuentes Diepa. Posteriormente entra como religioso dominico en el Convento de las Nieves.

La historia increíble: Odisea con los corsarios moros

Fray Antonio embarcó con destino a las Islas Madeira, al parecer con la intención de ordenarse in sacris. Cuando regresaba de nuevo a Gran Canaria fue apresado y capturado por piratas moros saletinos en cuyo cautiverio estuvo retenido durante ocho años en el reino de Mequinez.

Llegada la noticia de su cautiverio a Ingenio, sus hermanas se dispusieron a vender cuantas propiedades tenían en tierras, viñas, aguas y animales de labranza con intención de pagar la libertad de su hermano y sacarlo del cautiverio en que se encontraba. Para ello remitieron el dinero en letras de cambio a través de un mercader de Tenerife.

En el plazo de un año fue liberado de su cautiverio, al parecer en la ciudad de Argel. Y por cuanto venía ordenado de sacerdote cantó su primera misa en la ciudad de Tetuán con el hábito de San Francisco, el cual vistió porque los moros le quitaron el que tenía de su orden dominica de color blanco, ya que en aquellos lugares estaban acostumbrados a ver otros. Desde allí regresó a España en unión de diferentes peregrinos. En la Península logró Fray Antonio que el Rey le concediera especial licencia para salir de su desnudez y para remediar a sus hermanas que habían quedado sumamente empobrecidas a causa de haberse vendido sus legítimas respectivas para su redención.

Certificado de bautismo de Fray Antonio Hidalgo, extendido por el párroco de Agüimes.

Certificado de bautismo de Fray Antonio Hidalgo, extendido por el párroco de Agüimes.

Regreso de la Península

Llegado a Gran Canaria, ofició su misa nueva como sacerdote, por no haberlo logrado en Madeira a causa de su cautiverio. Con fecha 30 de noviembre de 1699 obtuvo patente del Provincial de su Orden que radicada en La Orotava para embarcar a “Indias de Su Majestad” a pedir y demandar limosna para resarcir a sus hermanas.

Viaje a Indias

Pasado el capítulo de su cautiverio y redención, es a partir de 1699 cuando todo empieza a ser confuso y contradictorio en relación al dinero que iba a obtener producto de las limosnas recaudadas. Ese año embarcó acompañado de sus hermanas Cristina y Gregoria con sus familias y otra parienta suya llamada María de Ortega y su familia, arribando a la isla de Cuba, donde una hija de su hermana Gregoria se casó en La Habana con Domingo Palacio y otra con Miguel Macías.

Desde la isla caribeña, donde anduvo de capellán en la Armada, había escrito a Canarias comunicando a sus familiares que tenía sacada una buena limosna y que estaba habilitándose para regresar a la Isla a remediar las penas que padecían. La cantidad de riqueza que iba acumulando iba más allá de su propósito de atender las necesidades de sus hermanas.

México

Desde Cuba, embarcó para Tierra Firme en Maracaibo, donde quedó la familia de su acompañante María de Ortega, sin que quede claro si fue acompañado de sus dos hermanas, para desde allí continuar su peregrinaje por el Continente por Nueva Granada y los distintos virreinatos de Perú y Río de la Plata, para después de atravesar Nicaragua, entrar en Nueva España y penetrar por el sur por el actual estado de Guerrero en México, llegando al puerto Petatlan y desde allí hasta Quapuaiutlas, donde fletó bestias para su silla y petacas al objeto de llevar todos sus útiles, lo que representaba un cuantioso gasto hasta la llegada a su definitiva morada al pueblo de Sinagua del partido de la Guacana y Obispado de Valladolid (actual estado de Michoacán) el 25 de febrero de 1713, donde residió durante tres meses en una tierra muy pobre, viviendo desahogadamente con toda la fortuna recaudada.

Fallecimiento y herencia

Fray Antonio Hidalgo falleció en Sinagua el 29 de mayo de 1713, cuando contaba 47 años de edad, sin haber recibido los Santos Sacramentos, por no haber permitido que los indios acudieran a llamar al cura del partido de la Guacana que se hallaba a diez leguas de distancia. No otorgó ningún tipo de testamento. En el inventario de sus bienes realizado por el cura de su partido tras su fallecimiento, traídos por los indios, se reflejaba una memoria que estipulaba que era religioso del Santo Domingo de las “islas de Canaria” y llamarse Fray Antonio Hidalgo.

El sacerdote remitió al Obispo lo que había dejado en oro, plata y en reales para que se remitiera a la parte y lugar conveniente para que lograra el fin que deseaba de “sacar del cautiverio de moros a sus familiares”, para cuyo fin había logrado dichas limosnas, al mismo tiempo pedía al Prelado le ordenase lo que debía hacer con el resto de sus bienes. En otra parte de su memoria el cura de la Guacana dice que es su deseo el que se logre que salga del cautiverio en que se hallan “una hermana, un cuñado y tres sobrinos” y quizá alcanzara para el alivio de otros que en su compañía padecieran el mismo cautiverio en Argel.

Todos los bienes fueron reconocidos por el alcalde y pueblo de Sinagua y por los indios que los trajeron y cuatro vecinos de la Guacana y fueron conducidos a la residencia del Obispado, para lo que el cura contó con seis mozos de confianza.

La cantidad de dinero y objetos encontrados no estaba acorde con la humildad que se presume un pobre fraile, así como el objeto que lo llevó a América que era resarcir a sus hermanas del dinero aportado para su recate, sin que haya evidencia alguna del cautiverio de sus familiares por los moros y que podía tratarse de una argucia con el fin de obtener dinero de las limosnas con intereses espúreos.

La reclamación de la herencia

La fortuna de Fray Antonio Hidalgo, proveniente de las limosnas de los fieles en Indias, consistente en diferentes partidas de oro y plata y alguna otra porción de dinero y algunas prendas y alhajas, pasó a España y quedó ingresada en el depósito en las arcas de difuntos en el Tribunal de la Casa de Contratación de la ciudad de Cádiz a la espera de entregarla a los que se considerasen sus legítimos poseedores.

Tendría que pasar cuarenta años desde el fallecimiento de Fray Antonio para que en 1753 se iniciara en la Audiencia de Cádiz el expediente de Autos sobre bienes de difuntos del padre Antonio Hidalgo, fraile de la Orden de Santo Domingo de las islas Canarias, natural de Gran Canaria, en la Villa de Agüimes en el pago “del Ingenio”, fallecido en Sinagua, sin haber celebrado testamento. Reclaman su herencia: los nietos y bisnietos de sus hermanas, Ana, María (vecinos en el Ingenio) e Isabel (la Vega); la Orden de los Mercedarios, redención de cautivos, así como en un primer momento el Convento Dominico de las Nieves de Agüimes.

Los autos se alargan 21 años, concluyendo con una sentencia dictada en 1774 que esconde detrás la increíble y novelesca historia de un fraile nacido en “el Ingenio”, un pueblecito del sur de Gran Canaria, que lo llevó a tierras de Nueva España.

El proceso

Una vez abierto el correspondiente expediente en la Audiencia de Cádiz, sus herederos, descendientes de María, Ana e Isabel, en Gran Canaria, argumentaron a través de sus representantes la exclusión de los descendientes de Gregoria y Cristina, basándose en que habiendo remitido despacho al Gobernador de La Habana a fin de localizar a sus parientes, no habían recibido ninguna contestación, reafirmándose que solo existían las tres hermanas indicadas en el testamento de Juan Lorenzo Hidalgo y que ninguna se llamaba Cristina y Gregoria, dando como falso la llegada y el casamiento en Cuba de dos hijas de una de ellas y de la parienta llamada María de Ortega que había quedado en Maracaibo, estamos fuera de toda duda en que el mismo religioso no tuvo tales hermanas que así se hubieran llamado ni que hubiese llevado consigo a la América.

Tampoco podía dudarse que sus tres hermanas María, Ana e Isabel, residentes en el Ingenio, vendiesen en pública almoneda todos sus bienes raíces, muebles y semovientes para conseguir la redención de su hermano, capturado por los mahometanos cuando se fue a ordenar sacerdote a la isla de la Madeira y que una vez liberado tomó la decisión de viajar y pedir limosna para resarcirlas de su pobreza.

Ponen en duda la existencia de las dos patentes o licencias para poder viajar que le encontraron al fraile en su lecho de muerte al considerar “equivocadas sus expresiones” sobre que pasó a las Indias en compañía de una hermana y sobrinos a buscar el remedio para sus desdichas, respecto de que gastaron cuanto tenían. En cuanto a la otra licencia estaba más que visible la equivocación sobre que “estaban cautivos en Argel una hermana y sobrinos”, de lo cual no se había encontrado el menor resquicio de probabilidad, por ello refutaban también la pretensión de los Religiosos Mercedarios Descalzos por el derecho de la redención de cautivos.

Añaden al mismo tiempo la inexistencia del navío “la Carambola” y su viaje a las Antillas en razón a un informe que en 1760 emite Joaquín Berdugo y Alviturría, Regidor Perpetuo de Gran Canaria, sobre el embarque del padre Fray Antonio Hidalgo a la América con sus hermanas Gregoria y Cristina y familia en dicho navío, poniendo en entredicho la autenticidad de su periplo, cuando indica que habiendo buscado en los registros de salida para América y asientos de familias en la Oficina y Escribanía del Juzgado y Comercio de Indias desde los años de 1697, 98, 99 y hasta el de 1718, no había encontrado ninguna embarcación con el nombre “la Carambola”, ni tampoco el asiento o licencia relativa al embarque a la América del Padre Fray Antonio Hidalgo ni el de sus hermanas Gregoria y Cristina Hidalgo y en algunos moros que salieron de la Isla de Canaria con asiento de familias y pasaron a la isla de Santo Domingo y Buenos Aires no se encontraban los nombres de las expresadas, ni el apellido de Hidalgo.

Portada del proceso sobre los bienes dejados por Fray Antonio Hidalgo, que se custodia en el Archivo Histórico Nacional.

Portada del proceso sobre los bienes dejados por Fray Antonio Hidalgo, que se custodia en el Archivo Histórico Nacional.

En lo que respecta a la Orden Mercedaria, amparaban su pretensión a la herencia en una disposición real que establecía que pedir limosnas para la redención de cautivos era exclusivo de la Orden de Nuestra Señora de la Merced (Mercedarios), para que se ordenara entrar en su posesión a beneficio de los cautivos cristianos. Era con exclusión de los parientes, dando consistencia a la existencia de las hermanas y sobrinas y parienta que viajaron con él a Cuba. Ellas no pudieron continuar en su compañía por habérsele dado destino, donde sus dos sobrinas que le acompañaban habían contraído matrimonio, “para dar colorido a la limosna que pedía” ni usar del permiso que se le había dispensado y que para ello arbitró una licencia concedida el 20 de septiembre 1704, al expirar por ese motivo la que se le había concedido en 1699 “logrando a sombra de tan misericordiosa obra seguir peregrinando en aquellos parajes”, insistiendo en que el derecho correspondería a las supuesta Gregoria y Cristina con sus familias y no María, Isabel y Ana ni los suyos “que intentan lucrase indebidamente” .

El Convento Dominico de las Nieves de Agüimes justificaba su pretensión sobre la herencia en que fue en dicho Convento desde donde partió Fray Antonio Hidalgo para su peregrinación a “la América”, si bien después renuncia al no contestar a los requerimientos del Tribunal.

En relación a que el objeto de su estancia en Indias y la licencia obtenida fuera con el objeto de pedir limosna para la redención de “un cuñado y tres sobrinos” que se hallaban cautivos en Argel, un apartado del expediente dictamina en sus conclusiones: “Parece inferirse de los papeles que no hubo tal cautiverio de hermanas y sobrinas y que la limosna para rescatarlas fue adquirida en siniestros títulos”, en una clara confusión y tergiversación en cuanto a que sus hermanas no estuvieron cautivas, sino que necesitaban el dinero para rehacerse de la pobreza en que habían quedado a consecuencia del pago de su libertad.

En sus consideraciones el Tribunal establece que toda o la mayor parte de las limosnas se organizó con el pretexto “fingido o verdadero” en relación a las hermanas “cautivas” de las que a la primera solamente se vio en el Nuevo Reyno y en algunas otras partes de Nueva España. Y con la segunda peregrinó el religioso a la Isla de Cuba, provincia de Guatemala, Obispados de Cuzco y Arequipa, Charcas, Miscue, la Paz, Quito y la Plata, en virtud de la segunda licencia obtenida con el fin de rescatar que obtuvo de la Audiencia de Guatemala para pasar al Perú, al resultar inútil la primera licencia de su Orden y que para mover la caridad de los fieles en su propio beneficio mudó de rumbo.

Trató de buscar compasión con la supuesta esclavitud a sus parientes para así por este medio juntar con más facilidad el crecido caudal que dejó por su fallecimiento.

Se indica que dos años antes de morir, el religioso avisó a sus hermanas que ya les tenía preparado algún socorro y que después del largo tiempo de su peregrinación había recolectado crecidos fondos que se dimanaron provenientes del título de redención que le autorizaba a pedir limosna ya desde el año 1705. Agregándose a lo expuesto las inverosímiles explicaciones que se advertían sobre cuál fue la embarcación que lo condujo con sus familiares a América y que además se falsifica el documento presentado sobre la existencia y número de hermanas que se dice haber tenido y llevado consigo al viaje.

El Fiscal solicita que el dinero de Fray Antonio pase al Real Fisco por considerar que no tienen derecho ni sus familiares, ni la Orden de la Meced, ni el Convento de las Nieves de Agüimes, en virtud de la procedencia ilícita de las limosnas ya que las causas con que se colectaron eran inventadas por dicho religioso según consideraba era más eficaz a los fines de su codicia, vagueando en la América y el hallarse fuera de la obediencia.

En la imposibilidad de probarse el que hubiese sido cierto el cautiverio de dicho religioso ni el que se dice padecían sus hermanas y la falta de licencia con que pasó a Las Indias. Por lo que respeta al derecho del Convento de las Nieves de Agüimes, Orden Dominica, no había lugar, puesto que lo adquirido por Fray Antonio en América fue con el solo pretexto de aliviar a sus hermanas y sobrinas que le habían sacado del cautiverio en que se hallaba o para redimir a las mismas del que actualmente padecían, y por tanto las limosnas no eran aplicables al Convento.

La sentencia

La sentencia dictada en Cádiz en 1774 establece el reparto de la totalidad de 48.610 reales y 26 maravedís de la forma siguiente: 50 % para el Convento de Nuestra Señora de la Merced de Cádiz (24.305 reales 13 maravedís) y el otro 50% para los descendientes de Ana, María e Isabel Hidalgo con 8.701 reales 27 maravedís a cada rama.

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