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Mogán

Los niños que crecieron en el mar

La Escuela de Vela Joaquin Blanco Torrent celebra el 50 aniversario de su fundación

Joaquín Blanco Torrent, fundador.

Decenas de chiquillos soportando el peso de los veleros para entrar en el mar, sin maquinaria que alivie el duro trabajo que eso supone. Casi a la orilla, las casetas de campaña descansan sobre la arena de la playa de Puerto Rico, esperando que los niños regresen del horizonte. Así era la estampa del primer campamento que organizó Joaquín Blanco Torrent, conocido como 'el padre de la vela' en Canarias, en el año 1970. Solo agua, roca, tierra y salitre acompañando a los menores que mantenían sus primeros contactos con el mundo de la navegación.

Imagen de las tiendas de campaña junto a las embarcaciones.

La Escuela de Vela de Puerto Rico, denominada con el nombre de su fundador, conmemoró ayer el 50 aniversario de este primer verano surcando el mar. “Mi padre tenía un sueño”, expresa emocionada María Luisa Blanco, primogénita del conocido regatista, “difundir y popularizar este deporte, que era su gran pasión desde que era un niño”. Y el medio siglo de historia que ha sucedido a su gran proyecto personal, este centro de formación, certifica que pudo hacerlo realidad con éxito.

Acto conmemorativo

Decenas de autoridades políticas como el director general de Deporte del Gobierno de Canarias, Manuel López, y personajes importantes dentro del mundo de este deporte marítimo, como el presidente de la Federación insular, Alejandro Barrera, entre otros, asistieron ayer a la celebración del aniversario de este espacio formativo. Sus directores, Onán Barreiro y Octavio Barrera, presentaron una nueva sala del inmueble dedicada a todos los medallistas olímpicos y a los entrenadores que los formaron en esta escuela. Entre todos suman una treintena de personas dedicadas en cuerpo y alma a la vela.

“La vela es uno de los deportes que más premios y medallas se ha llevado en el mundo; concretamente los deportistas grancanarios no han podido ser superados nunca por ninguna otra comunidad de España”, resalta Blanco, que recuerda a los hermanos Doreste Blanco. “Los sobrinos de mi padre, que estuvieron en ese primer campamento del año 70, tienen tres medallas olímpicas entre los dos”, expresa con orgullo, aunque afirma que la lista es muy larga y cree con convicción que todos los logros que ha sumado la escuela desde su fundación no son puramente deportivos.

“Mi padre quería divulgar este deporte, pero también quería que a través de esta actividad se formasen personas estupendas y creo que todos los que pasaron por ahí lo creen también así”, explica convencida. Señala que quizá esa visión más humana de transmitir la vela halla sido el pegamento que haya mantenido la escuela activa durante todos estos años. “Fue la primera en inaugurarse en Canarias; en España había ya dos escuelas en Galicia y en las Islas Baleares, pero ninguna de las dos se mantiene ya abierta y esta sí”, relata.

Los pequeños de los primeros campamentos dormían en tiendas en la arena

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Desde su inicios hasta la actualidad han cambiado muchas cosas. Miles de niños han pasado por las clases de esta escuela, que no siempre se realizaron dentro del edificio ubicado frente a la misma playa de Puerto Rico, en la calle de Olímpicos Doreste y Molina -en referencia a Luis Doreste y Roberto Molina, que ganaron juntos una medalla en los juegos-. Los primeros diez años se organizaban campamentos de verano en casetas de campaña que se instalaban en la misma arena de la playa, a pocos metros de la orilla (donde se dejaban las pequeñas embarcaciones), que eran cedidas por la Cruz Roja y la Organización de la Juventud Española (OJE). En donde ahora se ubica el edificio de la escuela, había primero un gran cañizo para dar sombra a mesas y sillas de madera que servían tanto de comedor como de aulas.

Por la colaboración de estas asociaciones, los directivos de la escuela descubrieron ayer una placa cuyo inscripción hace primero un homenaje a ese medio siglo de formación y después agradece la colaboración de estas entidades y de Puerto Rico S.A. “Hay que decir que Cruz Roja además enseñaba a los niños técnicas de primeros auxilios por si era necesario realizar alguna medida urgente tras algún accidente, y me consta que alguno de los pequeños las llegó a practicar en otras circunstancias ajenas a la escuela para salvar a alguien”.

Asimismo, decenas de matrimonios se acercaban hasta el campamento para velar por la seguridad y bienestar de los pequeños durante su estancia ahí. “Para que los padres estuviesen tranquilos”, aclara Blanco, que hace una especial mención a los hermanos García Tuñon, también navegantes, y sus mujeres. “Estuvieron durante mucho tiempo dando apoyo y cuidando a los pequeños”, asegura .

José María Alday con megáfono

“Fue una experiencia inolvidable, era otro sabor diferente”, rememora Blanco con nostalgia, añadiendo por otra parte que durante esa temporada se abrieron las puertas de la vela a muchos niños. “Yo en ese momento trabajaba en la Casa del Marino como trabajadora social; muchos niños de personas que trabajaban relacionadas con el mar venían de todas las islas para aprender a navegar”, recuerda, así como la apertura de la zona náutica del varadero del Club Náutico, cuando Joaquín Blanco era comodoro, a los pequeños que no eran socios. “Mi padre quería una escuela abierta, asequible para todos”, resalta su hija.

Este era uno de sus múltiples objetivos, entre los que también destacaba dar valor a la figura de la mujer en la vela. “Antes no había muchas niñas que se dedicaran a esto, pero poco a poco se fue fomentando el deporte; mis dos hermanas pequeñas formaron parte del primer campamento y acabaron siendo campeonas de España”, señala. Mimi González, olímpica en el año 88, fue también una de las grandes referentes.

En 1980 se inaugura finalmente el inmueble de la Escuela de Vela Joaquín Blanco Torrent, que contó con instalaciones modelo para la época; una rampa para permitir el acceso al mar desde el varadero -ahorrando a los pequeños tener que arrastrar entre todo los optimist hasta el agua- y una amplia variedad de estancias para instalar las habitaciones de los niños, las aulas de enseñanza y las oficinas de gestión, entre otras. Por otra parte, Blanco subraya que “aunque mi padre fundó la escuela e impulso estas iniciativas, nunca estuvo solo; mucha gente lo acompañó en este camino, gente que como él creía en el proyecto y en el futuro de la vela”. El primer entrenador con el que contó el famoso navegante de vela fue Paco Ontiveros, un peninsular que viajó hasta Canarias para ayudar a dar los primeros pasos.

Una veintena de deportistas olímpicos se entrenaron en este centro formativo

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El papel de los directores ha sido fundamental en la escuela, no sólo a la hora de gestionar y marcar una línea de aprendizaje enfocado a lo técnico, sino también en cuanto a transmitir los valores de compañerismo y apoyo intrínsecos en el deporte de la vela. “Con lo que yo me quedo es con el espíritu de equipo”, expresa Onán Barreiros, que dirige la escuela desde hace cuatro años con Octavio Barrera, su entrenador en la época en la que se inició en el mundo de la vela cuando era solo un niño.

“Yo siempre digo que Octavio es como un segundo padre y en este tiempo de directos puedo asegurar que no hemos discutido ni una vez, estamos muy compenetrados”, asegura el deportista, que también es otro de los que se suman a la lista de olímpicos, certificando que en la escuela además de la técnica resaltan las relaciones humanas. “A pesar de las circunstancias por el covid, no han dejado de llegar solicitudes porque esto le encanta a los niños”, añade Barreiros.

Alejandro Barrera, Luis Becerra, Francisco Castellano y Magüi Blanco, ayer durante el acto del 50 aniversario de la escuela.

Otros dirigentes como José María Alday, Santiago Ceballos, Enrique Boissier o Mariano ‘Pillo’ Laforet marcaron la buena senda de la escuela en los años consiguientes a Blanco Torrent. “Es importante remarcar el esfuerzo de todas estas personas porque mantener una escuela no es nada fácil”, asegura su hija, que reitera que estas personas han sabido defender bien el método humano que quería seguir Joaquín Blanco, tratando a los pequeños y a los entrenadores como una auténtica familia.

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