La miel de flores de Cuevas de Guayadeque en la zona de Ingenio, elaborada por Diego Cazorla López, fue elegida como la mejor de Gran Canaria en el Concurso de Mieles del Cabildo, cita en la que 51 productores presentaron 78 muestras que fueron un reflejo de la alta calidad que caracteriza a las casi 50 toneladas producidas este año en la isla. Con una explotación apícola de Ingenio, su miel pertenece a un asentamiento apícola ubicado en el Barranco de Guayadeque y la miel es multifloral oscura con predominio de hierba puntera, algo de eucalipto y escobón.

El ganador recibió 2.000 de los 9.000 euros en premios en las categorías de mieles multiflorales claras, ámbar y oscuras y monoflorales varias en esta decimoquinta edición del certamen celebrada en Infecar.

El panel de cata ciega integrado por especialistas de distintas islas valoró el aroma y sabor de cada muestra para designar a las mejores mieles en cada una de las categorías, selección que fue catada posteriormente por los propios participantes, que tuvieron así la última palabra para elegir la Mejor Miel de Gran Canaria 2020.

La ganadora es multifloral oscura con predominio de hierba puntera y algo de eucalipto

La sesión de cata fue un muestrario de la riqueza del mundo de la miel en Gran Canaria, fruto a su vez de una biodiversidad botánica contenida en cada tarro gracias a la labor de los 300 productores que gestionan las 10.000 colmenas existentes en la isla.

Las variedades claras son también las más suaves y están elaboradas con néctar que las abejas han recolectado de tajinastes, barrillas o tederas, mientras que las de tonos ámbar resultan más intensas y proceden de flores de piteras, hinojos, poleos o cardos. Las oscuras, por su parte, se elaboran a partir de castaños o aguacateros, trasladan al paladar notas de madera y bosque y presentan a veces un peculiar toque amargo.

Además de con néctar, Gran Canaria produce miel a partir de mieladas, que proceden en su caso de partes de la planta distintas a la flor y secreciones vegetales, sobre todo resinas, como ocurre con las plataneras, y a veces incluso de sustancias que segregan los insectos que se alimentan de la savia, aunque siempre con la abeja como primer eslabón de la cadena.