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La caña dulce no encuentra mercado

La suspensión de ‘la chupada’ de Jinámar por la pandemia provoca que los productores destinen el manjar a los animales o lo regalen

Imelda Bravo de Laguna y su familia recogen cañas en su finca de Mogán LP/DLP

La caña dulce que se cultiva en Gran Canaria no encuentra una salida que sea rentable para sus productores. La suspensión de ‘la chupada’ que se celebra en el marco de las fiestas de la Inmaculada Concepción de Jinámar como consecuencia de las restricciones impuestas por la pandemia del coronavirus ha supuesto un golpe para quienes se dedican a plantar y recolectar esta planta en la isla, sobre todo en fincas del barrio teldense de Jinámar y del municipio de Mogán.

Mientras que unos han optado por reducir la cosecha y producción de esta planta, otros han recolectado un excedente importante. Pero en ambos casos se plantea el mismo dilema: qué hacer con la caña dulce que plantaron en diciembre sin saber la crisis que se avecinaba y que han recogido un año después. Porque este año el Patronato de Fiestas de la Caña Dulce y la Concepción de Jinámar no ha comprado la media de 2.000 kilos que adquiere cada año para conmemorar estas fechas.

Imelda Bravo de Laguna es, junto a sus hermanas, productora de caña dulce en el municipio de Mogán y su finca es una de las que nutre de cañas a las fiestas de Jinámar. Allí producen una media de 1.000 kilos de este manjar al año, de los cuales aproximadamente vende 700 al Patronato y los otros 300 los vende a pequeños puesteros para los zumos de caña dulce que se venden en los distintos mercadillos del municipio. Pero ahora ni una cosa ni la otra.

“No ha habido fiestas y no despega el turismo, así que este año no hemos dado salida a la caña”, explica. No obstante, su producción ha caído este año alrededor de un 20% hasta los 800 kilos y solo con la falta de venta a Jinámar han dejado de ingresar 500 euros. Y para darle salida baraja dos opciones: ofrecerlas a las fábricas de ron o regalarlas a vecinos y conocidos. “Ya veremos qué ocurre; estamos jubiladas y solo producíamos para mantener la tradición en Jinámar”, señala, una tradición que Imelda Bravo de Laguna y su familia han mantenidos durante más de 30 años.

Caso distinto es el de Ángel Álvarez, uno de los pocos vecinos de Telde que cultiva caña dulce, y además en Jinámar. Recuperó la tradición de hacerlo en la zona en 2011 y este año ha tenido una producción de 10.000 kilos.

Lo hace en una finca que tiene en las inmediaciones del centro comercial Las Terrazas de Telde. “El año pasado vendí al Patronato 1.700 kilos, pero este año nada de nada”, lamenta el agricultor. Pero en su caso tiene una salida más clara para el excedente que nadie chupó este año en las fiestas de Jinámar: este año toda su producción acabará siendo alimento para sus animales. “Y todavía queda más por recoger, y después de eso plantaré otra remesa”, cuenta, cosecha que recolectará en dos años, ya a finales de 2022.

Ángel sabe bien cómo cultivar la caña dulce: solo se le echa agua y una vez al mes se le cortan las hojas para que crezca bien y vaya engordando el tronco. Y mientras engordan, habrá que esperar al próximo año para la próxima ‘chupada’, si la pandemia remite.

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