Venían de realizar una visita a Margarita en su pueblo de Artenara. La misma abuela que elabora unos quesos artesanos de los que presumían sin parar sus nietas en sus visitas habituales a Asturias, la región de donde procede la familia paterna y en la que reside todavía la tercera hermana, Raquel García.

Era una familia muy querida. Y, en estas horas de tragedia, quienes les conocían guardan gratos recuerdos de ellos. El patriarca, Iván, tenía un pequeño taller en la calle Noruega de la urbanización industrial de Maipez, en Telde, donde sembró una huella imborrable. “Era muy amable, servicial y siempre estaba dispuesto a ayudar”, recuerdan sus vecinos.

El maestro tornero fresero había trabajado en los inicios de la central eléctrica de Juan Grande y luego en Jinámar. Y, tiempo después, también se asentó en el Sebadal, realizando tareas muy especializadas para barcos del Puerto de Las Palmas.

Pese a sus 65 años, y trabajar solo porque no quería tener más responsabilices con empleados, seguía estando muy activo. Y no le faltaba trabajo. “¿Qué voy a hacer yo?”, respondía cuando alguien le preguntaba por su jubilación. Eso sí, siempre sacaba unos días de vez en cuando para visitar a su familia en Asturias, porque “mi jefe me lo permite”, como solía decir con humor.

La última visita a Margarita Juan Castro

Su hija Marta García Bolaños era diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y antes había realizado el curso de técnico superior de Animación Sociocultural en el IES Roces de Gijón, en Asturias. Allí dejó también muchos amigos, según antiguos compañeros, que la recuerdan exaltando las exquisiteces del queso de la abuela. Sin embargo, era la única de las hijas que seguía viviendo en la Isla.

Marta era una persona muy activa y deportista, que le llevó a correr pruebas de atletismo. En las últimas elecciones municipales hizo una incursión en política, y se presentó sin éxito por el partido Ciudadanos al Ayuntamiento de Artenara como número 2 de la lista que lideraba Borja Díaz.

Por su parte, la otra hermana, Rita, se encontraba de visita en la Isla junto a su marido. Estudió ingeniería informática en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y estudió un año en el programa internacional Erasmus en la Universidad de Niza, en Francia. Durante su carrera profesional trabajó algo más de dos años en el grupo canario Lopesan como programadora y desarrolladora informática, primero como becaria y luego con contrato. Su caminó siguió hasta Inglaterra, donde trabajó para una compañía instalada en Edimburgo y, en la actualidad, formaba parte del equipo de la multinacional Ovo Energy, especializada de energías renovables, en Londres.

El último de los fallecidos es su marido, Richard Addicott, que era piloto de Norwegian y antes en Ryanair, donde excompañeros le rindieron un homenaje en las redes sociales. “Era, sin duda, el capitán más relajado y divertido con el que he tenido el placer de volar. La mayoría de los capitanes pecan de un exceso de autoridad, pero él no. Simplemente se sentía como un hermano mayor para mí y siempre estaba pendiente de mis progresos”, según señalaba un compañero en medios británicos, que también se han hecho eco de esta tragedia.

Fachada del taller en el que trabajaba Iván García Buelga LP

El suceso tuvo lugar en el punto kilométrico 34,500 de la carretera GC-21, dentro del término municipal de Gáldar. Se trata de una típica vía convencional de montaña, sin arcén y de doble sentido. El asfalto debía estar mojado y, muy probablemente, la visibilidad era baja, debido a la niebla y puede que la lluvia.

El vehículo que Marta García (que se encontraba al volante cuando fue rescatada ya sin vida), y de la marca Kia Ceed, se salía tras pasar una curva a derechas. Los primeros análisis reflejan que en el asfalto no quedaron huellas de frenada antes de chocar con los muros y despeñarse. Se baraja que la falta de adherencia por estar mojada la carretera pudo avivar la salida de la vía.

En el interior viajaban el padre, dos de sus hijas y el marido, que fallecieron la noche del martes después de que ese vehículo en el que circulaban por la carretera que conecta Artenara con Valleseco, a la altura de los Pinos de Gáldar, colisionara contra varios quitamiedos de hormigón colocados un tramo de apenas 20 metros entre dos vallas de seguridad, y se precipitaba por la ladera barranco abajo, quedando encajonado entre muros de piedras.

El personal de mantenimiento de carreteras del Cabildo dio la alerta en la tarde de miércoles, unas 18 horas después del accidente, al ver varios malecones de seguridad destrozados y observar a los lejos un vehículo despeñado. Y también después de atender una llamada del teléfono de una de las accidentadas, que había quedado en el camino y comenzó a sonar cuando ellos estaban allí.

Un rescatador del helicóptero del Grupo de Emergencias y Salvamento (GES) confirmaría luego el fallecimiento de los cuatro pasajeros.

Las primeras indagaciones de la Guardia Civil de Tráfico apuntan a que el siniestro se pudo producir entre las nueve y las diez de la noche del martes. La familia había dejado poco antes la casa familiar de Artenara tras visitar a Margarita, la abuela de las hermanas, a tres kilómetros del suceso. La madre, también del pueblo, había muerto hace unos años.

Las condiciones para conducir no eran las mejores, a pesar de que la conductora conocía el trazado de tanto repetirlo, ya que vivían en La Isleta. Pero ya era de noche, hacía mal tiempo, con lluvia y neblina.

El turismo dio numerosas vueltas de campana hasta que a unos 75 metros de profundidad paró en seco, dejando el coche como un acordeón entre paredes de piedra.

Nadie se percató de lo ocurrido en esas horas iniciales. Tampoco durante gran parte del día siguiente. Sería a las 15.48 horas cuando el personal de Obras Públicas alertó al Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (Cecoes) 112, activándose los equipos de emergencias. Sin embargo, el juez en funciones de guardia del partido de Guía tomó la decisión de posponer el operativo, cuando la noche se les echó encima.

Los cuerpos de los cuatro fallecidos fueron recuperados el jueves, tras seis horas trabajo por parte de los equipos de emergencias.

El dispositivo de rescate estuvo formado por más de 30 personas para llegar por tierra hasta el vehículo. Las condiciones impidieron recurrir a un helicóptero.

Los primeros en llegar al lugar del siniestro, con las primeras luces del día, fueron los miembros del equipo de atestados de la Guardia Civil, que bajaron por la ladera, repitiendo el recorrido del vehículo en su caída. Al volver a subir a la carretera, los agentes ya advirtieron de que la recuperación de los cuerpos iba a ser “muy complicada”, por lo que se decidió iniciar el rescate por tierra desde El Tablado, a una media hora de camino por un sendero poco transitado.

En ese dispositivo participaron bomberos del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria, un equipo Presa y agentes de Medio Ambiente del Cabildo, con el apoyo de la Guardia Civil de Tráfico y la Policía Local de Artenara y Gáldar. En los momentos de mayor actividad hubo cerca de veinte personas trabajando a la vez.

La primera tarea fue asegurar la estabilidad del coche, que quedó encajonado entre grandes piedras, a pocos metros del fondo del barranco. Con eslingas ancladas a los árboles y puntales de obra, los bomberos se aseguraron de que los restos del KIA modelo Ceed no se movería del sitio cuando ellos subieran a sacar los cuerpos.

Según explicó el jefe del operativo, Felipe Santana, no hubo mayores dificultades para recuperar los dos primeros cadáveres, los de Marta, que ocupaba el asiento del volante, y de su padre, a su lado. Apenas tuvieron que cortar los cinturones de seguridad. Mientras sus restos eran transportados al local social de El Tablado, otro equipo de bomberos accedía por otros huecos para rescatar a los dos viajeros de la parte trasera.

El estado en que quedó la carrocería constata la violencia de los impactos. El motor se había desprendido por el camino y acabó a más de 20 metros.