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Ingenio

Las últimas manos que hicieron sillares

José Bartolo González y Antonio González, supervivientes del oficio de cantero de Arinaga

Las últimas manos que hicieron sillares

“Mi primo sufrió más miseria que yo porque, aparte de ser siete años mayor y empezar antes a trabajar desde niño en lo que fuera, tuvo más hijos y antes que yo. Él y su mujer, María Suárez Acosta, de 90 años, lo pasaron peor. Realmente todos tuvimos que sufrir y superar una vida bastante dura”, explica Antonio González González, de 87 años [nacido en 1933], respecto a José Bartolo González Gutiérrez, conocido como Pepe Bartolo, de 94 años [de 1926].

Ambos son auténticas leyendas vivas y dos de los tres últimos hombres vivos que hicieron sillares en la cantera de Arinaga, en Agüimes, que estaba en las cercanías de la playa del Cabrón, junto a un cuartel del Ejército allí instalado. El tercero es Antonio Jesús Sánchez Artiles, vecino de El Burrero, en Ingenio, de alrededor de 70 años, que era labrante y que formaba parte de la cuadrilla de Antonio González. Los que trabajaron en dicha cantera eran todos del municipio de Ingenio.

Los dos primos González trabajaron en la cantera porque no había mucho donde escoger entre los años 40 y 60 para trabajar para gran parte de la población de la Isla, aparte de lo relacionado con el tomate. En el caso de ellos, tomaron como una salida de futuro ser canteros, junto a los hermanos y primos, porque sus respectivos padres y tíos, que eran albañiles, se convirtieron en empresarios que tenían una cantera, dividida en dos, en Arinaga. Determinados hijos eran los responsables de las cuadrillas contratadas.

El ejemplo de los viejos

“Lo que hicimos era un ejemplo de trabajo duro. Cogimos el oficio de los viejos. Realmente no teníamos otra vida que elegir. Nuestros padres eran duros. Uno de ellos, si tenía que coger la vara y darte para que virases bien el cuerpo mientras ladrabas, pues lo hacía”, concreta Antonio González, quien era labrante y el otro era pedrero.

Cabe recordar que el sillar de la época era la piedra labrada de forma manual, cuadrada o rectangular, con acabado fino y con la cara a la vista alisada, que era utilizada para la edificación. Los canteros usaban la dinamita para separar los grandes bloques en los que trabajaban los pedreros para dividirlos, y luego los labrantes acabarlos como sillares. En la actualidad aún quedan muchos inmuebles y muros construidos con sillares.

Los dos primos, de 94 y 87, trabajaron siendo niños y de albañiles tras cerrar la cantera en 1966

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A finales de la década de los 60 el sillar dejó de ser imprescindible en las edificaciones y comenzó a ser reemplazado en las Islas por el bloque de hormigón, que es un mampuesto [piedra sin labrar] prefabricado y elaborado con hormigones finos o morteros de cemento. “A los bloques de hormigón los llamábamos [los canteros] macarrones. Decíamos que eran peores que los sillares. Sin embargo, se acabó el trabajo en las canteras. Entonces pasamos a trabajar como albañiles en obras que tenía Pancho López”.

Quien nació en 1926 en una casa detrás de la Iglesia de la Candelaria fue Pepe Bartolo González, cuya madre era Rosa González y el padre José Bartolo González Rodríguez. Desde niño comenzó a trabajar como pastor, luego como cochinero y albañil con el padre.

También siguió como albañil con el maestro Pepe Alcántara, quien se hizo cargo de numerosas obras, como la de un hospital, pero que luego acabó como el colegio La Salle de Agüimes. Alcántara dirigió la realización de los cimientos de la iglesia de Playa de Arinaga.

Antes de empezar en la cantera, cuando tenía 17 años, hizo varios trabajos como albañil con su padre y hermanos, como en el túnel de La Laja y en el cementerio del Puerto, en la avenida de Ansite, en Las Palmas de Gran Canaria, que se inauguró en 1942. Luego, en 1946, trabajó de peón en un almacén en Arinaga.

En 1948, después de acabar el servicio militar en Lanzarote, Pepe Bartolo González se casó con María Suárez Acosta, con quien tuvo un total de once hijos.

Tras contraer matrimonio decidió trabajar en la cantera. “Ya vivíamos en la calle La Virgen, detrás de la iglesia de la Candelaria. Mi mujer y yo íbamos entre semana andando desde casa hasta la cantera. Dormíamos en una cueva donde la arena era el colchón. Volvíamos a Ingenio el fin de semana con tomates que vendíamos para ganar unas pesetas más que nos ayudase algo más para subsistir”, relata Pepe Bartolo.

“En la cueva, mi tía Rosa hacía comida para los que trabajábamos en la cantera, y éramos entre 20 y 30 personas. Se comía calabacines, coles o tomates, lo que hubiera”, recuerda Antonio González, quien nació en 1933 en Las Rehoyas, de donde era su madre Josefa González. Su padre, José, era de Ingenio y a allí volvieron cuando Antonio tenía cinco años.

A finales de los 60 el sillar dejó de ser imprescindible en las edificaciones del Archipiélago

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“Cuando mi padre estaba trabajando en la cantera y yo tenía nueve años, salía de casa en Ingenio por las mañanas con un carrito en el que les llevaba comida. Volvía casi por la noche. En cada trayecto tardaba unas dos horas o más. Iba caminando, descalzo”, comenta Antonio González, quien tiene ocho hermanos. Otro trabajo que hacía entre los diez y once años era buscar leña. “Sí, a esa edad recogía leña en la Cumbre. Subía andando, también descalzo, reunía leña y dormía en una cueva para luego bajar con lo que había conseguido”, relata. Después trabajó en la cantera entre los 11 y 33 años.

En medio de ese periodo, el labrante Antonio González hizo el servicio militar en la Batería de Arinaga. Cuando podía realizaba al mismo tiempo sillares que destinaba a su casa de Los Molinillos. Al acabar la mili y la vivienda, se casó con Águeda Pérez Quintana, y los dos tuvieron diez hijos.

Cuando dejó de labrar en la cantera, lo hizo como albañil, como su primo, y trabajó en obras con Pancho López, como las 400 viviendas, en Las Longueras: un frigorífico en Schamann o un balneario en Las Alcaravaneras, ambas en la capital grancanaria.

“Mi mujer murió hace once años, cuando tenía 74. Respecto a esa casa que hice, pues al principio tenía un corral y no había baño”, recuerda Antonio González, quien dice, respecto a cómo se vive ahora, “pues a mí me gustaba más la vida de antes, aunque es verdad que había gente que vivía muy bien y otros muchos muy mal”. Pepe Bartolo opina que “antes había mucho sacrificio y ahora existen muchas comodidades. Hay que saber valorar”.

Este Canal tiene previsto emitir el día 2 de febrero, el día de la Candelaria, un reportaje sobre estos dos trabajadores de la cantera de Arinaga, que ha sido elaborado recientemente por dos miembros de Asociación Cultural El Ingenio, Juan Vega y Loren González Vega.

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